Desde mi punto de vista, la obra de Tom Peters, en su libro Buen jefe, mal jefe, es una joya del management, donde se expone que el poder mal gestionado de una persona no logra más que crear entornos negativos en vez de potenciar ambientes productivos dentro de las organizaciones.
El autor pone de ejemplo los distintos tipos de malos jefes, desde los que les gusta generar tensión, mostrar y ostentar que tienen el poder y que deciden hasta el punto de poder anular a sus subordinados; los sigilosos, aquellos que preguntan a su equipo antes de tomar una decisión, pero que ya saben de antemano las respuestas; así como los que les gusta ser tratados como “señor”, esos que marcan su territorio como si tuviesen una especie de ADN distinto a los demás, que se hacen tratar como reyes y que por quedar bien con sus directivos controlan el tiempo de los demás.
Sorpresa me llevé al leer que tener un buen jefe disminuye las posibilidades de tener un infarto, pues según un estudio sueco que cita el autor, durante diez años se siguió la vida de 3 mil 122 hombres y se descubrió que aquellos que tenían mejores jefes padecían menos ataques al corazón que quienes tenían mal jefe, donde uno de los autores del estudio, Anna Nyberg, afirmó que si se tiene buen jefe, el riesgo es 20% menor; y por el contrario si tiene un mal jefe, el índice de riesgo se elevaba a casi el 40%.
En el prefacio de su obra, el autor refiere otro estudio, donde la compañía Gallup obtuvo que las personas no se marchan de las organizaciones sino que huyen de los malos jefes y en las empresas donde una proporción más elevada de trabajadores afirma que sus superiores inmediatos se preocupan de ello, la satisfacción, la retención, la productividad de los empleados son mayores y también la rentabilidad.
Aunque el estudio del 2007 realizado por la compañía Zogby entre casi ocho mil adultos estadunidenses, demostró que un 37% de los encuestados padeció vejaciones en sus puestos de trabajo por parte de compañeros abusadores y un 72% sufrió el acoso de sus superiores; las cifras podrían quedarse rezagadas si el mismo estudio se realizara en México, donde la predominancia de este tipo de acosos, también ha sido reportada por diversos organismos.
“Tratar a la gente con dignidad es propio de los líderes experimentados”, refiere Peters, quien nos cita el ejemplo de un cirujano que trataba a las enfermeras y a los médicos con respeto porque durante su propia formación se había hecho la promesa así mismo de no convertirse nunca en un jefe egocéntrico que humillara al personal, como lo habían hecho los cirujanos que le formaron a él. El doctor insistía en que el respeto era importante para reducir los errores médicos, ya que las enfermeras y los médicos en formación necesitaban sentirse seguros en incluso animados a señalar los errores cometidos por él y otros médicos, sin temor a represalias.
En opinión del escritor y con la cual coincido plenamente, cualquier jefe, director o CEO de cualquier compañía u organización, jamás podrá ser calificado como bueno en tanto a su gente la trate como escoria.
Muy atinado el ejemplo de que uno puede evitarse muchos dolores de cabeza si tenemos en cuenta las equivocaciones y los reveses de nuestros homólogos, pues como dijo la ex primera dama de Estados Unidos, Eleanor Roosevelt “aprenda de los errores de los demás porque no vivirá el tiempo suficiente para cometer todos”.
Convertirse en el mejor jefe no sólo se consigue mediante el esfuerzo continuo, haciendo bien muchas cosas pequeñas, levantándose después de cada revés y ayudando a su gente a salir adelante en cada momento, pues la principal recompensa del éxito es seguir desempeñando un trabajo arduo y satisfactorio durante bastante tiempo.
Peters afirma que los mejores jefes triunfan porque continuamente realizan tareas aburridas, interesantes, divertidas, gratificantes, triviales, frustrantes y a menudo ridículas. Y a decir del experto en management, los mejores jefes adoptan cinco criterios ideales como trampolín hacia la acción efectiva, tales como: el no aplastar al pájaro, es decir, darle libertad al equipo de trabajo para realizar sus funciones sin entrometerse ni hostigarlos demasiado, pues ello puede minar el rendimiento de las personas al sentirse acosadas.
Considera que los mejores jefes piensan y actúan como si estuvieran corriendo un maratón y no un sprint, es decir, los mejores jefes son tenaces, pues resisten la adversidad y los periodos de estancamiento.
Desde su perspectiva, los buenos jefes inspiran tenacidad en sus subordinados. Son obstinados y pacientes, y se obligan a sí mismos y a los demás a avanzar en todo momento. Los jefes tenaces generan urgencia sin tratar la vida como una larga situación de emergencia.
Al hablar de los buenos jefes, destaca que éstos se plantean pequeñas victorias durante el camino para poder cumplir una meta u objetivo de largo plazo, pues “el camino del éxito está salpicado de pequeñas victorias” e incluso los triunfos más grandes y gloriosos dependen de una serie de pasos modestos pero constructivos.
Los mejores jefes, señala, desmenuzan los problemas en pequeños fragmentos y hablan y actúan como si cada tarea fuera algo que la gente puede concluir sin gran dificultad, lo cual infunde calma y confianza y alienta la acción constructiva.
También destaca que un buen jefe cubre la espalda a sus subordinados, reconoce el trabajo de cada uno de los integrantes del equipo y no se cuelga las medallas de otros. “Los buenos jefes luchan en nombre de su gente, aunque sufran personalmente las consecuencias”.
“Los jefes que empujan a sus empleados a ganar montañas de dinero y a desempeñar muchas tareas, pero destruyen los rasgos de humanidad en dicho proceso, son malos jefes, pues el zen de los mejores jefes radica en la aspiración que tienen los buenos jefes: el ampliar el rendimiento y crear un buen ambiente de trabajo”, apunta.
Peters concluye diciendo que si queremos ser buenos jefes, debemos dedicar nuestra atención a los pequeños pasos que damos junto con nuestro equipo a lo largo del camino, pues hacerlo así nos ayudará a disfrutar más del trabajo y a multiplicar las posibilidades de éxito.
*Presidente de la Organización Internacional de Emprendedores Sociales (OIES)