Como ya lo hemos dicho en artículos anteriores, la crisis de sustentabilidad de la Ciudad de México y de muchas otras ciudades del país, tienen su origen en la falta de políticas ambientales que procuren no sólo el uso racional de los recursos naturales, sino del espacio urbano que ha sido una y otra vez depredado de manera cíclica por cuantos gobiernos han pasado a lo largo de más de medio siglo.
Hoy la crisis de escasez de agua, la contaminación del aire, el hacinamiento humano y la deforestación están pasando la factura a la salud de la población, que de manera pasiva aceptó por décadas cuantas decisiones fueron tomadas por los “expertos urbanistas” desde el escritorio de alguna oficina gubernamental. Ha pasado aún desapercibido en la mayoría de la población un gravísimo hecho: ¡el gobierno ya reconoce muertes de personas a causa de la contaminación!
Seguimos perdiendo áreas verdes dando paso a grandes edificios para seguir llenando las arcas ya no de la hacienda pública, sino de los especuladores y depredadores del suelo de la CDMx y de los corruptos funcionarios públicos al interior de los gobiernos tanto de la ciudad como de las delegaciones políticas.
Mientras que los camellones y parques de la ciudad están en el abandono gubernamental, algunos de ellos han sido adoptados por alguna comunidad e incluso por algunas empresas. Algunos que habían sido adoptados para su cuidado por particulares, ya fueron destruidos en las obras del deprimido en Mixcoac y la recuperación del arbolado le va a costar a los habitantes de la CDMx más de 28 mil pesos por árbol.
Veamos otro ejemplo más. Revisemos la política fiscal imperante en los años 90´s, abriendo las páginas del Código Financiero del Distrito Federal, publicado en la Segunda, Tercera y Cuarta Secciones del Diario Oficial de la Federación, el 31 de diciembre de 1994.
En su artículo 152, que se refiere al impuesto predial, se establecía que este impuesto “se calculará por periodos bimestrales, aplicando al valor catastral la tarifa a que se refiere este artículo”, agregaba una tabla ANEXA con los factores por los que se debía multiplicar los metros cuadrados del inmueble para calcular el impuesto a pagar.
Más adelante en la fracción III, agregaba “Tratándose de inmuebles sin construcciones, los contribuyentes, además de determinar y pagar el impuesto que corresponde de acuerdo a la tarifa a que se refiere la fracción I de este artículo, deberán pagar una cuota adicional que se determinará multiplicando ese impuesto por el factor 2.0”
Es decir, las personas físicas o morales propietarias de inmuebles en los que destinaran 90% o más de su terreno para áreas verdes, tendrían que pagar el doble de impuesto que alguien que tuviera el criterio de sacarle más ganancia a cada metro cuadrado de su propiedad. Se incentivó por tanto ocupar más metros cuadrados de terreno para construcción y se alentó la cultura del “mientras menos áreas verdes, pagas menos impuestos”.
Hoy nos urgen áreas verdes en esta ciudad para generar oxígeno, retirar bióxido de carbono de la atmósfera, ya que es el principal responsable del cambio climático global, y para facilitar la recarga de los acuíferos del Valle de México; sin embargo, seguimos destruyendo nuestros bosques y tenemos abandonados los parques y camellones.
Nuestros gobernantes no han entendido que debemos recuperar millones de metros cuadrados de áreas verdes para garantizar la sustentabilidad futura de nuestra CDMx; porqué hoy ya no es sustentable.
Hoy sólo se da terapia cosmética al paisaje urbano con arbolitos en macetones de concreto con mínimo beneficio ambiental aéreo y nulo beneficio ambiental en el subsuelo, para acompañar la psicodélica y cannabinólica visión del “especialista en imagen urbana” que contempla como su mayor logro la instalación mesitas de metal con sombrilla y sillitas “aprovechando artísticamente” el espacio urbano.
La política de Mancera y de su Secretaria de “Medio Ambiente” es continuar cediendo a los depredadores de la ciudad cada metro cuadrado de suelo, para seguir hinchando sus bolsillos y sus cuentas bancarias a costa del colapso urbano y de la salud de millones de personas que viven o trabajan en la CDMX.