La conmemoración de la matanza estudiantil de Tlatelolco, hace 50 años, movilizó a ex líderes estudiantiles y a jóvenes universitarios. Convocó a autoridades electas y constituidas y fue motivo de diversos homenajes.
- Decenas de miles marcharon de la Plaza de las Tres Culturas al Zócalo, donde a las 18:10 horas se guardó un minuto de silencio en memoria de las víctimas y se levantaron las manos con la V de la victoria. Alrededor de 90 mil personas acudieron a la cita, de acuerdo con la Policía de la CDMX.
¿Cuántos muertos, cuántos abusos podrían contarse en cinco décadas?
Estudiantes, maestros, obreros y campesinos marcharon hasta el Zócalo. Marchó un Cristo encadenado, envuelto en balas, una Guadalupana y hasta una comitiva venida de Nicaragua que coreaba: “¡Ortega y Somoza, son la misma cosa!”
- No se marchaba por los calendarios transcurridos ni por conmemoraciones obligadas. Se marchaba sólo porque, como en 1968, las demandas de justicia, libertad, democracia y educación seguían vivas, latiendo, siempre insatisfechas…
- Cincuenta años habrían podido ser un instante, un segundo, un suspiro. O nada. ¿Cuántos muertos, cuántos abusos podrían contarse en cinco décadas?, ¿cuántos, en un minuto de silencio?
- Aquí estaban de nuevo estudiantes y maestros, obreros y campesinos, madres buscando a sus hijos, hijos buscando a sus padres. Tres generaciones.
- Aquí, donde aquella noche se escucharon ráfagas a la señal de los guantes blancos. Como cada año, la Plaza de las Tres Culturas, en Tlatelolco, fue nidal de un monstruo multicéfalo y combativo, cuyo cuerpo alargado se extendió hasta el Zócalo de la ciudad.
- Al frente iban los escasos sobrevivientes de aquel movimiento, ahora liderados por José de Jesús Martín del Campo —presidente de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados capitalina—. Caminaban presos de sus cansancios y protocolos, aferrados a un itinerario inflexible, ajenos a la furia y al desorden de los otros…
Salieron puntuales: a las cuatro de la tarde, mientras el grueso de jóvenes aún emergía de las estaciones aledañas del Metro o se abría paso en el tráfico sobre camiones o microbuses raptados.
Por eso el tronco del monstruo quedó destazado, con las tripas regadas por Eje Central o por 5 de Mayo. Tras una hora y 15 minutos de caminata, los jefes históricos arribaron a la Plaza de la Constitución, donde la banda musical del pueblo de Tlayacapan soplaba las notas beatlemanas de “Yesterday”.
- Bajo la monumental bandera tricolor se había montado un memorial sangriento, con ropa, zapatos, libros y cuadernos teñidos de rojo, y un lema común de alusiones patrióticas: “Una fosa a cada hijo le dio”.
- Los integrantes del Comité del 68 ordenaron el pase de lista de los ausentes, entre ellos el exrector Javier Barros Sierra y el líder estudiantil Jesús Álvarez Garín; organizaron el minuto de silencio, con los brazos en alto, y aceleraron los discursos…
En el Zócalo había más eloteros, más garnacheros y menos críticos.
- Los estudiantes, de todas las instituciones públicas conocidas en el país, se asomaban apenas por 5 de Mayo o por Madero, con sus propios anhelos y consignas. Otros contingentes se habían rezagado, por el paulatino destellar de los machetes y el lento caminar de los más agobiados, por el recuerdo de sus desaparecidos.
- Se había convocado para rememorar los 50 años de la matanza de Tlatelolco, pero una marcha de tal dimensión se vuelve siempre una recopilación de las heridas de un país y el tic-tac de la realidad nacional.
- Ahí estaban los macheteros de Atenco, en protesta por el nuevo aeropuerto; los deudos de Ayotzinapa, añorando a los 43; defensores de los derechos homosexuales y viejos manifestantes de los episodios trágicos de Acteal, Aguas Blancas, Nochixtlán, Tlatlaya y Tanhuato…
- Marchó un Cristo encadenado, envuelto en balas; una Guadalupana y hasta una comitiva venida de Nicaragua que coreaba: “¡Ortega y Somoza, son la misma cosa!”.
- A medio protocolo, indiferentes a los discursos oficiales, llegaban a la plancha preparatorianos y universitarios. Habían salido de sus escuelas en nutridos grupos, para invadir los vagones del Metro con banderolas y cánticos como: “¡Usuario, consciente, se suma al contingente!”.
- “¡El que se suba, marcha!”, “¡Dos de octubre, no se olvida, es de lucha combativa!”. “¿Por qué nos asesinan, si somos la esperanza de América Latina?”, “¡Educación pública, gratuita y sin porros!”.
Saturaron los puentes peatonales desde la Calzada Nonoalco y el desnivel de Garibaldi-Lagunilla, contando del 1 al 43, gritando Goyas y frases contra Díaz Ordaz y presidentes de paso reciente. Mil mentadas maternales frente a Tepito y el descascarado Teatro Blanquita.
Unos parecían conscientes de las eternas luchas del pueblo, de los ecos del 68; otros estaban ahí para correr, gritar, empujar, provocar disturbios bajo el anonimato de una capucha. Cincuenta años y nada. Un suspiro en el tiempo. Tres generaciones, con demandas vivas…/LA CRÓNICA DE HOY- PUNTOporPUNTO