Pacto de Solidaridad, o el regreso al salinato

Eran los tiempos de la campaña de Enrique Peña Nieto por el estado de México. Cubrí parte de ese proselitismo para The New York Times en varias ocasiones. En una de ellas, a tres medios extranjeros se nos invitó a un evento con mujeres en Temoaya, muy cerca de la capital de la entidad.
Hasta allá llegamos el corresponsal de The Economist, de la agencia Reuters y yo, quienes acompañamos al entonces candidato en todo momento. El acto central de cada evento era la firma ante notario de sus compromisos con la gente, y con su rúbrica pretendía darle certidumbre a su promesa.
Luego del evento se nos invitó a un domicilio para entrevistar de manera cercana al político. Nos hizo esperar 20 minutos, tiempo que utilizó para aseo personal luego de un intenso ajetreo. En el acto pronunció un discurso en el que rompía con el priismo viejo.
Ya en la charla nos dio a entender que él formaba parte de un nuevo priismo y que no recurriría a las viejas prácticas de gobiernos como Miguel de La Madrid, Carlos Salinas o Ernesto Zedillo, que llevaron al país a un severo estado de postración económica.
Recuerdo esta anécdota porque el presidente Peña Nieto ha recurrido a una de esas herramientas corporativistas para intenar calmar las aguas turbulentas que ha provocado su mala decisión de subir el costo de las gasolinas. Y lo hizo como antaño, con el apoyo de los empresarios y organismos laborales de su partido.
El evento, que bien pudo darse en la décadas de los ochentas y no habría diferencia alguna, se caracterizó por no tener metas claras ni métricas para evaluar avances, como en aquél entonces.
Este pacto, llamado Comité Nacional por la Productividad, pretende paliar el castigado presupuesto familiar, y entre el listado de acciones comprometidas, destacan que el gobierno mantendrá cuidado en el gasto, disminuirá la deuda y seguirá construyendo obra.
Es más, para reforzar el simil, el secretario de Hacienda, José Antonio Meade, dijo que era un “acuerdo de solidaridad” igual que como se le llamó en el sexenio de Carlos Salinas de Gortari.
Pues bien, excluyendo a los grupos de choque que solo vandalizan, las manifestaciones sinceras y pacíficas para demostrar la molestia e inconformidad por el gasolinazo han comenzado a dar sus frutos. ¿Qué tan desesperados pueden estar en el primer círculo del titular del Ejecutivo para resucitar un Pacto ineficaz de hace casi 30 años para apaciguar la ira popular?
El argumento falaz del presidente de que la gasolina solo la consumen los ricos y que este incremento a los precios no afectará a los que menos tienen se diluye. Sobre todo porque la población siente ya el encarecimiento de los precios de productos básicos y el transporte público. Es cuestión de lógica, todo se transporta con gasolina. ¿Nos creen tontos?
PARA EL REGISTRO Surfeando en los podcats de internet me encontré con un programa de radio de una organización que tocaba el tema de las malas noticias y de cómo podemos llegar a ser adictos a ellas. ¿Será que los mexicanos somos adictos a las malas noticias? ¿Será que son las únicas que hay? ¿Ustedes qué opinan? Gracias y hasta mañana.
@betata75

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