El mayor éxito del Partido de la Revolución Democrática ha sido la conquista de la libertad política para todas las ciudadanas y ciudadanos. Aunque la prohibición del ejercicio de derechos ciudadanos no era para la derecha, la cual los podía ejercer en forma vigilada por el gobierno y leal de parte del PAN, y aunque la izquierda independiente logró después un lugar significativo en la lucha política, en verdad la libertad política en México no estaba vigente en términos generales. Era México un país en el que había partidos pero no había completa libertad para crearlos ni para militar en ellos. El surgimiento del PRD acabó con esa situación.
Mas el PRD también impidió que se cristalizara la tendencia hacia un sistema bipartidista en todo el país entre el PRI y el PAN. Ya desde la postulación de Cuauhtémoc Cárdenas como candidato a presidente en 1988, Acción Nacional dejó de ser “la oposición de su Majestad” (el PRI) para convertirse en otro partido dentro de una competencia entre tres fuerzas políticas nacionales.
Asimismo, al surgir el PRD, México se convirtió en uno de los países con mayor grado de unidad orgánica de las izquierdas en un mismo partido político. Muy pocos países han llegado a tener alguna vez tanta unidad de esa tendencia como no sea en sistemas políticos monopartidistas. Las derechas en cambio sí había llegado a estar básicamente unidas en un mismo partido en varios países de América Latina.
Aunque lo anterior ya es historia, puede ser también referencia presente si se quiere. Mas el problema actual consiste en que desde hace ya varios años el PRD carece de un plan para hacerse del poder político. Podría decirse que sin un plan para sostenerse o alcanzar el poder no hay partido en el sentido pleno de la palabra. Habría que agregar que un partido que deja de tener algún plan en este sentido empieza a morir de inanición aunque mantenga su presencia en las elecciones.
Como fenómeno, no es frecuente que un partido que aprueba una propuesta política la desconozca, ignore o defenestre. Eso es lo que le ocurre en estos días al PRD, pues aprobó quizá con poca o ninguna intensión un documento político que es también un plan para luchar por el poder pero a nadie parece interesarle. Esto quiere
decir que el verdadero mayor interés en materia política está en otra parte, pero ¿dónde? La respuesta podría consistir en obtener cargos de elección, ejercer un disminuido presupuesto para la acción política de dirigentes y grupos, tener presencia en negociaciones nacionales y locales sobre temas corrientes, entre otras actividades que tienen importancia y trascendencia pero que no son en realidad nada si no están vinculados a un plan político de poder.
Mas un plan político no sólo implica definir con quiénes se pueden hacer alianzas que lleven al poder político sino en señalar el camino de la aplicación de un programa de transformaciones desde dicho poder. No puede entenderse la política como medio para lograr una ubicación sin definir el objeto de la misma. Por ello es normalmente contradictorio plantear gobiernos de coalición entre el PAN y el PRD, pues a lo que ha llevado esta idea es a que no exista ninguno (ni existirá), sencillamente porque son imposibles bajo las actuales condiciones del país.
Es cierto que como parte del nudo en el que se encuentra el PRD está el tema de la unidad de las izquierdas pero, al mismo tiempo, el de la definición de las posiciones de izquierda propiamente dichas, es decir, aquello que distingue y caracteriza a la izquierda en nuestro tiempo. Estamos hablando del proyecto democrático y social, elemento central del plan para alcanzar el poder. Y estamos hablando de la consecuencia práctica con todo aquello que se proclama. Gigantescos problemas de un partido que apenas tiene 27 años de edad.