Una de las banderas con que el PRI inició el presente sexenio es que ellos sí saben construir acuerdos en beneficio de la Nación y que a través del “Pacto por México”, con el apoyo del PAN y del PRD, impulsaron una serie de reformas estructurales que abrirían finalmente el camino para la construcción de un país más próspero, justo y lleno de oportunidades para su población.
Sin embargo, a tres años de dicho acuerdo no se ha logrado un solo resultado que haya sido palpable por la sociedad mexicana. Tenemos un país sumido en una inestabilidad económica que amenaza con devaluar nuestra moneda en más del 60% respecto la paridad recibida de la administración panista, una violencia galopante y atentados contra la democracia, la libertad de prensa y los bolsillos de su población, que estremecen y roban los sueños de muchos mexicanos.
A lo anterior habrá que sumarle la merma a las finanzas públicas que ha erosionado el bono económico que se había logrado construir en los dieciocho años anteriores a la nueva era del PRI. Las reservas internacionales de nuestro país han sido saqueadas absorbiendo el gobierno federal las deudas estatales de gobiernos priístas como el encabezado por Moreira en Coahuila, tan sólo por decir un ejemplo. Y no sólo ha absorbido las deudas de los gobiernos estatales, sino también de países deudores como Cuba y, peor aún, de empresas privadas, como TELEVISA, a la que le condonaron más de 3 mil 200 millones de pesos que debía en impuestos. Ante todo ese saqueo, ha prevalecido un silencio casi absoluto de la partidocracia mexicana, que si acaso habló, lo hizo a nivel de susurro.
Hoy el país carece de una verdadera agenda nacional que oriente los esfuerzos del Estado Mexicano hacia la disminución de la pobreza y las desigualdades sociales; una agenda que disminuya los factores primigenios del delito, orientada a generar mejores condiciones que favorezcan el sano desarrollo de los niños y estimulen la cohesión y protección de la familia como la célula fundamental de la sociedad, lo cual conlleva a rescatar el sistema educativo del país actualmente secuestrado por mafias que utilizan a los niños a manera de escudos humanos para cometer actos delicuenciales contra la sociedad y el Estado Mexicano.
El país requiere de manera urgente verdaderas políticas de desarrollo sustentable, que contribuyan no sólo al sano desarrollo del país y a la conservación de sus recursos naturales, sino también a mitigar los efectos globales vinculados al cambio climático; hacia la definición de nuevos modelos de los centros poblacionales, que pongan límite a la voracidad depredadora y suicida de quienes especulan con cada metro cuadrado de las ciudades, destruyendo áreas verdes, sobredensificando las zonas habitacionales y comerciales, colapsando los servicios urbanos, destruyendo la calidad de vida y arriesgando a millones de habitantes a sufrir un colapso de sus megalópolis.
La agenda política, que en el fondo encubre una maraña de complicidades y valores entendidos para dejar hacer y dejar pasar, se ha logrado imponer sobre la agenda del Estado Mexicano; una agenda política en la que el discurso de unidad de la Nación y el ensalzamiento de los “grandes atributos” para el diálogo y la construcción de “acuerdos nacionales” entre las principales fuerzas políticas de este país, ha desatendido las apremiantes necesidades y demandas nacionales, ya que no sólo ha opacado sino incluso ha desaparecido, en los hechos y en los resultados, la existencia de una verdadera agenda del Estado Mexicano.