Los medios contra los periodistas

Hace bastante tiempo cuando laboraba en The New York Times, un personaje de la política allegado a la oficina del rotativo en nuestro país nos preguntaba acerca del riesgo de escribir sobre narco y violencia en México.
El personaje en cuestión, José Luis Santiago Vasconcelos, un subprocurador de la PGR que encabezó por algunos años la lucha antidrogas, sabía de primera mano que desde principios del 2000 los comunicadores estaban en la mira de la delincuencia organizada.
En una charla informal, el avezado funcionario —ahora finado— abordó el tema con un servidor, esperando que lo tomara sin intención alguna; pero ya adentrados en la cuestión pregunté a bocajarro si sabía de amenazas a nuestra oficina por parte de algún grupo delincuencial.
Vasconcelos cambió el semblante, titubeó y con voz desenfadada atinó a decir: “pues por ahí hay algo”, callando inmediatamente y pretendiendo dar por terminado el tema.
Por supuesto insistí, porque aquello era por demás preocupante y sean medios pequeños o grandes, en la ciudad o en el interior, coartar la libertad de expresión dañando la integridad de reporteros y fotógrafos es un acto deleznable.
Luego de la amena charla comuniqué la mala nueva a los mandos superiores, quienes activaron un protocolo de seguridad que incluía —entre otras cosas— modificar horarios, mayor comunicación con la embajada de los Estados Unidos y, por supuesto, ni una sola palabra pública.
Así es como arropa un medio de comunicación a sus reporteros porque éstos al final son la médula de los periódicos, revistas, emisoras de radio y televisoras, y deben contar con el respaldo necesario para realizar su labor, además de protección a su integridad.
Hoy el periodismo es un medio convulso asediado por el crimen organizado, policías de todos niveles, caciques estatales y políticos corruptos, y sus protagonistas recorren el país con un sinfín de riesgos.
Pero asombrosamente tienen un enemigo más, y en mi opinión el peor de todos: sus directivos, muchos de ellos envueltos en intereses y redes de poder que ejercen el periodismo con miedo y poca visión. Estos “patrones” dejan en desamparo a los reporteros y fotógrafos quienes aceptan trabajar por raquíticos sueldos por necesidad y con prestaciones mínimas.
Anabel Flores Salazar, colaboradora del periódico El Sol de Orizaba, en Veracruz, de 32 años de edad, madre de dos niños,  uno de ellos de 15 días de nacido, fue secuestrada la madrugada del lunes 8 de febrero de su domicilio por un grupo de hombres armados y su cuerpo fue localizado horas después en la carretera de Cuacnolapan, en el Municipio de Tehuacán, Puebla.
Solo pasaron horas para que el cuerpo directivo de “su” rotativo la criminalizara en un desmarque desleal y patético, atropellando no solo sus derechos humanos y laborales, sino convirtiéndose equivocadamente en juez al que poco le importó la debida investigación de los hechos.
Cierto, el crimen organizado ha penetrado diferentes esferas públicas y privadas de este país, pero la cobardía con la que el periódico hundió la imagen de la reportera es una sinrazón que no debemos permitir.
PARA EL REGISTRO Aún así, después de 20 años de ejercer el mejor oficio del mundo, puedo decir que ser periodista en México es un gran honor. Saludos y hasta mañana.
 
 
@betata75

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