Hace más de 30 años, movimientos comunistas y de la izquierda política, urgidos de una voz que equilibrara el ambiente político mexicano, fundaron La Jornada, un medio de comunicación emblemático y necesario de la escena periodística nacional.
Bajo la figura de la democratización del periodismo, este periódico —que brinda empleo a trabajadores que sostienen a 500 familias—, se ganó un lugar más que respetable entre el pueblo e intelectuales. Sus reporteros, aglutinados en un bien organizado sindicato, eran de los mejor pagados por su esquema de comisiones, y pronto sus plumas se volvieron referencia en despachos gubernamentales.
Sin embargo, la digitalización y falta de publicidad de los últimos años le ha provocado una severa crisis, y hoy adolece de un problema financiero que tiene enfrentados a sus directivos y a la organización sindical.
Ante esta clima de incertidumbre, desde enero pasado la dirección del periódico, que encabeza la periodista Carmen Lira, ha intentado bajar sueldos con el único fin de evitar despidos. El Sindicato, por supuesto, ha rechazado esta propuesta y acusa inequidad ante los salarios exorbitantes que el mismo Consejo de Administración percibe.
En pláticas cotidianas, los colegas del diario aseguran que ni la dirección ni la administración concretan acción alguna que permita allegar recursos, y se quejan de la manera en la que el rotativo sigue regalando publicidades y páginas enteras a políticos y personajes adhoc.
Como se sabe, en el medio periodístico es común que existan intereses económicos, políticos y sociales. Es normal que ante la crisis las páginas de diarios se vendan al mejor postor, y hasta es cotidiano que reporteros se presten a redactar notas, reportajes o entrevistas pagadas. A final de cuentas son un negocio que debe financiarse de una u otra manera.
Lo que sorprende es la manera en la que La Jornada enfrenta —o no— la severa crisis que la carcome. En las últimas dos semanas los municipios del Edomex conurbados a la Ciudad de México, de los más poblados del país, se inundaron con portada y página ocho del impreso del domingo 12 de febrero, dedicadas enteramente a la candidata de Morena a la gubernatura de la entidad, Delfina Gómez.
Se respeta la inclinación política, por supuesto, pero ¿esa es publicidad pagada de la entonces precandidata que puede ayudar a solventar la crisis financiera del diario, o es una cortesía que en nada abona a mejorar su precaria situación? No vendría mal que tanto Dirección como Consejo de Administración explicaran a sus trabajadores sobre el particular.
PARA EL REGISTRO Y ni hablar de la crisis profesional en los medios de comunicación. Aquí un atinado comentario al respecto, tomado del muro de mi amiga Mony Valencia, destacada periodista y publirrelacionista: “Lejos quedaron aquellos tiempos en que un reportero novato se dejaba asesorar y que con toda humildad escuchaba a los veteranos. Hoy llegan a los eventos haciendo el favor, tarde, sin saludar, y con arrogancia te dicen que ahí no ven ninguna nota. Claro, y no publican nada porque teclear es un acto para esclavos. Me han contado…” Gracias y buen inicio de semana.
@betata75