Los mercados se encuentran volátiles tras el “lunes negro” que hundió los precios del petróleo a su nivel más bajo desde la Guerra del Golfo Pérsico en 1991; el riesgo de una nueva recesión global es alto, debido a una combinación de tres factores clave, el enfrentamiento de los grandes productores de crudo Rusia y Arabia Saudita, la pandemia de coronavirus y la deuda empresarial de Estados Unidos.
Respecto al primer factor, se ha explicado ampliamente que su raíz yace en la decisión de Moscú de terminar más de tres años de colaboración con la llamada coalición OPEP+ para restringir la producción petrolera y apoyar los precios, en coordinación con El Riad y los otros miembros de la Organización de Países
Exportadores de Petróleo.
El impacto de esta medida, adoptada por razones económicas y geopolíticas como la competencia de los productores de crudo de esquisto de Estados Unidos, y como respuesta a las sanciones de la Casa Blanca sobre el gasoducto Nord Stream 2 que uniría los yacimientos de Siberia con Alemania, se resintió de inmediato.
En lugar de aceptar la propuesta saudí de recortar la producción a 1.5 millones de barriles diarios, o cerca de 1.5% del total mundial, Rusia abandonó la reunión de la OPEP en Viena el viernes pasado después de cinco horas de negociación, derrumbando los precios 25% al sumarse a una demanda energética reducida por el coronavirus en China, Italia y otros países.
- Mientras que la mezcla de México se desplomó a USD $24.43 por barril en comparación con el precio del viernes de USD $35.75—la peor caída en términos absolutos y relativos desde 2000— expertos adelantan que el sector del petróleo de esquisto de Estados Unidos se llevará la peor parte de la crisis, siguiendo a la reacción saudita de rebajar los precios de USD $6 a USD $8 para clientes asiáticos y europeos, así como de aumentar la producción en el orden de 10 millones de barriles diarios.
Gracias a la industria del esquisto o de lutitas, Estados Unidos es el mayor productor de crudo, anqueado por Arabia Saudita y Rusia. Sin embargo, la falta de inversión en el sector y los bajos precios limitarán la actividad en lugares como la Cuenca Pérmica de Texas y Nuevo México, tal como ocurrió en 2014-2016. De acuerdo con el Banco de la Reserva Federal en Dallas, USD $50 por barril es el precio mínimo con el que es viable perforar un nuevo pozo en el país, superando los costos de producción de sus dos rivales.
Grandes compañías como Exxon ya han disminuido su actividad con precios del barril en USD $50. En Texas, el número de plataformas activas cayó de 553 en octubre de 2018 a 398 en enero pasado.
- Por las mismas fechas, la industria petrolera perdió casi 14,000 empleos. Este panorama negativo lleva al experto en petróleo y negocios Wolf Richter a señalar que la “gran caída del crudo estadounidense” comenzó en 2014 y ahora está en su segunda fase, al destacar que el impacto de la guerra de precios fue tan caótico y brutal que la Agencia de Información de Energía, parte del Departamento de Energía de Estados Unidos, retrasó para el miércoles la difusión de sus perspectivas a corto plazo, a n de agregarles los hechos recientes.
Richter subrayó el colapso de las acciones y bonos de Occidental Petroleum, Chesapeake Energy, Whiting Petroleum y otras importantes firmas estadounidenses, al hacer notar que el objetivo final de la guerra de precios es quebrarlas y alejar a futuros inversionistas del sector del esquisto, caracterizado por su onerosa operación.
Coberturas financieras
No obstante, Richter y otros especialistas dudan que la estrategia funcione a largo plazo, tomando en cuenta que en 2014-2016 los inversionistas se retiraron por un periodo relativamente breve antes de que las firmas de fondos privados, de cobertura de riesgos y otras regresaran a la industria. Además, en esta ocasión las empresas más pequeñas adquirieron coberturas financieras contra la caída del crudo.
- Por su lado, Juan Cole, historiador y editor en jefe de Informed Comment, armó que “el petróleo de Estados Unidos está en las últimas”, porque el sector ha sido incapaz de atraer nuevos capitales pese a su rentabilidad de corto plazo y porque los inversionistas saben que “el petróleo es una industria contaminante que será cada vez más culpada (y demandada con éxito) por destruir al planeta con sus emisiones de dióxido de carbono que
atrapan el calor”.
Por si fuera poco, aseguró Cole, Arabia Saudita sabe que el auto eléctrico liquidará al mercado petrolero en los próximos 10 a 15 años, por lo que “insiste en vender sus activos estancados tanto como sea humanamente posible durante el crepúsculo del oro negro”.
- Cuánto tiempo puede durar la guerra de precios es tema para otra columna. Basta con indicar que Rusia está en mejor posición que Arabia Saudí; en Moscú, el Ministerio de Finanzas declaró que el país puede soportar precios de USD $25-USD $30 el barril entre seis y 10 años, tras añadir que podría recurrir al Fondo Soberano Nacional—con unos USD $150,000 millones, o 9.2% del PIB de Rusia—para garantizar la estabilidad macroeconómica si los precios bajos persisten.
