Entrevista a José Mujica, ex mandatario de Uruguay
Como Presidente, Mujica dio al mundo una cátedra de lo que debe ser la política: principios, ideas y rectitud. No ejerció el poder con los elementos simbólicos asociados al poder. En su vida como Presidente no hubo protocolo ni parafernalia. Quizá por eso hoy, que ya no lo es, Mujica no los necesita.
La de José Mujica y Lucía Topolansky es una casa normal. Hay ropa colgada en el tendedero, el ligero desorden que revela que aquí no hay «servidumbre» ni pretensiones. Es una casa normal y, por ello, Pepe nos recibe como recibe una persona normal a visitantes en un día de asueto: con un medio pantalón, crocs negros y una camisa a la que le falta un botón.
Celebridad política, Mujica muestra cierta molestia ante al apodo de «el Presidente más pobre del mundo». Sabe que eso no es lo más importante y que muchos de los que dicen admirar su humildad serían incapaces de imitarlo: «Soy una especie de cosa folklórica que está ahí. Lo sé perfectamente.
No me chupo el dedo». Por eso mismo, el interés de esta entrevista es alejarse de las idiosincrasias y los lugares comunes y hacer un verdadero diagnóstico sobre el estado de salud de la izquierda en Latinoamérica.
El contexto es de muchas interrogantes: la Cumbre de las Américas en Perú desinvitó a Maduro, iba a recibir por primera vez a Trump, quien la deasiró de último momento. Hay cuatro elecciones en puerta y, salvo México, en el resto de los países la derecha avanza.
En Costa Rica, en febrero, ganó la primera vuelta electoral Fabricio Alvarado, diputado, periodista, locutor y cantante de música cristiana. En Paraguay, la elección del 22 de abril podría terminar con el regreso del derechista Partido Colorado en la persona de Mario Marito Abdo Benítez, hijo del ex secretario del dictador Alfredo Stroessner.
En Colombia, rumbo a la elección del 27 de mayo, el favorito es Iván Duque Márquez, del Centro Democrático, partido de derecha radical fundado por el ex presidente Álvaro Uribe, que se opuso al proceso de paz. Y, mientras tanto, Lula está preso; Rafael Correa, ex presidente de Ecuador, enfrentado y seriamente cuestionado por su sucesor, Lenín Moreno; Cristina Kirchner en el banquillo de los acusados y Raúl Castro preparando y aplazando su salida del poder en Cuba.
El interlocutor podría tener algunas respuestas: Fue guerrillero, detenido cuatro veces, torturado, con seis balazos en el cuerpo, su último encierro duró 13 años. Mujica tiene una intensa vida partidista y experiencia, lo mismo parlamentaria, que en cargos ejecutivos.
Frente a él, estamos Marco Enríquez-Ominami, tres veces candidato a la presidencia de Chile, del Partido Progresista (PRO), y yo, un senador de Morena por Chiapas. Estamos encomendados a entrevistarlo por Arte, un canal de televisión pública cultural de los gobiernos de Francia y Alemania para la serie documental Hasta la victoria y más allá, y decidimos compartir este fragmento de la conversación con Revista R.
Frente a la crisis de la izquierda, queremos saber qué opina. Y queremos saber qué hará al respecto. Después de saludarnos, Mújica se ha retirado para hacer algunas maniobras con su tractor.
Minutos después regresa y, mientras se le explica qué hacen dos políticos latinoamericanos en su jardín este viernes de descanso, interrumpe para disculparse por su breve ausencia: «Mañana en la mañana, temprano, quiero plantar un poco de avena. Es un rastrojo que lo quiero deshacer y después, para prender la herramienta solo ¡no puedo!».
Empieza el Pepe, como le llaman cariñosamente, preguntando.
- En Chile, ¿cómo anda la cosa?
-¡Mal! -le dice Marco, pero ganaron legítimamente.
- ¿Y en México?
-¡Bien! -le digo yo- hay una enorme oportunidad de que gane Andrés Manuel López Obrador. Se la va a ver fea, con la bestia de Trump ahí al lado. Y se puso fea: cinco días después de la entrevista, el Presidente de Estados Unidos ordenó el despliegue de fuerzas militares sobre el Río Bravo.
Izquierda-derecha, ciudadanos-consumidores
- Se le atribuye la frase «el poder no cambia a las personas, solamente revela cómo son», ¿qué le reveló de usted haber ejercido el cargo más alto de su país?
Yo fui gobernante de mi país. Hice mucho menos de lo que deseaba y de lo que el país necesitaba. Este país tiene 9 o 10 por ciento de pobreza y 0.5 por ciento de indigencia. No tiene justificación que Uruguay tenga pobres ni indigentes. Mejoramos mucho, pero tampoco logramos la incorporación, en el sentido de ciudadanía, de la gente que mejoró su condición económica.
