Por Eduardo Ibarra Aguirre
Donald John Trump cumplió 73 años de edad (frente a los 49 de Melania) y sigue bien y de buenas, aunque su carrera por vivir y despachar cuatro años más en la Casa Blanca, se le complica más de lo previsto tanto en términos electorales como en los procedimientos jurídicos que interpusieron en su contra diversas instancias del Ejecutivo y el Legislativo.
Precisamente por eso nadie puede asegurar que no reedite las amenazas y ofensas que acostumbra por vía Twitter contra el pueblo y el gobierno mexicanos: https://www.jornada.com.mx/2019/06/16/index.php?section=cartones&id=0
Por ahora está muy satisfecho con lo que hace México para atemperar los movimientos migratorios desde Honduras, El Salvador y Guatemala hacia EU, por lo cual escribió:
“México lo está haciendo mejor de lo esperado para detener el flujo de migrantes sin documentos que se dirigen hacia Estados Unidos”. Tan bien que dijo reconocer que sus “expectativas han quedado rebasadas de manera positiva”. ¿Cuánto tiempo le durará al potentado esta conducta “amistosa”? Hasta que sus planes reeleccionistas no requieran de nuevos y más agresivos maltratos a México.
Resulta plausible, por ello, el juicio del presidente Andrés Manuel, expresado en Parral, Chihuahua (la tierra de la familia Ibarra Alcocer), de que este asunto “deja como enseñanza que debemos ser autosuficientes porque si no nos venden alimentos o se encarecen los que compramos afuera, vamos a padecer en México. En cambio, si somos autosuficientes en maíz, en frijol, en arroz, en carne, en leche, que no lo somos, tampoco en gasolina; si producimos en México lo que consumimos, nos van a hacer lo que el viento a Juárez”.
Impecable la reflexión y si junto a la autosuficiencia alimentaria –destruida a lo largo de 37 años de capitalismo salvaje–, se formulan políticas para impulsar la diversificación comercial, para que sirvan de algo las decenas de tratados de libre comercio, pues resultará todavía mejor para el futuro de México.
Allá, en el estadio de béisbol Cuauhtémoc, el 15 de junio López Obrador recibió solicitudes de apoyo como es característico en sus giras. Y varios rarámuris portaban cartulinas que decían: “Voltea a la sierra Tarahumara”; “Nos estamos muriendo de hambre”; “Discriminación y maltrato”; “Los pueblos originarios también somos mexicanos”.
Por supuesto que AMLO respondió a las peticiones en corto y en público, y frente a éste llamó “a no actuar de manera mezquina contra los migrantes. Eso se llama xenofobia, el que se rechace al extranjero… les diría yo que es hasta anticristiano… Si han leído La biblia saben la recomendación que se hace de no maltratar al forastero. Tenemos siempre que darles buen trato a todos los seres humanos, hayan nacido en cualquier parte del mundo, en cualquier parte del universo”. Cierto, sólo que los recursos públicos mexicanos son limitados, insuficientes claro está, y las necesidades sociales de México y América Central son gigantescas. Además de que no es sustentable la tesis: “Donde come uno, come un millón” (11-VI-19).
Ojalá (Alá quiera) que la formula discursiva guardara correspondencia con la realidad. El hecho es que el reclamo no es tan gratuito como a veces se estima, amén de que la añeja tensión entre el erario y las necesidades insatisfechas estimula conductas como el rechazo en octubre pasado del 33.2% de la población a que los migrantes transiten libremente sin documentos por México y ahora es de 48.9%. ¿En cuál país de la aldea global los migrantes transitan o se desplazaban de aquella manera? En ninguno.