Ante la evidencia de que el cáncer representa uno de los mayores retos en el mundo debido – entre otros aspectos- al aumento en la esperanza de vida, el desafió en países en como México (con ingresos medios-bajos) es mayúsculo, luego de que casi el 60 por ciento de los casos a nivel mundial y el 70 por ciento de las muertes por esta causa ocurre en naciones en desarrollo.
Cada año más de un millón de mujeres alrededor del mundo son diagnosticadas con cáncer de mama, de las cuales la mitad morirá a consecuencia de la enfermedad; por lo que uno de los principales desafíos de las instituciones del sector Salud es lograr un diagnóstico temprano y, por ende, un tratamiento oportuno, luego de que el costo del tratamiento de la enfermedad resulta muy elevado, máxime si no se cuenta con seguridad social.
En México de acuerdo a la publicación del Conacyt, “La mujer y la salud en México” (2014), la mortalidad por cáncer de mama se ha duplicado en los últimos 20 años. Se estima que en nuestro país diariamente mueren 17 mujeres por este tipo de tumor maligno, por lo que está considerado como un problema de salud pública. Para hacer frente a esta situación, desde el 2007 el gobierno mexicano garantiza el tratamiento gratuito del cáncer de mama en mujeres a través del Fondo de Protección contra Gastos Catastróficos del Seguro Popular, para hacer frente a este panorama.
Por lo que para el 2010 que dicha instancia financió el tratamiento de cáncer de mama a más de 17 mil mujeres; mientras que para el 2016, de acuerdo al Informe del Seguro Popular, se financiaron 6 mil 882 casos.
A lo largo de los años, representantes de diversas asociaciones civiles han luchado por una detección temprana de la enfermedad, como una estrategia más que permita reducir la mortalidad y la incidencia en etapas avanzadas –como sucede en la actualidad- y en consecuencia, la carga financiera del manejo oncológico.
Aunque aún no se compara en incidencia con alteraciones como la diabetes mellitus o enfermedades cardiovasculares, el cáncer de mama representa costos mucho más elevados; en especial en pacientes con estados avanzados, de ahí la importancia de la detección temprana. Mientras en Estados Unidos el 80 por ciento de los pacientes se detectan en etapa temprana, en México sólo se diagnóstica el 14 por ciento, lo que se traduce en un peor pronóstico, así como una carga social de mayor impacto y costo para nuestras pacientes.
Al respecto cabe puntualizar que en el 2014 México destinó el 6.2 por ciento del PIB en Salud, en comparación con otros países de la OCDE donde el promedio fue de 8.9 por ciento; es decir, una capacidad limitada frente a una enfermedad creciente. Protecciones indican que para el 2020 los casos por cáncer mama se incrementarán en un 13 por ciento.
El 6.2 por ciento del presupuesto equivaldría a 677 de dólares por persona al año, poco más del 50 por ciento fue aportado por el gobierno, y el resto proviene del gasto de bolsillo de los pacientes; ya sea adquiriendo seguros médicos o pagando los servicios al momento de recibir la atención médica.
El financiamiento de bolsillo de los pacientes eventualmente se hace insostenible, orillando a los pacientes a buscar atención en las instituciones públicas. En antaño los 677 dólares era suficientes para cubrir los gastos que implicaba el tratamiento, no obstante en los últimos años, el costo para una paciente en etapa IV se ha incrementado.
En 2014 el costo promedio anual para la etapa IV era de 555 mil 31 pesos aproximadamente, lo cual hace que el presupuesto destinado a salud para estas pacientes se torna insuficiente. Como es un hecho que a mayor avance de la enfermedad, mayor es el desembolso que tiene que hacer tanto el paciente, como los acompañantes o familiares, se hace indispensable no bajar la guardia y seguirle apostando a la prevención, porque siempre será mejor que nos digan: “no se preocupe, no tiene nada, a enterarnos que tenemos una enfermedad tan importante y costosa, como es el cáncer; y peor aún en etapa avanzada”.
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