Para explicar un hecho social se ha recurrido a utilizar la imagen de la aparición de la fuerza espontanea, así como de la ruptura en la cadena por el eslabón más débil y la pradera seca que se incendia por una chispa, ante el asunto Iguala se puede tener la imagen de la grieta que quiebra a la que parecía muy dura roca.
El sistema político mexicano se veía así como la roca que se presumía como dura hasta hace unos días por las reformas estructurales que pasaban sin ningún sobresalto social, pero que se va en quiebra por una grieta aparecida con el agua fría al caer sobre su superficie sobrecalentada.
La roca se ve afectada toda, a derecha, a izquierda, a instituciones, a un gobierno que se ve desgastado y sin credibilidad desde su silvestre y abandonado nivel municipal, pasando al insensible y soberbio nivel estatal, y ahora no solo involucrando sino reclamando directamente culpa por acción y omisión al nivel federal en su más alto escalón, la presidencia de la república.
Así se ven con suma decepción social la transfiguración de un gobierno municipal con todo su aparato administrativo y policial en instrumento grotesco al servicio de la delincuencia; a esta situación se ha hecho referencia desde hace tiempo cuando se da señalamiento de la debilidad del nivel municipal con la cooptación y penetración del dinero del hampa, aunque también se le reconoció como víctima, al ser sometida la autoridad municipal y sufrir agresiones o que se le arrebaten recursos presupuestales como cuota de piso; la necesaria renuncia o solicitud de licencia a la autoridad estatal al mostrar incapacidad de mando o de sospecha de involucramiento.
Se ha visto, en otro momento impensable, suceder actos y acciones de rechazo a líderes y dirigentes políticos en expresiones sociales que no se pueden por ningún medio justificar, pero a lo que se debe ver la causa, que no es más que ir de la simulación al seguidismo, de la tolerancia irresponsable a una actuación imprudente o a una actuación ilegitima en base a maniobras de control de aparatos por cualquier medio, perdiendo autoridad moral.
Instituciones que se presumían también como muy sólidas se ven también afectadas, las policías, el ejército, la marina, para el momento la tristemente célebre Comisión Nacional de Derechos Humanos y la Iglesia, que en un acercamiento a una de sus representaciones, sufrió también un desencuentro al sujetarse a un dicho muy crudo pero sin ir a más mostrando sensibilidad, dando consuelo como es su principal labor.
El sistema político con el Asunto Iguala se ha agrietado y se quiebra a todos lados.
Los lamentables hechos de la noche del 26 de septiembre y las acciones de protesta y reclamo de justicia que lo siguen y como movimiento, con el estudiantado nacional como sujeto colectivo nacional principal y que ya es acompañado por otras expresiones sociales con demandas particulares y generales, le colocan en un movimiento social anti sistémico, que reclama cambios y transformaciones de fondo, no meros y simples relatos de declaración de
barandilla ante una voz de justicia en que no se cree y en que menos se confía, porque se le ve como integrante y parte de un gran aparato que fue antes a justificar el caso de violencia de Atenco, entre otros.
La violencia oficialista –porque se señala fue ejecutada por policías a orden de autoridades, como instrumento de delincuentes, con complicidades y omisiones- se fue contra los hijos y la opinión pública de todo el país así los siente, como sus hijos, porque han sido víctimas ya otros tantos de sus hijos; la atención internacional hace sentir que ve la situación como un crimen de estado, que el estado ha sido infiltrado por la delincuencia y que se requiere una acción completa de justicia social.