Ernesto Zapata
Un día, Alejandra –nombre ficticio—encontró a su hija de cinco años de edad encima de su hermanito de tres años, ambos desnudos, como si pretendieran tener relaciones sexuales.
Horrorizada, Alejandra confrontó a su hija. ¿Por qué haces eso? ¿Qué te pasa?
La niña no sabía qué responder. Pero ante la insistencia de su madre, terminó por decir: «Si te digo lo que pasó, me van a matar, también a mi abuela y a ti también te van a matar».
La hija de Alejandra había sufrido abuso sexual por parte de un vecino.
Alejandra es madre soltera y debe mantener a sus dos hijos y a su madre.
Hace aproximadamente tres años aceptó un empleo de promotora de tarjetas de crédito en un centro comercial, lo que la obligaba a ausentarse todo el día de su casa.
Una vecina le ofreció cuidar de sus pequeños y darles de comer mientras ella estuviera ausente, y fue en esa casa en donde la pequeña, entonces de cinco años de edad, sufrió el abuso.
Alejandra ha vivido un calvario en su pretensión de que el responsable del abuso sea castigado y de que su hija reciba atención psicológica, pues aún sufre las secuelas del abuso.
Durante una plática con la periodista Yohali Reséndiz, autora del blog periodismoatodaprueba.blogspot.com, Alejandra expuso parte de su viacrucis.
En su momento acudió a denunciar al agresor de su hija pero se topó con la burocracia e insensibilidad de la Fiscalía Especializada en Delitos Sexuales de la Procuraduría capitalina. La psicóloga que le fue asignada le dio largas y le retuvo sus documentos.
La pequeña de cinco años de edad empezó a tener comportamientos extraños, como tocarse demasiado la vagina, se volvió sumamente agresiva con su madre y se orinaba en la cama.
Ante la falta de apoyo de las autoridades de la Ciudad de México, Alejandra acudió a la Fundación Clara Moreno, ubicada en la colonia Nápoles.
Al principio estaban apoyando a su hija, pero a partir de un relevo de personal y de trabajadora social, las cosas cambiaron. En lugar de recibir terapia, a la menor agredida la ponían a lavar la cobija que había mojado por haberse orinado en la noche. Alejandra se llevó de ahí a su hija.
Recientemente –tres años después de presentar la denuncia– autoridades de la Fiscalía Especializada en Delitos Sexuales de la PGJ le dijeron a Alejandra que el agresor de su hija no sería detenido, pues “solo la tocó”.
El agresor aún vive en la misma casa y cuando se lo encuentran en la calle, la pequeña corre a esconderse.
Alejandra vende artículos de limpieza en el zaguán de la casa de su tío, quien no le cobra renta. Lo que obtiene por la venta de los productos no le alcanza para mantener a sus hijos y a su madre, pero no se quiere arriesgar a alejarse de nueva cuenta de sus pequeños.
Dice estar cansada de tanta impunidad y de que el agresor de su hija siga tan campante como si nada.
La periodista Yohali Reséndiz decidió solicitar copia de la denuncia y de las actuaciones que hizo la PGJ para que las revise un abogado y, en su caso, solicitar la reactivación de la averiguación previa.
En el caso del Colegio Montessori-Matatena, detonado por la periodista, la PGJ había subestimado las denuncias sobre abuso sexual y solo actuaron cuando se vieron presionadas por el escándalo mediático que se desató.