La Agenda Nacional de Riesgos (ANR) es el documento estratégico y prospectivo que orienta las operaciones del Sistema de Seguridad Nacional, a partir de la identificación de manera anual de aquellos fenómenos que pueden vulnerar los intereses y objetivos nacionales, focalizando la atención que el Sistema de Seguridad Nacional presta a cada uno de ellos.
Para su elaboración se toma en cuenta el contenido del Plan Nacional de Desarrollo (PND), así como del Programa Sectorial respectivo que, entre otras cosas contiene, un análisis y un diagnóstico de cada uno de los campos del poder que abarca la seguridad nacional. Este es un documento alejado de juicios de valor unipersonal o político. En él se vierte el estado de los riesgos y amenazas.
Esta es una de las razones por las cuales, el PND debe estar alineado con los objetivos nacionales que se desprenden de la Constitución, para que, junto con el Presupuesto de Egresos de la Federación, se constituyan como los instrumentos de donde se obtienen las grandes políticas nacionales en el país, cuyo diseño es capaz de modificar o alterar las diversas expresiones o campos del poder: político, económico, psicosocial, militar, tecnológico y diplomático. Es en la suma de todos estos campos en donde radica el poder nacional de cualquier país.
Entre los fenómenos que seguramente tiene la ANR como riesgos lo constituyen, entre otros, la corrupción, la impunidad, la ausencia de la aplicación del Estado de derecho, todo esto en detrimento de la democracia mexicana, así como la conducta de los actores políticos.
Es esta conducta por la que el discurso o narrativa del titular del Poder Ejecutivo Federal en señalar a quienes no coincidan con su forma de pensar fomenta la división entre la ciudadanía y aleja de la clase política de los acuerdos que pudiera necesitar el partido gobernante, para que más rápidamente se noten los efectos de la cuarta transformación.
Entre las fortalezas que posee el presidente de la República se encuentra, el haber llegado al poder con una gran cantidad de votos que legitima su actuar, para enfrentar la situación del país.
Por ahora no se reconoce en el ejercicio del poder, que intenta hacer cambios en una actitud incluyente. Esto es normal en todas las democracias en el mundo, pero en un acto de transformación de la cultura política, económica y social que pretende ser la cuarta transformación, el mensaje y las actitudes del gobernante hablan sobre su voluntad para inculcar esa anhelada transformación, por la vía de la inclusión.
Por otra parte, la denostación de la prensa que critica y señala los actos de gobierno viene a enrarecer el ánimo de la opinión pública, sumado a la cantidad de cuentas en redes sociales que se suman a la denostación política y social de los críticos al poder en turno.
La mafia del poder, la prensa fifí, los conservadores o cualquier otro calificativo que emita el presidente en sus conferencias de prensa matutina, solo viene a hundir el estado en que se encuentra la desprestigiada institución presidencial y retarda el lento proceso en que consiste una transformación cultural como lo fue, la independencia, la reforma o la revolución, hitos en que se basa la cuarta transformación.
No se trata si solo asistieron mil, dos mil o tres mil personas a la marcha contra el presidente. Se trata del respeto que el Ejecutivo Federal debe a quienes no votaron por él, pero que también gobierna.
Es cierto que esta administración heredó una crisis de credibilidad en la institución de gobierno. Es cierto que son muchos los problemas adquiridos, en muchas sino es que en todas las funciones de Estado y de gobierno, y que todavía no es cuantificable la responsabilidad de esta administración, pero más que un avance en la cuarta transformación, se construye una versión maniquea y un modelo barato de división social.
*Es Maestro en Seguridad Nacional por la Armada de México
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