Al ser el cáncer una enfermedad cuya tendencia seguirá en ascenso a nivel mundial durante los próximos años –según informes de la Organización Mundial de la Salud (OMS)- por estar íntimamente relacionada con el envejecimiento de la población y con la falta de ingresos, se hace indispensable aterrizar políticas públicas que verdaderamente atiendan y den respuesta integral a la problemática del cáncer.
Sin bien desde el año pasado México cuenta con un Registro Nacional de Cáncer con base poblacional, como parte del Programa Nacional para la Prevención y Atención del Cáncer –que permitirá tener información real y precisa de la enfermedad-, se requiere de políticas públicas, estrategias de financiamiento y herramientas que permitan detectar, diagnosticar y tratar a tiempo a los 160 mil nuevos casos de tumores malignos que se presentan anualmente en nuestro país.
Recursos que se traduzcan en un mayor número de hospitales certificados y equipados para atender a pacientes oncológicos; para la adquisición de tecnología, equipos y medicamento de última generación; así como para realización de campañas de prevención y educación en todo el país, a fin de que las nuevas generaciones, desde la instrucción primaria, conozcan no sólo como funciona su cuerpo y detectar signos de alarma en caso de haberlos; sino también de la importancia de hacer ejercicio y de saber alimentarse bien para mantenerse sanos.
Ello, además de la capacitación de médicos de primer contacto y enfermeras para que sepan identificar cuando se encuentren frente a un caso de cáncer; formación de especialistas vinculados a la problemática del cáncer (oncólogos, psicooncólogos, radiólogos, mastólogos, etcétera).
Disminuir el sobrepeso; controlar la obesidad y la diabetes; incrementar la actividad física y establecer un régimen dietético lo más sano posible, forma parte de las acciones del Programa Nacional para la Prevención del Cáncer.
Mientras que la otra parte, tiene que ver con la actitud de las personas, en el sentido de comprometerse con su salud; circunstancia que en general nos quedamos cortos, ya que hoy por hoy –por desgracia- como mexicanos no tenemos la cultura de atención a la salud; la cultura de la prevención, en la que tanto cifran sus esperanzas las autoridades de Salud para revertir el panorama que hoy en día es una constante al menos en cáncer: diagnóstico tardío, equivalente a más del 70 por ciento de neoplasias en etapa avanzada.
Ante este escenario, se tiene que trabajar más en el empoderamiento de la salud, que en el caso de las mujeres aunque lento, va avanzando; mientras que en los hombres es apenas incipiente. En México, en pleno siglo XXI nos seguimos enfrentado a los tabúes y a la cultura del machismo; por fortuna la mujer actual piensa diferente a los hombres, no así las que pertenecen a los estratos más bajos, debido a que siguen sometidas a la voluntad de los maridos, lo cual viene complicar los avances en la prevención de la salud, porque no les permiten ir al doctor.
En suma, se requiere que el hombre se haga responsable de su salud –desde etapas tempranas- y no sólo cuando llegue al médico forzado por la esposa, la pareja o la hija; o porque realmente el malestar ya es muy evidente e incluso incapacitante.
Desde joven la mujer está acostumbrada a realizarse la autoexploración de senos, a que su vez acompaña con un chequeo ginecológico de rutina –independientemente de que tenga vida sexual o no- para descartar cualquier anomalía; pero en el caso de los hombres se necesita inculcar la responsabilidad de acudir al médico cuando menos una vez al año, o al urólogo después de los 45 años si tiene antecedentes familiares con cáncer de próstata; si presenta dolor o crecimiento testicular o si hay sangrado y dolor al orinar.
Existen tantas fuentes oficiales donde las personas se pueden informar sobre las dudas que tengan en materia de salud, además de la visita al médico, que al menos en la ciudad, no se vale decir que por ignorancia no se atendieron a tiempo.