La ira de la iglesia por los impuestos

Por décadas, y por tradición, los gobiernos han sido muy condescendientes con las iglesias y asociaciones religiosas al permitirles quedar exentas del riguroso pago de impuestos.
Lo único que se les ha exigido es llevar una contabilidad a la antigüita para en su caso declarar ante la Secretaría de Hacienda un panorama general de ingresos y egresos y poder fijarles, según lo declarado, una tasa del gravamen.
Pues bien, las garras de “lolita” han llegado al púlpito y las Iglesias no quedarán exentas de entrar al nuevo esquema digital del Sistema de Administración Tributaria (SAT), por lo que ahora tendrán que registrar incluso las limosnas.
Cuentan en los pasillos del clero católico que esto cayó como balde de agua fría a los prelados, acostumbrados de por sí a no dar cuentas a nadie, a pesar de que hubo avisos de que la reforma fiscal endurecería la recaudación, incluso para ellos.
Inmediatamente se prendieron las alarmas en la Conferencia del Episcopado Mexicano, pero sobre todo en la Arquidiócesis Primada de México, la más grande de América Latina y en la que se asegura se recauda una gran cantidad de dinero.
Pues bien, so pretexto de modernizar su contabilidad, y también informar al SAT de manera digital de sus ingresos, el gobierno ha logrado meter en cintura a las asociaciones religiosas, que ahora tendrán que registrar hasta la más humilde de las limosnas.
El SAT les avisó que desde el próximo 1 de septiembre deberán realizar de manera electrónica su registro analítico de operaciones y deberán expedir comprobantes fiscales simplificados electrónicos, al igual que el resto de los contribuyentes en México.
El nuevo comprobante fiscal puede ser una factura global diaria, semanal o mensual por todos los ingresos donde el donador no es identificable. Lo anterior aplicaría en los diezmos, primicias, ofrendas y donativos que sean recibidas en las celebraciones de culto público o las que sean depositadas en las alcancías o canastillas.
Nos cuentan que una vez hecho el anuncio comenzaron los cabildeos entre iglesia y estado para frenar este proceso. Los prelados, aunque no se negaron a declarar ingresos, pidieron un régimen especial que no incluyera ciertas donaciones, limosnas y diezmos.
El SAT les dijo que no, por lo que los jerarcas católicos cambiaron de estrategia y rogaron entonces un mayor lapso para capacitar a todos los eslabones de su grey, plazo que les fue otorgado hasta el 1 de enero de 2015.
Lo cierto es que el enojo en la iglesia católica es tan grande y es tan evidente, que en el último editorial del semanario Desde la Fe se lanzan con todo contra el gobierno de Enrique Peña Nieto. Le dijeron que no se puede ignorar la lacerante corrupción que ha venido creciendo exponencial y escandalosamente, al ser protegida por la opacidad y la falta de rendición de cuentas.
Esta situación, alertó el órgano de la Arquidiócesis al mando del cardenal Norberto Rivera, “propicia la impunidad de servidores públicos, y provoca la desconfianza de los contribuyentes que saben que con sus impuestos pagan los dispendios, los excesos y los vicios de la clase política y de los funcionarios públicos”.
Y fueron más allá: “las disposiciones hacendarias cobran, cada día, la deslegitimación cuando más mexicanos no ven claramente sus beneficios, pero sí tienen que resistir sus efectos, y por otra parte, resulta evidente el dispendio público y la corrupción de funcionarios inmorales”.
La versión oficial del SAT es que nadie debe quedar fuera de rendir cuentas, y eso es plausible, pero la versión extraoficial y que circula en los despachos de la iglesia es que esto es un cobro de facturas por su apoyo a los gobiernos panistas y sus duras críticas al gobierno actual. Sea una cosa o la otra, deberán rendir cuentas, y eso es bueno. Gracias. Hasta mañana.
 
 
@betata75

Recibe nuestro boletín informativo, suscríbete usando el formulario