Muy pocas personas auguraron el éxito de Donald Trump. Hoy será el líder de la primera potencia mundial. Guste o no a propios y extraños tomará decisiones que afectarán la vida de millones de personas y de múltiples naciones. Seguramente los internacionalistas serán los analistas protagónicos de por lo menos el siguiente lustro. Sin embargo no todo es tan dramático. El inicio de cualquier gobierno local o externo representa una ventana de oportunidad para los gobernados y para la clase política misma. El momento de replantear asuntos de gobierno con una nueva perspectiva y con estrategias novedosas que busquen resolver añejos problemas y romper inercias nocivas para la búsqueda del bienestar común.
Pese a que las perspectivas de los analistas no son positivas, el peor de los errores será caer en el tremendismo y realizar el deporte que infortunadamente es común en muchos de los gobiernos mexicanos: buscar justificantes para explicar la razón de nuestros problemas y nuestras tragedias nacionales.
Ya no se atribuirá solamente al hombre de la mal denominada “izquierda radical” el origen y destino de nuestros problemas, sino que también será Trump el responsable de nuestras desgracias. Así, la devaluación, la inflación la inseguridad, el desempleo, los salarios bajos, la falta de inversiones, la fuga de capitales y hasta cuando tiemble, la responsabilidad –afirmarán nuestros gobernantes- será de dos hombres: Donald Trump y Andrés Manuel López Obrador.
Particularmente en el siguiente año en que inicia el proceso electoral para la renovación de poderes en 2018. Ya suenan los tambores de guerra en contra de quien encabeza las preferencias electorales. Muchos medios de comunicación y en redes sociales inicia la estrategia para eliminar al indeseable. La incapacidad para gobernar ha sido evidenciada y las justificaciones están sobre la mesa.
@NVS_