El presidente de Estados Unidos afronta un proceso para destituirlo que se ha gestado a un ritmo vertiginoso en los últimos días y que arranca en agosto con la denuncia anónima de un informante AMANDA MARS, Washington Un total de 84 palabras para resumir el escándalo que ha puesto al país más poderoso del mundo patas arriba: “He recibido información por parte de múltiples funcionarios del Gobierno estadounidense de que el presidente de EE UU está usando el poder de su cargo para pedir la interferencia de un país extranjero en las elecciones de 2020. Esta interferencia incluye, entre otras cosas, la presión a un Gobierno extranjero para investigar a uno de los rivales políticos domésticos más importantes del presidente. El abogado personal del presidente, Rudolph Giuliani, es una figura central de este esfuerzo. El fiscal general Barr parece estar también involucrado”.
- Con precisión y crudeza arranca la denuncia anónima del caso de Donald Trump y Ucrania, un buen reflejo de la velocidad a la que ha combustionado el escándalo. Un informante procedente de los servicios de inteligencia presenta el escrito un 12 de agosto. Y el 23 de septiembre por la noche, en un vuelo de Nueva York a Washington, la veterana demócrata Nancy Pelosi, presidenta de la Cámara de Representantes, ya empieza a escribir a mano el borrador del discurso con el que anunciará la puesta en marcha de la investigación para una posible destitución de Donald Trump. El famoso impeachment.
- Con las prisas, Pelosi se deja el papel en el avión. Da igual, al día siguiente, el 24, parece llevarlo muy bien aprendido. La Cámara baja, de mayoría demócrata, ha puesto en marcha la maquinaria del impeachment. Arguye las presiones del mandatario republicano al presidente ucranio para lograr que la justicia de ese país investigue al exvicepresidente Joe Biden, el precandidato para 2020 mejor situado en las encuestas, y al hijo de este, Hunter, por sus negocios en Kiev. Como en la trama rusa, este caso involucra a un Gobierno extranjero y la búsqueda de trapos sucios que, de existir, irremediablemente dañarán las posibilidades de salir elegido a su contrincante demócrata. El desenlace, sin embargo, se antoja radicalmente distinto.
- Para entender cómo en seis semanas se ha desatado una tormenta que no se produjo tras casi dos años de pesquisas sobre la injerencia del Kremlin hay que hablar de una llamada telefónica del 25 de julio, una reunión en Madrid el 2 de agosto, un confidente anónimo que se rasga las vestiduras ante lo que está descubriendo y un funcionario con nombre y apellidos, Michael Atkinson, que da un puñetazo sobre la mesa y acude al Congreso. La historia de Ucrania y el impeachment es un examen a la salud del sistema estadounidense, un paseo por sus cloacas y sus bondades. Estalla en 2019, pero los orígenes se remontan a la Ucrania de la revolución del Maidán, en 2014.
- Biden padre, por entonces vicepresidente de la Administración de Obama, viaja en varias ocasiones a Kiev para ayudar a consolidar al nuevo Gobierno de Poroshenko y, poco después, a su hijo Hunter lo contrata Burisma Holding, una de las mayores compañías de gas del país, con un salario mensual de 50.000 dólares. La Casa Blanca no consideró que hubiera un conflicto de intereses, pese a lo polémico del fichaje (sobre todo porque el dueño de la empresa en cuestión, Mikola Zlochevski, es un oligarca cercano al expresidente Yanukóvich, investigado por abuso de poder, lavado de dinero y enriquecimiento ilícito, pero nunca condenado).
Ese es el hilo del que Trump y Giuliani tiran durante meses para tratar de buscar un posible caso de corrupción en el hijo del veterano demócrata. Acusan al vicepresidente de haber logrado la destitución del fiscal general de entonces, Viktor Shokin, con el fin de frenar una investigación contra el Hunter, pero no ha trascendido que haya habido nunca ninguna investigación en marcha sobre los Biden en Ucrania. El exvicepresidente sí reclamó el relevo de Shokin, amenazando incluso —según reconoció él mismo—, con cortarles ayudas prometidas, pero esa demanda era compartida por expertos de organizaciones anticorrupción que justamente denunciaban la inacción del fiscal, incapaz de lograr ninguna condena reseñable.
El interés por lograr una investigación sobre los Biden entra en terreno pantanoso mucho antes de este verano, según la denuncia del confidente anónimo, que ha sido identificado por la prensa de EE UU como un agente de la CIA que trabajó en la Casa Blanca durante un tiempo, y afirma haber contado con la colaboración de media docena de fuentes.
La llamada entre Donald
- Trump y su homólogo ucranio, Volodímir Zelenski, el 25 de julio representa, sin embargo, la prueba más incriminatoria. En ella, el estadounidense pide insistentemente a Zelenski que investigue a Biden y a su hijo y le repite en varias ocasiones que su abogado personal, Giuliani, y el fiscal general de EE UU se pondrán en contacto con él para ayudarle. El confidente anónimo no escucha directamente esta conversación, pero varios funcionarios que sí lo hacen quedan alarmados por el contenido y por lo sucedido después, ya que, según el denunciante, abogados de la Casa Blanca trataron de ocultar la transcripción.
- El 26, al día siguiente de la conversación de los mandatarios, el representante especial del Gobierno de EE UU para Ucrania, Kurt Volker [que dimitió el viernes], se reúne con Zelenski y otros políticos ucranios para discutir cómo proceder ante las peticiones de Trump. El 2 de agosto, Giuliani se cita en Madrid con uno de los asesores del presidente ucranio, Andriy Yermak, para hacer un seguimiento de los casos de los que han hablado. A mediados de julio, el confidente se entera de un cambio en la política de ayudas de EE UU a Ucrania, por el cual la entrega de 391 millones de dólares ha quedado bloqueada. El 25 de julio, tiene lugar la famosa llamada. “Haré que Giuliani te llame y también que el fiscal general te llame y llegaremos al fondo del asunto. Estoy seguro de que lo resolverás”, dice Trump en esa conversación, como trascenderá dos meses después, el 25 de septiembre, al publicarse el resumen escrito de la llamada. Obstrucción Es entonces cuando ese informante anónimo da un paso al frente, aunque el periplo entre que da la voz de alarma y logra que algo se mueva también tiene algo de odisea.
- La primera queja la presenta a principios de agosto ante Courtney Simmons Elwood, abogada general de la CIA, que lo pone en conocimiento la Casa Blanca, el Consejo de Seguridad Nacional y el Departamento de Justicia, según The New York Times. Cuando el confidente descubre que Elwood ha hablado con la Casa Blanca, teme que no le crean y entierren el asunto, así que el 12 de agosto acude con su informe a Michael Atkinson, inspector general para la comunidad inteligencia. Ese cauce le ofrece, además, muchas más protecciones legales.
- A finales de agosto, la oficina del director de Inteligencia Nacional, con el interino Jospeh Maguire al frente, también remite el caso al Departamento de Justicia, pero este no abre investigación y Maguire no informa al Congreso. Atkinson sí lo hace, advierte a la Cámara y al Senado de que existe una denuncia de la que no puede hablar. La presión de los demócratas acaba haciendo explotar la olla a presión. El fin de semana previo a la Asamblea de Naciones Unidas en Nueva York trasciende el motivo de la denuncia. Trump habla de “una caza de brujas”. Las primeras citaciones para declarar ante el Congreso ya se han empezado a emitir./EL PAÍS-PUNTOporPUNTO