BBC
La oficina forense del condado de Marin, en el norte de California, informó que en la autopsia realizada al actor Robin Williams no se encontraron restos de alcohol o de drogas ilegales.
Según las autoridades, Williams -quien se quitó la vida el pasado 11 de agosto en su residencia de la localidad de Tiburón- había tomado medicamentos prescritos, pero en «concentraciones terapéuticas».
Los forenses confirmaron que la muerte del intérprete de 63 años se trató de un suicidio y determinaron que el fallecimiento fue causado por asfixia.
Según recuerda desde Los Ángeles el periodista de BBC Mundo Jaime González, la noticia de la muerte de Robin fue recibida con gran sorpresa y consternación en Hollywood.
Adicciones y depresión
El intérprete, ganador de un Oscar al mejor actor secundario en 1998 por la película «Good Will Hunting», era muy apreciado por sus compañeros de profesión en la meca del cine.
Pero tras la genial vena cómica del protagonista de grandes éxitos internacionales como «El Club de los Poetas Muertos», «Señora Doubtfire» o «Aladín», se escondía un hombre que había batallado durante años contra la depresión y la adicción a las drogas y el alcohol, un asunto del que Williams había hablado abiertamente en numerosas ocasiones.
Antes de su muerte, el actor había pasado varias semanas internado en un centro de rehabilitación, aunque según su representante, la estancia no tenía que ver con sus adicciones pasadas.
Pocos días después de conocerse su fallecimiento, su esposa Susan Schneider explicó en un comunicado que Williams padecía las primeras etapas de la enfermedad de Parkinson.