Por Eduardo Ibarra Aguirre
Durante el primer semestre del gobierno de la cuarta transformación las exigencias y hasta protestas en actos con el presidente Andrés Manuel adquirieron carta de naturalidad, pasaron a formar parte del paisaje político, como acaso no sucedió antes, tal y como lo mostraron activistas del feminismo que el 8 de marzo se plantaron frente a López Obrador en el acto realizado en Palacio Nacional con dos grandes mantas para demandar alto a los feminicidios, pasando por las beligerantes protestas con las que fue recibido la semana pasada en Tapachula y en distintos momentos y ciudades por la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación en Oaxaca y Chiapas, así como por partidarios de la organización priista Antorcha Campesina en Querétaro, Yucatán y Puebla.
Mas el lunes 24, en la presentación del primer informe sobre los avances del Sistema Nacional de Búsqueda de Personas, en el salón Tesorería del Palacio las madres de los desaparecidos durante la guerra contra el narcotráfico decretada autocráticamente por Felipe Calderón y continuada en lo esencial por Enrique Peña, las invitadas de AMLO convirtieron el acto en una catarsis a la vez que airada exigencia: “¡Vivos se los llevaron, vivos los queremos!”
Es un reclamo que se escuchaba con mayor fuerza con los 43 desaparecidos de Ayotzinapa y aún antes, a partir de diciembre de 2006, pero que en realidad se acuñó a principios de los años 70 con Luis Echeverría, enarbolado por las madres de las víctimas de la guerra sucia contra el movimiento social y los guerrilleros. Gracias a la ejemplar lucha de Las Doñas y Rosario Ibarra.
Después de varios minutos de gritos y pancartas que alzaban madres en tenaz, paciente y a la vez desesperada búsqueda de sus hijos y sin el apoyo de los tres últimos gobiernos del vapuleado PRIAN, se escuchó de AMLO, el último orador: “No voy a ocultarme, voy a dar la cara siempre. Por difícil, por doloroso, por incómodo que sea, voy a estar siempre dando la cara y tratando con ustedes este lamentable asunto. Quiero decirles que es la peor herencia que nos dejaron los gobiernos anteriores. Y vaya que nos dejaron muchos pendientes”.
En medio de la sorpresa e incomodidad de integrantes del gobierno por los gritos, Obrador justificó a las demandantes, “No importa que griten, tienen todo el derecho, es legítimo… puedo enfrentar esta situación lamentable, grave, porque no tengo problema de conciencia. Cuando fui opositor siempre me opuse a la política que aplicaron los gobiernos neoliberales y di la cara y protesté en todas las plazas públicas”.
Para AMLO el problema de la inseguridad y violencia es “el primero en importancia en una lista de 72 prioridades” del gobierno. E Informó que se reunirá con los familiares de las víctimas cada tres meses para dar seguimiento al Sistema Nacional de Búsqueda de Personas, que se reactivó el 24 de marzo. Cinco veces lo interrumpieron y tres lo ovacionaron, una de ellas cuando dijo que jamás dará la orden de “reprimir a la gente”.
El problema es mayúsculo y nadie tiene derecho a engañar a los adoloridos familiares de los desaparecidos, generando falsas expectativas de vida. Mayúsculo porque consiste en falta de infraestructura adecuada y suficiente para el desarrollo de las pruebas periciales que permitan la identificación de las personas y por la escasez de personal especializado. Además de que “por muchos años se alentó una práctica deleznable para enviar cuerpos a fosas comunes sin hacerse la necropsia correspondiente ni un registro apropiado”; informó Alejandro Encinas.
Una cierta ventaja es que de los 207 sitios de inhumaciones clandestinas localizados y que acumulan 65.6% se encuentran en seis estados. Y que de las 426 fosas clandestinas ubicadas, se concentran en otros tantos y significan 79.5%; y de los 551 cuerpos localizados, el 80% se encuentra en seis estados. Es decir, el fenómeno social y humanitario presenta una alta concentración geográfica, lo que facilitará la cumplimentación del compromiso presidencial.