La violencia sigue apoderándose del país y numerosas alarmas están prendidas en el sector de la seguridad nacional, sobre todo en materia de secuestros, homicidios, extorsiones y robos de la delincuencia organizada.
Hace unos días fuentes de seguridad nos platicaron acerca de un preocupante fenómeno del narcotráfico que por su naturaleza tiene todo un expediente al respecto.
Como se sabe, Los Zetas son la organización narcotraficante más letal de México. Se originó cuando en los noventa un grupo muy unido de aproximadamente 30 ex miembros del Grupo Aeromóvil de Fuerzas Especiales del Ejército desertó y se puso al servicio del Cartel del Golfocomo su brazo paramilitar.
Los Zetas, que manejan armas de alto poder y estrategias militares, tomaron fuerza y eran muy efectivos en operativos contra bandas rivales, por lo que pronto creció y reclutó adeptos hasta convertirse en un cártel con rutas y trasiegos propios.
Los miembros de Los Zetas han estado involucrados en batallas territoriales en los bastiones del Cartel de Sinaloa, como la ciudad de Culiacán, y han sido vistos por el sur hasta Guatemala y Honduras. Hoy dominan Tamaulipas y Nuevo León a la par de otras organizaciones y son los protagonistas de terribles masacres.
Sin embargo, la naturaleza de traición en el grupo delictivo y la captura de su principales líderes ha mermado su poderío, y los pocos intentos aparentes de consolidar la multitud de grupos que se hacen llamar Zetas no han surtido efecto, por lo que el cartel permanece fragmentado.
Sin estos líderes, Los Zetas seguirán siendo probablemente un grupo sin lineamientos, con la intención de generar violencia y dispuesto a participar en casi cualquier actividad ilícita para obtener ganancias; pero cada vez más desorganizado y, en consecuencia, con menos control sobre el narcotráfico y menos capaces de socavar la autoridad y el Estado.
Con el fin de acabar con este arrinconamiento, han puesto en operación una estrategia por demás deleznable que consiste en reclutar a niños en periferias de las ciudades para las labores del sicariato. Les proveeé armamento, droga y hasta vehículos a menores de entre 13 y 16 años para realizar su labor.
Según reportes, esta actividad comenzó a registrarse desde el 2008, pero en los últimos años ha cobrado importancia ya que los menores (siguiendo su naturaleza adolescente) suben a redes sociales sus «logros» en texto e imagen.
Se hacen llamar Los Zetillas y es un semillero de futuros sicarios que andan armados y que se dedican al narcomenudeo, robo, secuestro y homicidio. Estos niños del narco visten tipo cholo, van rapados y la mayoría tiene un familiar en Los Zetas que los ampara.
Estos chavales bajan de sus colonias en grupos de unos 50 y los acompañan sus novias, encargadas de guardar la droga, a quienes comúnmente les dicen Las Putillas. Son conocidos por operar contra sus enemigos y la ciudadanía sin escrúpulo alguno.
Según informes de inteligencia, los primeros Zetillas se dieron a conocer en el estado de Tamaulipas, en las colonias Las Torres y Mirador; pero reportes indican que en meses recientes los están mandando como carne de cañón a otros estados para calentar la plaza de otros cárteles.
Los criminales mayores se aprovechan de la ventaja legal por su condición de menores de edad, ya que si caen en las manos de la justicia, abogados al servicio del narco los liberan fácilmente.
Es lamentable que la niñez se esté pervirtiendo de esta manera, y es triste que los gobiernos y familias sigan sin crear oportunidades para estos adolescentes que piensan –en su mundo equivocado– que de la noche a la mañana se volverán unos grandes capos de la droga. Gracias. Hasta mañana.