Hace algún tiempo alumnos de comunicación de la Universidad Latinoamericana me preguntaron el por qué muchos periodistas o locutores de noticias emitían su opinión al tiempo que informaban sobre acontecimientos, ya sea políticos, económicos o sociales.
La pregunta, confieso, me alegró, porque no solo indica que los estudiantes cuestionan la manera que tienen lo medios de comunicación de informar y opinar, sino que buscan diferenciar entre lo correcto e incorrecto de las formas y modos periodísticos.
Los remití a las clases básicas de periodismo en las que se enseña géneros informativos y géneros de opinión. En los primeros, el periodista “desaparece” de la escena para ofrecer información dura y precisa sobre hechos, y en los segundos, “aparece” para mostrar su opinión respecto a esos hechos. Así de simple.
Traigo este tema a colación porque veo que compañeros puristas del periodismo, en este clima de zozobra fomentado por el tirano Donald Trump, insisten en hacer creer que los periodistas que opinamos caemos en lo incorrecto al dar voz a fuentes anónimas y citar documentos filtrados que por intereses diversos se decide dar a conocer a través de esos conductos.
Eso, señores, también es periodismo, es informar sobre lo que se piensa o se dice en torno a cualquier tema especificando siempre que es una opinión personal o de empresa alguna. Muchos columnistas ya no somos reporteros, lo fuimos por muchos años, y eso, además, enriquece nuestro contexto.
El objetivo sensato de los que ejercemos este oficio-profesión —informativo o de opinión—, es dar elementos necesarios para formar opinión pública. En todo caso, lo cuestionable, y en lo que coincido, es la credibilidad del opinólogo con la que se pretende dar base y veracidad a lo dado a conocer.
La semana pasada, una mexicana que intentó ingresar a Estados Unidos por Tijuana denunció que un agente migratorio le pidió su celular y al observar que tenía memes del presidente Trump procedió a negarle la entrada y retirarle la visa, y también la periodista Dolia Estévez dio a conocer un extracto de la plática telefónica Peña-Trump en el que destaca el tono amenazante hacia el presidente de México. La primera, una noticia no comprobada fehacientemente al momento, la segunda, desmentida inmediatamente por la Casa Blanca.
Los puristas del periodismo condenaron la difusión de ambas informaciones, crucificaron a los periodistas a los que tacharon de militantes, tendenciosos e incorrectos, pero su análisis no va más allá. No toman en cuenta el lenguaje improvisado, torpe y agresivo del tirano que ahora ocupa la Casa Blanca para dar el beneficio de la duda —aunque se haya desmentido el hecho— en torno a la plática Peña-Trump, y no quieren escuchar al secretario de Estado norteamericano John Kelly, amenazando con pedir contraseñas de redes sociales a cualquiera que quiera ingresar a su país.Los columnistas no publicamos ficciones, cubrimos el entorno de los hechos y aunque damos voz a lo que creemos es verdad, lamentablemente en muchas ocasiones estamos a merced de los juegos políticos, sociales y económicos que protagonizan en el poder.
PARA EL REGISTRO Y luego dicen que los periodistas que opinamos vemos moros con tranchetes. Al momento en el que el bravucón Trump informaba que el muro está diseñándose “ahora mismo”, llegaba a los Estados Unidos el canciller Luis Videgaray a buscar consensos en la deteriorada relación entre ambos países, una coincidencia otra vez nada diplomática *** Por cierto, ¿alguien de pura casualidad se ha asomado a las transmisiones que noticieros de los Estados Unidos hacen de las conferencias de prensa que otorga el vocero de Trump, Sean Spicer? Qué pena de verdad, ese personaje ni se entiende a sí mismo. Gracias y hasta mañana.
@betata75