Probablemente usted, querido lector considere que soy un pesimista, pero como decía Carlos Fuentes, el pesimismo no es más que un optimismo bien informado. El saldo de la jornada electoral era el esperado, violencia y más violencia. Pero no me parece correcto que solamente se hable de la realizada por los profesores o de los movimientos sociales predominantemente del sureste de nuestro país. Cansados de la pobreza y de la impunidad con que actúan gobernantes y los grupos reales de poder.
También debemos de hablar de la violencia que viene “de arriba”, de la violencia de las élites políticas que se niegan a entender que México necesita de un cambio, un cambio real, más allá del discurso y de la demagogia que por años nos han recetado.
Es necesario también que se hable de la violencia que viene del Instituto Nacional Electoral, del Tribunal Electoral y de los Órganos Públicos Electores de las entidades federativas. ¿O como podemos llamar a la complicidad con que actúan al proteger a las élites a las que hemos hecho alusión? ¿Cómo llamar a las reiteradas violaciones a la ley del Partido Verde Ecologista de México hasta el día de la jornada electoral, a sabiendas de que el objetivo pretendido se ha logrado: hacer el juego sucio para el partido en el poder y que nada importa las multas o ahora perder el registro, si en los hechos la meta se ha logrado?
El panorama es sombrío: elecciones violentas, elecciones caras y elecciones sin garantes. ¿Este es el México que heredaremos a nuestros hijos?
Néstor Vargas Solano* Ex presidente del Instituto Electoral del Distrito Federal