Por Eduardo Ibarra Aguirre
La descalificación en automático de la idea sobre la existencia de “mano negra” en las bloqueos –en distintos puntos de la capital y otras ciudades, a cargo de familiares y agentes de la Policía Federal y lo que denominan “paro nacional”, cuando son cientos los movilizados–, habla de la existencia de reacciones mediáticas para trivializar las “teorías conspirativas” del presidente Andrés Manuel, pero eso sí atribuirse el mérito del seguimiento informativo sobre las condiciones de vida y de trabajo de componentes de la PF, por parte de Ciro Gómez en Imagen Televisión, como hace semanas atribuyó a su propio trabajo el anuncio de la Secretaría de Salud sobre la adquisición de medicamentos para hacer frente a la escasez. Sólo que Denise Maerker mostró que en el desaparecido programa Punto de Partida (Las Estrellas) su equipo reporteó el tema desde hace una década.
Ojalá (Alá quiera) que la hipótesis de la mano negra fuera equivocada y el conflicto obedeciera a las presuntas amenazas que penden sobre elementos de la PF. Mas los hechos que se acumulan muestran lo contrario.
Para empezar los agentes policiacos exigen diálogo, pero rechazan y agreden física y verbalmente a la comisaria general Patricia Trujillo Mariel. Enseguida exigen la renuncia del secretario Alfonso Durazo, pero se reúnen con Ricardo Mejía, el comisionado por aquél para negociar y se retiran para realizar un “paro nacional”, pero antes exigen la presencia de los reporteros y que los acuerdos se publiquen en el Diario Oficial de la Federación.
Demandas que forman parte de pliegos petitorios “preliminares” y que un vocero de la “rebelión”, como la bautizaron los medios, no sabe quién los formuló. En tanto que dos activistas solicitaron voz en cuello que Felipe Calderón “sea nuestro representante sindical”. La respuesta: “No es asunto de partidos”. Nada sobre el florecimiento de la corrupción con Felipe del Sagrado Corazón de Jesús y su intocado Genaro García Luna, quien hasta noviembre era proveedor en seguridad con Enrique Peña.
Y surge la oportuna aclaración de “David”, entrevistado por Carmen Aristegui en 97.7 de FM, “El presidente tiene razón, hay corrupción, pero no somos los policías sino los jefes”. Y enlista los renglones de donde roban, como documentó La Jornada hace una década en Ciudad Juárez: los alimentos, los hoteles en los que duermen 10 por habitación, gasolina muy regateada y hasta patrullajes que no deben realizar en zonas específicas para no molestar a los grupos criminales. El almirante Alberto del Barrio renunció a la PF cuando sus jefes pretendían que avalara con su firma un reporte que justificaba un robo millonario.
Cuando López Obrador advirtió tempranamente que la “corporación estaba echada a perder” no descalificaba, como dice el especialista Eduardo Guerrero, sino describe una lacerante realidad que García Luna y Miguel Osorio toleraron hasta el exceso. Existen testimonios de bacanales de elementos de la PF con talco en abundancia. No me asusta la cocaína, pero hasta hoy es obligación de la PF combatirla.
El compromiso oficial de respetar los derechos laborales de los amotinados –y que lo hicieron cuando los trasladarían para practicarles exámenes físicos, poligráficos y médicos, que son de acreditación obligatoria para incorporarse a la Guardia Nacional–, no deja lugar a dudas ya que se les garantiza empleo, salario y prestaciones en varias dependencia federales, pues sólo 10 mil agentes pasarán a formar parte de la Guardia Nacional, previo cumplimiento de todos los requisitos.