La tarde del miércoles 22 de agosto, el arzobispo y exnuncio en Washington Carlo Maria Viganò, uno de los hombres con mayor acceso a la sala de mandos de la Iglesia católica en los últimos años, se presentó en la casa del periodista Marco Tosatti. Viganò llevaba días hablando con el veterano vaticanista acerca de una denuncia contra la jerarquía eclesiástica y el propio Papa, a quien acusaba de encubrir los abusos del cardenal estadounidense Theodore McCarrick. Pero el escándalo de Pensilvania aceleró el plan. Discutieron la posibilidad de hacer una entrevista, quizá un artículo. El exnuncio, un hombre de carácter complicado, regias convicciones y recurrentes obsesiones con la homosexualidad en el clero, trajo finalmente consigo un documento y se sentó con Tosatti. Aquel domingo, en el peor momento, mientras Francisco visitaba la zona cero de los abusos y debía dar explicaciones a la prensa, explotó la bomba./EL PAÍS