La contaminación ambiental es uno de los temas de mayor trascendencia que ha sido relegado por nuestros gobernantes. Si bien es cierto que en 2013 se creó la Comisión Ambiental de la Megalópolis, integrada por el Secretario de Medio Ambiente y Recursos Naturales y los titulares del Poder Ejecutivo del Distrito Federal, Hidalgo, México, Morelos, Puebla y Tlaxcala, pocos o nulos resultados han sido visibles por la ciudadanía, particularmente en el Distrito Federal en donde los efectos de la contaminación son más palpables.
La precontingencia ambiental declarada en días pasados así como los frecuentes reportes de la mala calidad del medio ambiente hacen ver la necesidad de replantear las políticas que existen en materia de protección al ambiente y de preservación y restauración del equilibrio ecológico en la zona metropolitana.
Diversos estudios han demostrado las graves consecuencias para la salud humana de la exposición a corto y largo plazo a los contaminantes atmosféricos. No solamente de salud pública, sino grandes costos económicos y sociales asociados a ella.
A punto de concluir el proceso electoral, es menester voltear la atención a los problemas cotidianos, y la materia ambiental es uno de ellos. No esperar a los extremos de 1952 cuando en Londres se presentó la crisis denominada el “gran humo” o “gran smog” que provocó cerca de 4,000 muertes prematuras y la de miles más en días posteriores.
La exposición a niveles de partículas suspendidas (PM) mayores a 500 µg/m3 y bióxido de azufre está intrínsecamente asociada a efectos adversos como mortalidad prematura; incremento en las admisiones hospitalarias; enfermedades cardíacas y pulmonares; aumento en los síntomas de vías respiratorias inferiores;
reducción en la función pulmonar, y cambios en el ritmo cardiaco. De no corregir, las consecuencias serán dramáticas.
Néstor Vargas Solano*Ex presidente del IEDF
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