Comedor de beneficencia atiende a más de mil migrantes

Imagen: Internet
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AGENCIAS

En el desayunador salesiano Padre Chava prestan su servicio 40 voluntarios, quienes desde muy temprano caminan de prisa entre las largas mesas, para servir desayunos a migrantes varados, entre ellos algunos que han llegado a indigentes.

Sin nóminas, el personal que ahí labora presta diario su servicio, desde muy temprana hora y hasta más allá de las 10:00 horas, luego de servir más de mil 200 desayunos a los migrantes en esta frontera.

Se trata de voluntarios, como amas de casa, comerciantes, estudiantes hombres y mujeres de origen estadunidensem, además de jóvenes locales y personas que encontraron su vocación en el servicio, tras haber llegado a esta frontera en calidad de migrantes.

Llegaron hasta esta zona fronteriza con la mira puesta en el territorio estadunidense, atraídos por la percepción de que en esas tierras se gana mejor, existe trabajo para todos y a la que habrá que llegar sin importar los riesgos que se corren.

La realidad, en muchos casos, terminó con esos sueños, algunos deportados desde Estados Unidos a este territorio, otros que llegaron provenientes de los estados del sur o centro del país e incluso allende las fronteras mexicanas, de Centroamérica.

Sin dinero, sin trabajo y hambrientos deambulan por las zonas aledañas a la línea internacional, o se estacionan pacientemente a esperar, debajo de los puentes de la canalización del Río Tijuana, alguna oportunidad para cruzar el tan vigilado límite fronterizo.

En estas condiciones, diariamente cientos de migrantes acuden con sus generosos hospederos, en un inmueble no lejos del “bordo”, también cercano a la canalización que lo mismo ha servido de refugio a maleantes y drogadictos, a quienes tienen que sortear.

Allí, desde muy temprano forman una larga fila y luego de entrar en un ventilado y espacioso inmueble, se sientan a esperar su desayuno, preparado por cocineros también voluntarios y otras personas dedicadas a servir los platos calientes.

La cofundadora del Centro Salesiano, Margarita Andonaegui, comenta que algunos de los deportados migrantes, luego de estabilizarse aquí, se integran también a la plantilla de voluntarios, quizá en pago a lo que algún día hicieron por ellos.

“Comienzan a colaborar con nosotros, aunque también están albergados aquí, son gente en proceso de regresarse a su lugar de procedencia, otros en vía de arreglar sus documentos para emplearse, pero nos ayudan aquí”, indicó.

La naturaleza de las personas que se integran a prestar este servicio, dice, “es gente sensible de Tijuana, algunos estudiantes que llegan a prestar su servicio social, gente cordial que es la mayor riqueza de esta tierra”.

Los estadunidenses son voluntarios de todas las posiciones; incluso en algunos momentos han llegado franciscanos y seminaristas de la Diócesis local, y de otras congregaciones religiosas, a prestar estos servicios y socorrer a quienes lo necesitan, manifesta.

Además de los desayunos, también les comparten el servicio telefónico, atención médica, peluquería, baño e incluso comunicación vía Internet por las tardes, aunque el comedor cierra a las 10:00 horas todas las mañanas.

Respecto al llamado “bordo”, donde se encuentran algunos migrantes y otros en condiciones de indigencia, anota que este problema fue creciendo desde hace 15 años cuando que se fundó el comedor. “Por años se ha acumulado y se ha generado la necesidad de brindar ayuda”.

Expone que migrantes que cayeron en la indigencia o en el uso de las drogas han sido canalizados a los centros de rehabilitación. “Si continuamos trabajando así, poco a poco se irá limpiando la zona, pues poco a poco, ya hemos visto resultados”, asegura.

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