Un nido medio vacío

“Vuestros hijos no son vuestros hijos:
son los hijos y las hijas de las ansias de vida
que siente la misma vida”.
Khalil Gibran”
 

Ya sé que lo de hoy es hablar de las campañas electorales y sus candidatos. Que si uno hizo, que si el otro le contestó, que si este robó más que aquél, que si aquél es más corrupto, que si cuál es menos fanfarrón, oportunista o mentiroso. Y ya ni hablar de sus capacidades para gobernar. Así que también sé, querido lector, que seguramente igual que yo, ya no quiere ver o escuchar sobre nada de eso que lejos de motivarnos, nos deprime.

Son tan malos todos, tan sucios todos, tan poco confiables todos, que lo único que queremos es que ya termine este proceso electoral.

Y pese a todo este ruido político, nuestras vidas siguen y es por eso que hoy mejor le contaré sobre una experiencia que recién tuve y que fue nueva para mí, aunque seguramente ya la mayoría de ustedes, de una u otra forma, ha experimentado.

Como algunos saben tengo un pequeño adolescente de 14 años en casa, hemos vivido prácticamente solos desde que nació, de modo que, aunque nos separábamos ocasionalmente por cuestiones de trabajo, lo cierto es que estas ausencias eran muy cortas y prácticamente cuando menos me daba cuenta ya estábamos juntos nuevamente.

Pues resulta que para esta Semana Santa, fue seleccionado en el colegio donde estudia la secundaria para ir a Londres y superar, junto con otras ocho chicas –es correcto puras niñas y él- una serie de competencias con el objetivo de mejorar su inglés y conocer más jóvenes de otros países.

Todo fue fantástico en la preparación. Mucho entusiasmo, emoción y mil y un pláticas sobre lo mucho que iba a aprender y a disfrutar un viaje que, por primera vez, haría solo.

La despedida me fue brutal. Tuve la suerte de acompañarle hasta la puerta de embarque del avión. Yo estaba por hacer otro viaje, no pude tolerar la idea de regresar a casa sin él. Entró como si nada. Ni siquiera volteó a verme. El corazón se me hizo pedacitos. Pero no pararía ahí.

Resulta que de la semana que ha estado fuera, sus mensajes son cortísimos. Si no fuera por la profesora que les acompaña no me enteraría de absolutamente nada.

Tengo una doble sensación: por un lado me siento bien triste de saber que este pequeño que dependió de mi por tanto tiempo, empieza a desplegar  sus propias alas y a querer volar fuera de las mías; y por otro lado me siento feliz del chico fuerte y capaz en que se ha convertido, de que haya sido seleccionado para un evento internacional y de que esté adquiriendo más herramientas para enfrentarse al mundo.

Después de esta experiencia me di cuenta cómo es que como padres, pero particularmente como madres, dejamos la vida atendiendo a los hijos. De cómo nos olvidamos de nosotras mismas para darnos a ellos, dejamos cariños, amistades, intereses, etc. y cuando menos lo pensamos, se han ido, y corremos el riesgo de quedarnos sin nada.

Este fue un llamado de atención a mi vida. Y por eso les comparto esta experiencia. Un hijo es un ser maravilloso que nos ha sido prestado para encaminarlo y apoyarlo en su crecimiento pero, eventualmente dejará el nido, y por eso, hoy estoy decidida más que antes a cuidar de mi misma, a cuidar de mis otros cariños, a retomar viejos intereses y amistades.

Pero en tanto rearmo mi vida, regresa mi adolescente y el proceso de renovación presidencial en México continúa, nos leemos la próxima semana….

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