Por el contrario, Arabia Saudita depende casi enteramente (87%) del petróleo para nanciar el gasto gubernamental, en comparación con 35% en el caso ruso, y la situación llega en medio de una compleja y prolongada sucesión en su liderazgo. El príncipe heredero Mohamed bin Salman lanzó una purga contra su mayor rival, su tío el príncipe Ahmed bin Abdelaziz, porque pretende convertirse en el nuevo rey antes de la cumbre del G-20 en El Riad en noviembre, reveló Middle East Eye.
Bin Salman no esperará a que muera su padre, el rey Salman, debido a que su presencia le brinda legitimidad, y quiere usar la cumbre como escenario para su ascenso al trono, al temer también que su protector, el presidente estadounidense Donald Trump, no asegure un segundo periodo en la Casa Blanca.
Acerca de la pandemia de coronavirus, necesitamos enfatizar que la respuesta de Washington ha sido débil e irresponsable, por decir lo menos. El miércoles, Trump anunció restricciones por 30 días para las personas que viajen desde el espacio Schengen de Europa—una medida que excluye a Reino Unido, donde la preparación del gobierno también ha sido criticada—además de un recorte del impuesto a la nómina y la posibilidad de rescatar a las industrias del esquisto, aerolíneas, cruceros turísticos y hotelería de lujo.
Disminuir el impuesto al salario pone más dinero en el bolsillo de los trabajadores, aunque algunos economistas han cuestionado si las medidas típicas de estímulo servirán en la crisis, cuando muchos podrían quedarse en casa. La semana pasada Trump autorizó un paquete de gasto por USD $8,300 millones, dirigido en parte a respaldar el desarrollo de vacunas y ayudar a los estados que están lidiando con la enfermedad.
Deuda empresarial
El tercer factor que amenaza a la economía global es menos conocido, pero es similar a la burbuja inmobiliaria que estalló hace 12 años cuando billones de dólares en deudas hipotecarias se acumularon en Estados Unidos. Según un reporte de NBC News, pagar la “montaña de deuda de riesgo” contraída por empresas y adquirida por inversionistas durante la reciente expansión económica será difícil para las primeras, si sus utilidades caen debido al coronavirus.
Los niveles de endeudamiento de Estados Unidos se encuentran en un punto récord y los mercados que trabajan con los créditos más riesgosos—como los bonos corporativos de alto rendimiento—han estado prendiendo sus luces de advertencia. Los compradores de deuda riesgosa también están saliendo de los mercados. A mediados de febrero, por ejemplo, un indicador de dichos bonos se hallaba en casi 1.2% para el mes; al terminar, se redujo en 1.5%, expuso la rma de análisis LevFin.
La deuda empresarial pendiente en el país llegó a USD $10.1 billones en el tercer trimestre de 2019, al pasar de USD $7.1 billones en 2013, informó la Junta de la Reserva Federal.
Tradicionalmente, el monto de la deuda empresarial pendiente ha sido más pequeño que los préstamos sobre hipotecas, pero ambos están parejos ahora. Por primera vez en la historia moderna, los préstamos comerciales son el principal grupo de activos de los bancos, superando al crédito sobre las hipotecas.
“No sólo ha habido un incremento en la deuda corporativa, sino que su calidad es la más débil que se haya visto”, recalcó David Rosenberg, consultor de inversiones. “El último ciclo tuvo que ver con los sectores de la vivienda y de la banca comercial. Este tiene que ver con el sector empresarial y los tenedores de la deuda espuria son fondos mutualistas, aseguradoras y fondos de cobertura de riesgos”, añadió.
- El segmento de crecimiento más rápido del mercado de deuda corporativa ha sido el crédito apalancado, es decir aquel que se hizo a empresas con un pobre historial crediticio o altos niveles de deuda. Dichos préstamos totalizaron USD $1.1 billón en 2019, un incremento de 15%.
- Algunos aspectos del endeudamiento compulsivo actual se parecen mucho al último ciclo, señaló NBC News. Antes del coronavirus, el creciente precio de las acciones y bonos alentó la creencia complaciente entre los inversionistas de que el valor de los activos sólo podría aumentar, como sucedió en el auge de la vivienda residencial que precedió a la crisis de 2008.
El Congreso y los reguladores financieros también han jugado un papel en la burbuja crediticia, como lo hicieron en el pasado. Al profundizar la desregulación, una política favorecida por la administración Trump, en 2018 relajaron las normas, alentando a los inversionistas a incrementar su endeudamiento. Las normas también se relajaron para los deudores inmobiliarios en el camino hacia la crisis de 2008./EL EUNIVERSAL-PUNTOporPUNTO