De las oficinas de la Secretaría de Hacienda en Palacio Nacional surgió la idea hace una docena de años. Un experimento natural de la tecnocracia, mezcla de ingeniería financiera y especulación propia de los mercados de valores, los bonos catastróficos han sido presentados por el gobierno federal como el antídoto perfecto para atenuar las tragedias causadas por terremotos y huracanes en México.
Pero no es exactamente así. Su diseño, que incluye la creación de empresas públicas de papel en paraísos fiscales como las islas Caymán, ha sido tan limitado y deficiente que el gobierno mexicano ha pagado en 12 años decenas de millones de dólares más de lo que ha recibido.
Una investigación realizada durante varios meses por Quinto Elemento Lab, Mexicanos contra la Corrupción y la Impunidad, así como la revista Proceso, muestra que este es un mal negocio para el país y que podría ser aún peor. Aquí explicamos por qué.
Los cinco semblantes que aparecen a cuadro en la televisión dan cuenta de la gravedad. El presidente Enrique Peña Nieto ha recibido los informes preliminares de los daños provocados por el terremoto que sacudió al país a las 13:14, ha convocado al Comité Nacional de Emergencias y ha activado de inmediato el Plan MX.
La situación es muy delicada. Los reportes de daños y destrucción proliferan. Internet está inundado con videos que muestran el momento preciso en que casas, edificios y escuelas se colapsan. La Ciudad de México ha sido golpeada exactamente 32 años después del sismo del 19 de septiembre de 1985. Morelos, en particular Jojutla, vive sus peores días.
Ríos de capitalinos deambulan por las calles y se montan sobre los escombros para tratar de rescatar a quienes han quedado sepultados. En las colonias Lindavista, Villa Coapa, Condesa, Portales, Roma, Narvarte, Centro, los latigazos de la memoria avivan el dolor.
Flanqueado por los secretarios de la Defensa, Marina y Gobernación, así como por el jefe de gobierno de la Ciudad de México, Peña Nieto dirige un mensaje a la Nación. Ya han pasado varias horas desde que el terremoto de magnitud 7.1 se produjo. Buena parte de la ciudad se encuentra sin energía eléctrica. “Esta tarde hubo un fuerte terremoto que causó severos daños en entidades del centro y sur del país. Este desastre se da a menos de dos semanas de otro gran sismo que afectó a Chiapas y Oaxaca”.
El presidente casi no gesticula. Anuncia que la prioridad es rescatar a quienes aún se encuentran atrapados. Miguel Angel Osorio Chong, secretario de Gobernación, se halla a su derecha. El presidente habla con respeto de quienes han muerto, expresa sus condolencias, pide que la gente no salga de su casa en la medida de lo posible y reconoce: “Este sismo es una dura prueba, y muy dolorosa, para nuestro país”.
- Aún no lo sabe, pero la destrucción será de una magnitud impensada. Reconstruir al país costará 48 mil millones de pesos, una cifra monstruosa aun en dólares: 2 mil 600 millones de dólares. Difícilmente habrá recursos para recuperar las 180 mil viviendas destruidas, los 13 mil negocios afectados, las 16 mil escuelas dañadas, los 12 mil inmuebles del patrimonio cultural mexicano golpeados por el terremoto.
- No hay ningún atisbo de sonrisa. Porque la tragedia ha desnudado incluso el optimismo oficial del presidente Peña Nieto y su secretario de Hacienda, José Antonio Meade, quien unos días antes hablaba con orgullo de su afortunada decisión de lanzar un producto estrella de la tecnocracia: los bonos catastróficos.
- “Este bono catastrófico nos ayuda en eventos extremos como éste”, había dicho Meade apenas el 12 de septiembre en entrevista televisiva, al referirse a otro sismo, el del 7 de septiembre que afectó a Oaxaca y Chiapas. “Nos permite enfrentar la contingencia con salud de finanzas públicas, pero sobre todo con agilidad y con mecanismos para que pronto se sienta el apoyo, el aliento y la cercanía desde la emergencia hasta la reconstrucción”.
Sólo que la dimensión de la nueva destrucción eclipsaba por completo el logro presumido por el entonces secretario de Hacienda: en esta ocasión, como en varias otras anteriores, México no cobraría ni un peso del bono catastrófico por dos razones: Porque el contrato firmado por la Secretaría de Hacienda establecía que sólo se recibiría dinero en caso de que el sismo tuviera una magnitud de 7.5.
Y porque, aunque hubiese tenido esa u otra magnitud mayor, los inversionistas no pagan dos veces. Y el terremoto ocurrido 12 días antes sí cubría los requisitos. Y por ese sí pagarían, pero no soltarían ni un dólar por el segundo terremoto de septiembre de 2017. Contrariamente al optimismo oficial, los bonos catastróficos o catbonds, como se les conoce en inglés y en el mundo de inversionistas internacionales, no han sido el mejor negocio para el país.
- LOS BONOS CATASTRÓFICOS, en realidad, no han aliviado a México en casi ninguno de sus desastres naturales desde que se contrató el primero en 2006, de acuerdo con documentos obtenidos como parte de la investigación Paradise Papers, así como la revisión de cientos de páginas de documentos confidenciales y entrevistas con funcionarios cercanos a las negociaciones.
- LAS CUENTAS, hasta este momento desconocidas por la opinión pública, arrojan números rojos. El gobierno mexicano ‒ya sea en los sexenios de Vicente Fox, Felipe Calderón o Enrique Peña Nieto‒ ha pagado al menos 277 millones de dólares en primas y cuotas y, en cambio, ha recibido 200 millones de dólares.
Lejos de ayudar a aliviar las catástrofes, se han quitado recursos al Fondo Nacional de Desastres Naturales (Fonden), cuya razón de ser es atender precisamente las necesidades de reconstrucción luego de que ocurren las tormentas, huracanes, inundaciones y terremotos. Esta falta de lógica ya ha sido alertada al gobierno federal por la Auditoría Superior de la Federación, pero la Secretaría de Hacienda no le hizo ningún caso./ CON INFORMACIÓN DE ANIMAL POLITICO
Análisis Completo en el Enlace:
https://www.animalpolitico.com/2018/04/bonos-catastroficos-fonden/