Pareciera que nuestros gobernantes están verdaderamente preocupados por la crisis económica, política y social que se padece desde hace varias décadas y que amenaza en volverse más dramática. Infortunadamente no se ocupan de ello. La opción más efectiva para sus asesores de imagen es la generación de notas distractoras que cumplan la función de hacer olvidar a los mexicanos de los verdaderos problemas de su entorno. Es menester para ellos que los mexicanos estén ocupados en algo. Particularmente es necesario que crean en algo.
La llegada del soberano del Estado de la Ciudad del Vaticano representa una oportunidad para un gran porcentaje de fieles católicos de tener en casa a su máximo dirigente. Esa profesión de fe es aprovechada por la clase política que ven en ello la posibilidad de recuperar un poco de la credibilidad perdida. ¡La apuesta es endeble!
En el México de hoy el beneficio esperado ya no es tan automático. Se encuentra sujeto a que el discurso del Santo Padre sea de complicidad o de omisión ante la situación tan grave en que se encuentra el país; cosa que para un jesuita es poco probable y también porque éste ha dado muestras de ser un religioso progresista.
Por otra parte, hay múltiples actores de la sociedad que verdaderamente se sienten agraviados por las agresivas políticas en contra de la mayoría de la población, que seguramente aprovecharán la oportunidad para incidir en la perspectiva que como institución eclesiástica puede tener la iglesia católica.
La llegada del Papa, como siempre, será un elemento mediático de carácter religioso con consecuencias políticas. Lo cierto es que la inseguridad, la corrupción, la pobreza, el desempleo, los bajos salarios y la misma clase política seguirán estando cuando éste se marche.
@NVS_