Por Eduardo Ibarra Aguirre
Como es natural, la renuncia de Germán Martínez a la dirección del Instituto Mexicano del Seguro Social fue sobredimensionada por informativos que privilegian el escándalo y las notas que tiñen de rojo pantallas y papeles, por la comentocracia que desempeña muy bien su papel opositor al gobierno de la cuarta transformación ante la subrayada debilidad de la oposición partidista y en menor medida la legislativa. Lo cual está bien siempre que los propósitos no sean extraperiodísticos.
Natural porque se trata de la primera renuncia en el gabinete ampliado del gobierno del presidente Andrés Manuel. Y está redactada según los analistas en términos “muy duros” e involucra a la columna vertebral del programa de gobierno, el combate a la corrupción y la austeridad republicana.
No es dable una conducta distinta de las estrellas del oligopolio mediático cuando Ricardo Monreal logró el acuerdo de las bancadas del Senado con las leyes reglamentarias de la Guardia Nacional –menos la abstención exhibicionista de Emilio Álvarez-Icaza–, consenso y legitimidad por convicción, pues las secundarias no requieren mayoría calificada y muestra a Morena (nombre del registro ante el IFE) como fuerza gobernante incluyente, capaz de construir mayorías en iniciativas de ley que lo ameritan por el papel que jugarán, mismas que ya cuestiona la representante en México de la británica Amnistía Internacional. Por supuesto que las observaciones son bienvenidas, pero la soberbia tiene límites y no se diga el respeto a la representación del Senado como garante de la Federación. ¿O hace lo mismo AI en Reino Unido y Estados Unidos?
López Obrador planteó el problema de la sobrerreacción en términos claridosos, en la mañanera del jueves 23 al asegurar que su gobierno no despide personal del sector salud, como se informa sin mediar fuente y hasta en sus comentarios sesgados Valeria Moy reconoció el 22 que son “una especulación”.
Para AMLO se trata de trascendidos, que tienen columnas firmadas con seudónimo en los diarios para expresar las opiniones de los dueños. “No se está despidiendo a nadie, es propaganda para afectarnos… Es el hampa del periodismo, se usa mucho que la calumnia cuando no mancha tizna… Ayer tuve una reunión con el sector salud y no hay despidos”.
Refrendó Obrador el compromiso para que cada mexicano tenga acceso a servicios de salud eficientes –sin gentilicio como hace meses usó el noruego en una evidente exageración–, como una misión que se encuentra entre sus prioridades y demandará gran esfuerzo. Mas insistió en que para ello será insoslayable el combate a la corrupción en el sector salud, la existencia de la cual permite que pese a que el 2018 el IMSS y el ISSSTE compraron medicamentos por 55 mil millones de pesos hay desabasto que, apunto yo, es la característica sistémica de por lo menos 3.6 décadas. “El saqueo al Instituto estaba a la orden del día”, me compartió un experimentado médico.
Y la decisión presidencial de que la corrupción “terminará en el sector salud” afecta poderosos intereses particulares que no son ajenos a la mediocracia. A Leo Zuckermann, por ejemplo, le parecen chiquitos (lo ilustró con dos dedos), los 400 mil millones de pesos que condonaron Vicente Fox y Felipe Calderón a sus amigos empresarios.
El hecho es que el eje del sistema de salud pública, el IMSS, atiende a 80 millones de mexicanos y para ello cuenta con 1.44 médicos por 1 000 habitantes, cuando los indicadores internacionales establecen que debe ser 3.4 médicos por cada 1 000; tiene 2.7 enfermeras por cada 1 000 afiliados, cuando lo recomendable es 9 por cada 1 000.