La educación es, sin lugar a dudas, un instrumento de cambio social. De allí la presión que existe sobre todo Estado en el diseño de políticas públicas orientadas a fortalecer el desarrollo económico y la construcción de una sociedad democrática y plural en permanente cambio, que haga frente a los retos de un mundo cada vez más globalizado y más competitivo.
La rigidez del sistema educativo implica poner en juego no solamente el futuro social y cultural, sino particularmente el económico y la viabilidad del proyecto de una nación. Uno de los aspectos fundamentales del sistema educativo debe ser la evaluación, entendida ésta como la búsqueda de la mejora cualitativa del proceso enseñanza-aprendizaje, que proporcione información, análisis e interpretaciones válidas, confiables y útiles que generen una idea precisa acerca del estado y situación del sistema educativo y de sus componentes.
Esa evaluación deberá ser la herramienta principal para la toma de decisiones y, en consecuencia, para la construcción de un sistema educativo que sirva de base para el desarrollo económico, social y cultural.
En el modelo de reforma educativa actual ¿dónde está la estrategia de gobierno que anuncie la discusión nacional sobre el modelo de enseñanza aprendizaje, de los grados de involucramiento de los diferentes actores del proceso, de la manera de abordar las diferencias regionales y los niveles de marginalidad de éstas, de las herramientas más adecuadas para que la educación sirva para el ámbito productivo y para una sociedad más libre? en suma, un diagnóstico en que se plasmen las fortalezas y debilidades de nuestro sistema educativo. Infortunadamente lo que prevalece no es un modelo de reforma educativa, sino de carácter administrativo y laboral con un enfoque vertical y de control del magisterio. ¡La educación es lo que menos importa!
@NVS_