Por Eduardo Ibarra Aguirre
Nueve meses después de iniciadas, las mañaneras del presidente de la república son percibidas por una parte de sus críticos como lo que formalmente son, una conferencia de prensa de lunes a viernes en Palacio Nacional o en la ciudad en que se encuentre. Y en situaciones extraordinarias hasta tres en un día.
Pero son muchísimo más que una rueda de prensa del titular del Ejecutivo y en sí mismas tienen un significado más hondo debido a que por primera vez los reporteros y enviados preguntan lo que su buen saber y entender les dicta, o bien les ordenan su jefe de información, los directivos e incluso el propietario del medio de comunicación.
Las preguntas sin censura previa al presidente es una práctica hoy ordinaria en México. Se escribe fácil, mas no tiene antecedente alguno en los 297 años desde que se fundó la Gazeta de México, o desde que el país contó con Guadalupe Victoria como su primer presidente, el 29 de septiembre de 1786.
Por supuesto que las mañaneras con sus insuficiencias forman parte del desarrollo de la democracia política y de los derechos conquistados por los mexicanos, en particular los trabajadores de los medios de comunicación, y la cuarta transformación como movimiento y coalición política de gobierno, pues sólo con ella fueron posibles.
Entre los señalamientos críticos destaca que López Obrador contesta lo que le da la gana y no lo que el reportero espera. Por supuesto que es así, ya que la respuesta es atribución del interrogado. Si buscamos una respuesta al gusto de cada quien será preciso colocarse ante el espejo y monologar con él.
Otra cosa es el estilo personal de gobernar que en las mañaneras queda impreso en forma nítida, pero que da por resultado que el reportero de Proceso supere su función y polemice con Obrador. Y en la víspera Rafael Rodríguez Castañeda declare a Azucena Uresti: “Yo, como director, me siento directamente aludido por las expresiones del presidente. Porque finalmente bajo mi conducción está la línea editorial e informativa de la revista”. Es así porque en buena medida toman al pie de la letra expresiones coloquiales como “portarse bien”, que es de uso frecuente en amplios sectores del país, pero no entre los analistas militantes.
Semanario que, el domingo 28 de julio, en el número 2230, publicó por primera vez en sus 43 años de vida 18 páginas de publicidad pagada por el gobierno federal. Y que simultáneamente restringe a los lectores el elemental derecho de réplica a 4,800 caracteres con espacios en blanco incluidos y la mitad del espacio lo ocupan las aclaraciones de los reporteros aludidos. ¡Dos páginas de un total de 100! Pero cada semana publican textos sobre la libertad de expresión.
Sin ánimo de ofender a ningún medio o colega, tienen la piel muy fina, con una afortunadamente rica capacidad de crítica y reflexión frente a los poderes institucionales en primerísimo lugar y en mucho menor medida a los fácticos, a la vez que una limitadísima capacidad de autocrítica, como lo recordó Sanjuana Martínez en Canal Once (John & Sabina).
Las mañaneras son muchísimo más que una conferencia de prensa del presidente Andrés Manuel. Constituyen uno de los principales instrumentos que usa para fijar la agenda política nacional lo que logra con una extraordinaria facilidad, para comunicarse con los mexicanos de todos los partidos y apartidistas, con la denominada sociedad civil harto manoseada. Para informar al entre 61 y 71% de la ciudadanía que todavía lo apoya en el comienzo del décimo mes de su gobierno. Y hasta para girar instrucciones y lineamientos a su gabinete.