Creo que el problema de una cultura distinta (a la capitalista) es una batalla pendiente que, si no la plantea la izquierda, no la va a plantear nadie. Porque ya no alcanza con el desarrollo económico. ¡Por supuesto que necesitamos desarrollo económico, pero hay que entrar a pensar en la felicidad humana! Entramos en el siglo del loquero. Ahora todo el mundo tiene ansiedad, hay que ir al psicólogo y esto y lo otro, y patatín y patatán. Tenemos una vida sola, que se nos va. ¿Y qué es la felicidad? La felicidad es tener un margen de libertad.
- ¿Y qué es la libertad?
Es el tiempo de mi vida que gasto en las cosas que a mi me motivan. Eso es la libertad. Hay que salir de esa palabra abstracta que no dice nada. Mientras tanto, estoy sometido a la ley de la necesidad, y trabajo para pagar cuentas y trabajo para consumir. Todo ser humano tiene que trabajar y el que no trabaja está viviendo a costillas de alguno que trabaja.
Eso es inevitable. Pero la vida no es sólo trabajar. Hay que tener tiempo para los afectos, para la familia, para los amigos o para el hobby personal. A ti te gusta pescar, al otro le gusta pintar, yo soy militante social por vocación, ¡por que a mi me gusta! Yo soy un hombre feliz a pesar de los balazos y los garrotazos que me dieron. Porque vivo como pienso.
Ahora, si la felicidad me la plantean como tener un cúmulo de riqueza, ¡ah!, entonces no tenemos bronca con la corrupción, porque le estamos diciendo a la gente que hay que ser rico para ser feliz. ¡No! Y si no puedo cambiar el mundo, es como el tráfico de una avenida: no puedo evitar que pasen autos, pero hay que aprender a cruzar la calle sin que los autos me pisen.
- Si esa batalla cultural, para que los individuos sean más ciudadanos y menos consumidores, es tarea de la izquierda, y la izquierda ha gobernado, ¿por qué no se ha logrado?
El viejo pecado de la izquierda, desde la revolución francesa, es que la izquierda se preocupa de las ideas y la derecha se preocupa de los intereses. Y nosotros nos peleamos por ideas, y la unidad para enfrentar a la derecha se nos hace tris.
Ésta es la historia del fin de la revolución francesa, cuando el jacobinismo se asocia con la derecha contra el centro. Es la historia que terminó en que Francisco Franco muriera en una cama, porque anarquistas, comunistas y socialistas se dedicaban más a pelearse entre sí. Es la historia del nazismo en Alemania, la impotencia de la izquierda para juntarse y hacer frente común a la derecha que, a pesar de sus diferencias, tiene un instinto de intereses que la aglutina.
Para lograr cierto grado de unidad, hay que negociar, porque en realidad ésta es una lucha de coquetear con el centro. El que define el partido es el centro. Que por ser centro es vacilante, se inclina hacia un lado y hacia el otro, pero si lo escupís, más lo tiras para el otro lado. Vaya contradicción.
- Las coordenadas que sustituyen izquierda y derecha son adentro y afuera: los que se quedan afuera de los beneficios de la democracia y sus derechos, y afuera de la economía y los avances científicos. ¿Cómo se corrige eso?
Yo no tengo la fórmula para eso. Sería un genio si la tuviera. Es una cuestión pendiente que tiene la izquierda. Quiero salir de la idea simplista de cosas que aparentemente son necesarias, y plantear: no es suficiente. Si no cambia esto, no cambia nada. Que esto no sólo es un problema material, es un problema de recrear una civilización distinta. Si el sujeto está trabajando en una institución del Estado, pero tiene la misma ecuación que tiene el hombre común y corriente, no hemos progresado nada. No cambió nada.
El campo de acción política
- ¿Qué hace Pepe Mujica, hoy, para que la izquierda recupere el poder?
Yo estoy peleando en el campo del pensamiento y de la filosofía. Hemos caído en la trampa del capitalismo que, poco menos que política y econometría, es lo mismo…
- ¿La economía se comió a la política?
Así es. Y no es que la economía no tenga importancia, es que hay otras cosas que también la tienen. Hoy, desde el punto de vista de la ciencia, hasta los credos del liberalismo están en crisis. El libre albedrío y la libertad desde el punto de vista orgánico y somático están en discusión. O, mejor dicho, la ciencia lo niega. Tiene tanta vigencia como el alma, como el espíritu o como Papá Noel.
