YOHALI RESENDIZ
La bandera de la anarquía y sus rostros cubiertos los diferenciaban de los demás contingentes que habían acudido puntuales a la cita a la que fueron convocados en redes sociales a través del hasthag #1DicMx
Una marcha con dos consignas: la presentación de los 43 normalistas de Ayotzinapa desaparecidos en los hechos ocurridos el pasado 26 de septiembre. Y recordar los disturbios registrados durante la toma de posesión de Enrique Peña Nieto a dos años de gobierno. A esta marcha se sumaría también la protesta por las detenciones del pasado 20 de noviembre donde 11 detenidos fueron liberados por falta de pruebas.
Mi camarógrafo Federico Amezcua comenzó a grabar al grupo de jóvenes encapuchados cuando un joven sin capucha, con chaleco con antireflejante se acercó y puso su mano en la lente de cámara y ordenó: «¡prensa no!»
Eran más de las 16:30, los padres de los 43 normalistas de Ayotzinapa marchaban ya sobre la calle 5 de Mayo y detrás de ellos varios grupos civiles. La serpiente humana de estudiantes del POLITÉCNICO, la UNAM,UAM, era numerosa. El grupo de jóvenes encapuchados enarboló su bandera y flanqueó la marcha por la derecha, ahí un contingente les abrió un espacio. Un gran espacio.
Al entrar a la calle 5 de mayo, los jóvenes encapuchados pintaban consignas mientras los observadores de los Derechos Humanos del Distrito Federal los escoltaban. Varios medios de comunicación caminábamos a su paso y corríamos cuando ellos lo hacían. Mi camarógrafo se detuvo para hacer un paneo justo detrás de un cajero de IXE y ahí frente a nosotros, dos de los jóvenes abandonaron su tribu y con dos marros corrieron hacia nosotros (al menos esa impresión me dio, en el momento) nos esquivaron y con la fuerza que da la juventud y rebeldía, rompieron los cristales del cajero, -tremendo susto le pegaron al tarjetahabiente que realizaba su transacción bancaria-. Nadie protestó. A nadie le escuché decir: No a la violencia. Mi camarógrafo grabó ese momento y a falta de micrófono al aire, subí la foto a mi cuenta @yohalireséndiz
Esta vez, la orden de trabajo de Grupo Imagen para esta reportera fue cubrir la retaguardia de la marcha. Durante el trayecto hacia el eje central, los jóvenes no dejaron una sola pared limpia: «Muerte al estado, Ojo por ojo» pintaban y dejaban su marca junto a la palabra poderosa: «Revolución» en spray rojo y negro.
Hacía unos minutos que habíamos dejado atrás el Palacio de Bellas Artes y el Hemiciclo a Juárez cuando un artefacto explosivo fue arrojado dentro de la valla metálica que protegía al Hotel Hilton, luego más adelante otra cajero de Banamex con personas dentro, salían corriendo mientras uno de los líderes de los jóvenes encapuchados gritaba: «aquí no vamos a romper nada». Los jóvenes encapuchados obedecieron y sólo pintaron aquellos cristales con un: «43» «Revolución» y «Yo pinto, pero el Estado Mata».
Más adelante, el spray pintó las paredes del edificio Periódico Excélsior: «Prensa Vendida», de nuevo los reclamos a los medios de comunicación quedaban tatuados con tinta del color de la sangre. Luego frente al Senado, varios proyectiles con pintura fueron arrojados manchando sus enormes barras de metal. El Sol ya se había ido, así que destacaban los flashazos y las luces de las cámaras grabando la escena.
Después de eso, la marcha continuó y poco a poco el grupo de jóvenes encapuchados se fue dispersando hasta desaparecer. Mi camarógrafo y yo, llegamos hasta el Ángel de la Independencia, ahí escuchábamos parte del mensaje cuando por radio le avisaron a Raúl Flores, reportero de Grupo Imagen que había un enfrentamiento a la altura de la Glorieta de La Palma. Corrimos hacia atrás, al pasar la Embajada de Estados Unidos sobre Reforma tres bancos eran dañados en sus cristales y sus alarmas activadas, la escena aunque escandalosa terminó en minutos cuando algo llamó nuestra atención. Era fuego. Al acercarnos, una madre de familia encendía letras hechas de unisel y cartón que formaba: «Muerte al Estado del Crimen» el viento no ayudaba y poco a poco jóvenes estudiantes se le unieron para intentar incendiar aquella frase. Los fotógrafos y camarógrafos tuvieron su foto, cuando fue encendido un póster con el rostro de Enrique Peña Nieto.
Puedo decir, que el silencio llamó mi atención, es verdad que había música de protesta pero si alguien la hubiese apagado, el silencio hubiese sido ensordecedor. Mi reloj marcó las 20:00 horas. El micrófono de quienes dieron el discurso se había apagado. La marcha terminaba, las personas se dispersaban. Fuera de los daños a los bancos y las paredes había sido una marcha numerosa y pacífica. Justo en eso pensaba, cuando alguien de entre la marcha nos avisó que los granaderos estaban resguardados a lo largo de la calle de Hamburgo y Niza y entonces de nuevo, los ciudadanos comenzaron a correr.
De nuevo el terror en las calles de esta ciudad. «Vienen muchos granaderos» gritaban los ciudadanos y de pronto el primer comercio sufrió daños. Y sí, es verdad, que aquellos jóvenes encapuchados destrozaron cristales de comercios y cajeros a lo largo de Paseo de la Reforma en dirección al Zócalo, pero también es verdad, que los ciudadanos eran perseguidos de nuevo por los granaderos que a cada paso sembraban el terror.
Los jóvenes encapuchados llegaban al número 222 de Reforma, ahí lograron destruir una cafetería, incluso no les importó que hubiese ciudadanos compartiendo el café. Un enjambre de medios de comunicación grabamos los hechos, uno a uno fuimos testigos de como los tabiques y piedras tronaban vidrios y detonaban artefactos explosivos. Sin esperarlos, al cruzar Av. de los Insurgentes ya se veía una gran multitud que corría en sentido contrario, eran ciudadanos que habían regresado para unirse a los otros, ya quedaban pocos encapuchados y así sin más ni más los granaderos rodearon ciudadanos, incluso lastimaron, como es el caso de una joven a quién descalabraron.
Otra vez, igual que el pasado 20 de Noviembre, los ciudadanos eran tratados como delincuentes, rodeados, amenazados y otra vez, como aquel pasado Jueves, los ciudadanos se defendían con su única arma: su voz. Una voz clara, fuerte, estruendosa les contaba del 1 al 43.
Otra vez, el Estado se equivocaba. Otra vez, el abuso del poder imperaba. Otra vez, las malas decisiones de los gobernantes de este país lastimaban una marcha pacífica y solidaria. De nueva cuenta, la policía metía en cintura a quienes sólo exigían la presentación con vida de 43 jóvenes desaparecidos y la renuncia de Enrique Peña Nieto por su incapacidad moral. Está claro que este gobierno se ha debilitado porque la ciudadanía de este país, ya despertó y ellos, los que abusan del poder, lo saben.
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