Iglesia busca respuestas a retos de familia, divorciados y homosexuales

AGENCIAS

Las discusiones de la cumbre de obispos convocada por el Papa para responder a los desafíos más urgentes de la familia en el contexto actual, inició hoy con la lectura de un texto que pide un espíritu no discriminatorio hacia divorciados y homosexuales.

En la primera sesión de la asamblea extraordinaria del Sínodo de los Obispos, en la cual participan 253 personas (de las cuales 191 “padres sinodales”), el responsable de introducir los asuntos que se debatirán en los próximos 15 días fue el cardenal húngaro Peter Erdo.

En su exposición dedicó varios minutos a la situación de los fieles divorciados y vueltos a casar, que actualmente la Iglesia considera en una situación irregular y a los cuales, entre otras cosas, les niega los sacramentos de la confesión y de la comunión.

El debate en torno a la posibilidad de admitir a algunas personas en esas condiciones ha monopolizado el debate previo al Sínodo con álgidos debates públicos que han incluido a cardenales de alto nivel.

Al respecto Erdo aclaró que el debate no pretende poner en tela de juicio el carácter indisoluble del matrimonio católico, situación que no cambiará porque responde a una enseñanza del propio Cristo.

Empero, precisó que “los divorciados vueltos a casar civilmente pertenecen a la Iglesia. Necesitan ser acompañados por sus pastores y tienen derecho a ello” y agregó: “La pastoral de la Iglesia debe cuidarles de una forma del todo particular, teniendo presente la situación de cada uno”.

También constató que muchos esposos no son conscientes de los criterios de validez del matrimonio religioso a la hora de casarse y menos aún toman en cuanta que existe la posibilidad de que su unión no sea válida si no respeta esos criterios.

Por eso indicó como necesario verificar la validez de la unión conyugal cuando se da el fracaso del matrimonio, evitando que el trámite sea un simple cumplimiento burocrático o responda a intereses económicos.

En otra parte de su discurso, Erdo afirmó que entre los católicos existe un “amplio consenso” respecto al hecho que las personas de tendencia homosexual no deben ser discriminadas.

Al mismo tiempo –prosiguió- la mayoría de los bautizados no se espera una equiparación de estas relaciones con el matrimonio entre hombre y mujer.

En cambio –explicó el cardenal- los católicos piden superar los tradicionales roles sociales, condicionados culturalmente y la discriminación de las mujeres, que sigue presente, sin negar con esto la diferencia natural entre los sexos y su reciprocidad y complementariedad.

“No hay, pues, ningún motivo dentro de la Iglesia para un estado de ánimo de catastrofismo o de abdicación. Existe un patrimonio de fe claro y ampliamente compartido, del cual la asamblea sinodal puede partir, del que se debería hacer más universalmente conscientes a los fieles mediante una catequesis más profunda sobre el matrimonio y la familia”, apuntó.

Peter Erdo hizo referencia a una larga lista de problemáticas incluidas en las discusiones del Sínodo, que lleva por título: “Los desafíos pastorales sobre la familia en el contexto de la evangelización”.

Entre otras se refirió a la falta de comunicación serena en los núcleos familiares producida por las preocupaciones de tipo laboral y económico; visiones distintas en la educación de los hijos, provenientes de diferentes modelos educativos de los padres; los reducidos tiempos para el diálogo y el descanso.

Habló de los “disgregadores” de las familias como las separaciones, una mentalidad egoísta cerrada a la vida, que provoca “el preocupante crecimiento de la práctica abortiva” o que lleva a considerar a los hijos como objetos propiedad de los padres, que se pueden fabricar según sus deseos.

También mencionó a la pobreza, la violencia y los abusos contra mujeres y niños, las dependencias al alcohol, las drogas, los juegos de azar, la pornografía u otras formas de dependencia sexual, y las redes sociales.

Sostuvo que la Iglesia no puede no reconocer las situaciones que a primera vista están alejadas de criterios cristiano pero que son una oportunidad para acompañar a las personas, a fin de que lleguen a una decisión consciente, verdadera y justa acerca de su relación.

“Es cada vez más importante no dejar a la familia o a las familias solas, sino acompañar y sostener su camino. Cuando esto no sucede, las tensiones y las inevitables fatigas de la comunicación implicada en la vida de la familia, en la relación entre cónyuges o en la relación entre padres e hijos, adquieren a veces tonos dramáticos, hasta explotar en gestos de locura destructiva”, dijo.

“Detrás de las tragedias familiares con mucha frecuencia hay una desesperada soledad, un grito de sufrimiento que nadie ha sabido escuchar”, ponderó.

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