México es quizá el único país del mundo donde la evaluación del magisterio se ha convertido en un fin en sí mismo, en un símbolo de la preeminencia del Estado sobre la escuela. Toda evaluación debería estar vinculada a un esbozo de nuevo plan educativo. Es decir, que para poner en marcha unas reformas se hace necesario conocer el nivel de los profesores que se van a encargar de llevarlas a cabo, con el propósito de precisar el programa de actualización o de modificación del patrón de enseñanza. Pero en nuestro país la evaluación no tiene nada que ver con el conocimiento del nivel profesional del magisterio para fines reformistas.
La Secretaría de Educación, ahora a cargo de Aurelio Nuño llevado ahí desde la Oficina de la Presidencia, ha dado a conocer el significado de la evaluación: otorgar un aumento extraordinario de salario a quienes tengan una calificación sobresaliente. Esto implica que por encima del escalafón y de la antigüedad, la SEP premiará a los “buenos” y dejará fuera del incremento salarial a los “malos”, lo cual generará una diferenciación perniciosa entre colegas que realizan la misma labor: a trabajo igual, salario igual, reza una máxima mundial que está siendo atropellada por Aurelio Nuño y su jefe Peña Nieto.
No importa, nos dice la SEP, que los profesores no sean evaluados en todas la etapas porque una sola de las mismas es suficiente. La evaluación no es una criba sino sólo para quienes no se presenten a ninguna etapa de la misma. Entonces, lo que se busca sólo consiste en lograr la evaluación aunque sea poca, aunque sea en una tercera parte, aunque sea de pasadita y aunque sea sin la menor trascendencia en el desempeño profesional de los maestros evaluados. Es un fin en sí misma.
La reforma administrativa de la educación básica tuvo originalmente como propósito arrancar al liderazgo sindical la capacidad de nombrar y promover a los maestros y designar a los directores, coordinadores y demás personal de mayor nivel. La lideresa del SNTE llegó a nombrar al subsecretario de educación básica, entre otros muchos funcionarios, y a manejar cuantiosos recursos más allá de las cuotas sindicales.
Los líderes charros del SNTE se sometieron pronto a la reforma administrativa y admitieron que ya no podrían nombrar libremente a casi todo mundo, pero a cambio de mantener otros privilegios y de no ser enviados a la cárcel como se hizo con Elba Esther Gordillo. La CNTE, en cambio, se planteó echar abajo la reforma aunque en realidad negoció los cambios principales en los proyectos de leyes reglamentarias. Ahora, someter a la CNTE mediante la evaluación es el segundo paso después de haber sometido a los charros. La diferencia es que los anteriores amafiados de Gordillo siguen en sus cargos y han vuelto a ser aliados seguros del gobierno mientras que se busca la disgregación de los llamados disidentes.
La evaluación se convirtió en un fin a pesar de que pudo ser un instrumento tendiente a realizar una reforma de la escuela autoritaria, pobre y atrasada que predomina en el país. La inmensa mayoría de los profesores ya han sido “evaluados” pero no se han planteado cambios en la enseñanza, los cuales no podrían llevarse a cabo, cualquiera que fuera su contenido, sin los maestros de todo el país. La única medida que ha tomado la SEP es el invento de un bono colocado en bolsa para obtener un empréstito de 50 mil millones de pesos, el cual es inconstitucional porque es deuda pública que no va a generar ingresos propios para su pago pero, al fin, promoverá que las escuelas tengan electricidad, drenaje y agua corriente, lo que siempre debieron tener. Para tratar de demostrar que se piensa en reformas, Nuño ha dicho que es preciso aprender bien español y matemáticas mientras lo demás ya llegará. Eso es como dar palos de ciego. Frente a una escuela deficiente, la respuesta no debe ser desatender asignaturas en aras de sólo dos de ellas sino elevar el nivel general. La educación básica se sostiene también en la historia y las ciencias naturales, entre otras materias justamente básicas, lo cual no es admitido dentro del pensamiento neoliberal estrechamente pragmático que hoy predomina en el gobierno.
Además, como la evaluación es resistida por miles de maestros en algunas entidades del país, entonces se le está ligando al uso de la policía y al incremento del número de presos políticos, lo cual demuestra con mayor evidencia que no se trata de una reforma de la educación sino de la búsqueda de un sometimiento del magisterio.
Esa evaluación no servirá, por tanto, para mejorar la enseñanza en México. La reforma educativa no aparece por ningún lado, como ya lo dijo con mucha claridad y certeza el rector Enrique Graue.