Y no hay que reprocharle ni a Marx ni a Lenin, creadores de su tiempo. No podemos renunciar a los aportes que van haciendo las ciencias del hombre, hoy tenemos ciertas herramientas que ellos no tenían, y hay que incorporarlas a la visión de izquierda. Eso es lo que intento sembrar. Yo veo un inconformismo latente en el piso de todas las universidades del mundo. Esto es común a Tokio, Estambul, Alemania, París, Brasil, donde fueres lo ves.
- ¿Pepe Mujica elige participar del pensamiento y no más de la acción política? Nosotros dos estamos en la acción política…
Pero yo tengo 83 años ¿Saben lo que pasa? El mejor dirigente no es el que hace más, el mejor dirigente es el que deja una barra (grupo político) que lo suplanta con ventaja, porque esta lucha es larga. Esta lucha es eterna. Esta lucha no puede terminar con mi vida. Yo apenas soy una gota de ese torrente emancipador de una parte de la especie que lucha por mejorar la civilización.
Porque tengo esa visión no me desesperanzo y tampoco me la creo toda. Trato de que existan compañeros jóvenes que se reproduzcan y que participen en el terreno. Porque, en el fondo, no creo en los hombres providenciales, lo que creo es en las causas providenciales, que es otra historia. Y sé que hay momentos de la historia que se resumen en la visión de un tipo. Yo me voy a reventar, y van a hacer un buen entierro, y la vida y la lucha continúan.
- ¿No es su honestidad, su forma de vivir, su austeridad, una forma de acción política de izquierda?
A ver. Yo no hago ningún sacrificio. Dicen por ahí que fui el Presidente más pobre. ¡Están locos! Pobres son los que necesitan mucho, es una definición vieja de Séneca. ¡No! Yo peleo por mi libertad. La vida es como la guerrilla. Si precisas esto y el otro, y le empezás a meter kilos a la mochila, ¡después no podés caminar! Y ahí es en donde estás frito. Si me lleno de compromisos materiales, pierdo mi libertad. Y mi libertad la quiero gastar en la lucha en la que estoy.
Yo vivo cómodo. ¡Sacrificado, un carajo! Para mí, las cosas simples y la sobriedad… no quiero usar más la palabra austeridad, porque dejan a la gente sin trabajo y a eso le llaman austeridad… sobriedad: lo necesario, lo imprescindible para vivir ¡y ya está! Lo justo: liviano de equipaje.
Con este permiso abierto. Cada ser humano en el marco de su libertad puede tener alguna canaleta. Suponte que me guste la música clásica, bueno, me reviento y tengo un aparato estereofónico porque me gusta escuchar conciertos, una cosa rara. También hay que darle un cachito a la inclinación personal. Ahora, no es ningún cachito la casa en Miami, el Audi, un Ferrari. ¡No! Eso es confundir felicidad con tener cosas. Y tener no equivale a ser. Tener, muchas veces, significa enajenarse.
- Pero la transparencia es también una bandera de la derecha.
Ésta (su forma de vivir) es una forma de crear una cultura distinta. Y no vamos a crear una cultura distinta si no empezamos por nosotros, por cuidarla. Para mí, tiene que haber coherencia. No puedo luchar por la igualdad, que en definitiva es la vieja utopía de la izquierda, igualdad en el techo en el que vivimos, pero mientras tanto aprovechar la desigualdad a favor de mi forma de vivir. No.
Además, me parece que tenemos la obligación de ser republicanos. Republicano es vivir como vive la mayoría de la gente y no como vive la minoría privilegiada. Y no por despreciarlos o por odio, sino por coherencia. Porque nuestra lucha es a favor de la mayoría de la gente. Nuestra forma de vivir tiene que ser una expresión real de lo que pensamos. No podemos plantearle un cambio a la gente que no empiece por nosotros. Pero, bueno, es mi manera de ser; al fin, poeta viejo.
- ¿Y su militancia, frente a la crisis de la izquierda?
Voy a seguir militando todo lo que pueda. La garantía más grande de que la izquierda siga son los inevitables fracasos de la derecha. La derecha puede generar mucha riqueza, pero no puede generar justicia, porque la acumulación de riqueza excesiva tácitamente es una terrible injusticia. Por eso hay izquierda para rato.
- ¿Los presidentes de izquierda no saben cuándo retirarse? Hay muchos con problemas con su sucesor.
El árbol grande siempre le hace sombra a los árboles chicos. Nosotros tenemos un cantor formidable en el Río de la Plata: Gardel, murió hace no se cuánto, y sigue cantando todavía. Se murió en el apogeo, nunca lo vimos viejo ni derrumbado… ¡un crack!/CON INFORMACIÓN DE LA REVISTA FORMA Y FONDO- REFORMA