De “La Mars” y otras sandeces

En las andanzas de reportero cuando cubrí el último tramo de la Presidencia de Ernesto Zedillo, fuimos a Culiacán, Sinaloa, a una ceremonia naval militar. El evento en sí no era importante, pero con la efervescencia de la alternancia en el poder —ya hacia semanas de las elecciones en las que había ganado Fox—, era imprescindible registrar cada palabra del aún mandatario.
Comencemos por decir que era una cobertura sin celulares, ni correos electrónicos ni todo lo que tienen a la mano los reporteros de hoy, por lo que luego de bajar del avión presidencial y llegar al lugar, era imperativo ubicar un teléfono fijo para enviar la nota.
El presidente habló unos minutos y aunque me lancé sobre el aparato en cuestión, ya había una decena de compañeros esperando turno. Ni modo, tuve que ser de los últimos y por consiguiente no logré ingresar a la comida en honor al mandatario.
En la búsqueda de algo para calmar el apetito, encontré a las afueras un pequeño restaurante donde la sorpresa no fue el delicioso aguachile, sino la experiencia de conocer a una mujer extraordinaria.
Marcela, la trabajadora principal del lugar, tenía en aquél entonces 58 años. De rostro duro y curtido por el sol, tuvo tres hijos que a temprana hora huyeron a Estados Unidos en busca de una mejor vida. Al principio le mandaban dinero, pero al poco tiempo se olvidaron y tuvo que luchar sola.
Trabajaba de lunes a domingo y por las noches acudía a la escuela para adultos. Escuchar aquello me alertó, ¿por qué una mujer como ella quería terminar la secundaria y luego la preparatoria? —Por el simple hecho de superarme, de querer conocer. No puede ser uno ignorante siempre, lo hubiera querido hacer de joven, pero no pude. Hoy tengo la oportunidad y lo estoy haciendo— me contestó… ni hablar, me dejó mudo. Esta mujer tiene razón. No hay edad para superarse, ni motivación suficiente que el hecho de ser alguien mejor.
Recuerdo esta anécdota porque hace unos días llegó a mis redes sociales un video en el que una joven identificada por ella misma como Mars Aguirre causó furor luego de que diera a conocer su “decisión consciente” de dejar la preparatoria por estar cansada del “sistema retrógrada” en el que, asegura, “hemos estado sumergidos por toda nuestra vida”.
La joven de 16 años, que siempre habló con un lenguaje soez —típico de alguien que no aprovecha la escuela precisamente—, cursaba el bachillerato en una institución particular de Baja California y en su video intentó justificar su decisión: “gracias al sistema en que vivimos, la sociedad nos ha metido en la cabeza que tenemos que tener cierto grado de estudios para, finalmente, estudiar lo que queramos”.
A ver muchachos (porque espero tener lectores jóvenes) estudiar es un acto de superación personal, no la lucha contra un sistema. Un alto nivel de estudios te abre más y mejores puertas, y siempre permite obtener un buen trabajo y un mejor salario que brinda un respetable estilo de vida.
Esta muchachita dice en unos pocos minutos una bola de sandeces para mostrar sus complejos y justificar su pereza. En serio, no se necesita luchar contra el sistema para ser una inútil. No necesitas a un mal gobierno para convertirte en una peor persona. En su insensatez, la ya famosa “Mars” no tiene ni idea de que estudiar es el mayor acto de rebeldía contra el sistema y que el saber rompe las cadenas de la esclavitud física y mental.
Esta inmadura joven puede darse el lujo de no estudiar porque tiene el dinero a manos llenas para vivir bien, aún siendo una ignorante, pero ¿en serio cree que tiene la vida resuelta? Lo que se ve en las redes sociales. ¡Por favor, lectores y no lectores, no viralicemos basura!
PARA EL REGISTRO Y hablando de sandeces, esto solo pasa en el sistema de justicia mexicano; por un lado, encarcelan a un taxista por decirle guapa a una mujer, mientras un juez concede amparo a Diego Cruz, uno de los Porkys, al no probarse el delito de abusar sexualmente de una menor en Veracruz. El mundo al revés. Gracias y hasta mañana.
 
 
@betata75

 

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