Hace poco más de una semana (25/05/2020), un oficial de policía de Powderhorn, Mineápolis, en el estado de Minnesota, causó la muerte de un ciudadano afrodescendiente de 46 años de edad, el lamentable hecho fue grabado en video y difundido en redes sociales; el evento ha sido causa de protestas en distintos estados de la Unión Americana las cuales han llegado a las inmediaciones de la Casa Blanca. La muerte de George Floyd se ha considerado un acto racista y de brutalidad policiaca, por lo que los agentes que lo detuvieron y privaron de la vida han sido separados de la corporación y, al menos quien le causó la muerte, se encuentra detenido.
Estas protestas que ayer alcanzaron su séptima jornada, se dan en el periodo todavía vigente del confinamiento por coronavirus, esto es, a pesar de que Estados Unidos ocupa la primera posición en cuanto a casos confirmados y muertes por COVID-19, las movilizaciones en contra del asesinato de Floyd han sido de carácter masivo y han obligado a distintas autoridades a emitir toques de queda para contenerlas.
La muerte de Floyd y las movilizaciones que desató, irrumpen en un escenario que evidentemente no tenía previsto Donald Trump; la economía de Estados Unidos no marcha bien por los efectos de la pandemia mundial, además, como parte de su discurso, Trump anunció el retiro de apoyo financiero a la Organización Mundial de la Salud por la supuesta complicidad con China en el ocultamiento de información sobre el coronavirus. Trump habría reavivado la confrontación comercial con China con declaraciones sobre las empresas de ese país en Norteamérica y sobre Hong Kong. La respuesta de Pekín no se hizo esperar y amenazó con un contraataque sin precedentes, lo cual escalaría a de una guerra comercial a una nueva guerra fría entre estas potencias económicas.
Trump abrió frentes con el gigante asiático y la OMS que le pueden resultar adversos a sus aspiraciones para lograr un segundo mandato en noviembre de este año, así como la tragedia de Floyd se puede convertir en un hecho que juegue en su contra, no por el hecho mismo, sino por las malas decisiones que puede tomar para atenderlo. Ya la noche del domingo pasado desalojó a manifestantes de las inmediaciones de la Casa Blanca para, con Biblia en mano, tomarse una foto en la iglesia de St. John. Este martes amenazó con desplegar al ejército si los gobernadores no despliegan a la Guardia Nacional para sofocar las protestas.
Este escenario, sin duda, favorece las aspiraciones del virtual candidato demócrata a la presidencia, Joe Biden, quien, al inicio de las elecciones primarias no figuraba para ser el candidato favorito de su partido. Le quedan pocos meses a Trump para reducir los contagios y evitar más defunciones por COVID-19, estabilizar la economía y mantener el liderazgo con sus simpatizantes, encima, tiene que lograr sortear las justificadas manifestaciones por el asesinato de Floyd. Se antoja cuesta arriba el futuro de magnate republicano.