Los organizadores del Festival de Cannes lo dejaron claro y las estrellas, obedientes, respondieron a su llamada: nada de selfies en la alfombra roja, una costumbre «extremadamente ridícula y grotesca» que además «ralentiza» el desfile.
Un mes antes del festival, que se inauguró hoy, su delegado general, Thierry Frémaux, dijo que no quería pasar por policía, pero que el hábito de los selfies -«pararse cada dos metros para hacerse una foto de sí mismos…»-, mejor guardarlo para otra ocasión.
Dicho y hecho. Frémaux propuso y las estrellas dispusieron.
Tan solo una pareja de desconocidos osó saltarse la regla y subió las escaleras del Palacio de Festivales con una parada en cada peldaño para autorretratarse, cada uno por separado, en tan magno evento.
Los demás, obedientes y expeditos, lucieron talle y figura en una pasarela por la que desfiló un generoso número de astros del cine, para deleite de los fans que se agolpaban a los lados.
Las mujeres, grandes protagonistas de esta edición, marcaron el paso, que abrió Isabella Rosellini, presidenta del jurado de la sección «Un Certain Regard» (Una Cierta Mirada), muy elegante con un vestido con una capa en colores cálidos.
Tras ella, Julianne Moore, como acostumbra, derrochó amabilidad y simpatía con los espectadores, mientras lucía un acentuado escote en V en una chaqueta con incrustaciones y plumas y una falda gris.
También de gris perla y con un cuidado peinado con recogido que dejaba libre un mechón como flequillo casual, apareció Naomi Watts, que presenta en competición «The sea of trees», de Gus van Sant.
De rojo y con grandes pendientes blancos llegó Natalie Portman, que debuta en Cannes como directora, de la mano de su marido, el bailarín francés Benjamin Millepied.
Al «glamour» de la velada, con una temperatura inmejorable, contribuyeron también los miembros del jurado de este año, que aportan más lustre a una selección oficial que este año se ha olvidado de estrellas para apostar por películas de autor.
Jake Gyllenhall y Sienna Miller, junto a los hermanos Coen, Guillermo del Toro, Rossy de Palma o Sophie Marceau, conforman un jurado agradecido, en mayor o menor medida, para las cámaras.
Y al final de todos, apareció la verdadera dueña de la noche, la gran dama del cine francés Catherine Deneuve, para presentar el drama social «La tête haute», que en la proyección matutina para la prensa pasó sin pena ni gloria.
Un tanto arisca, como también lo había estado en la rueda de prensa previa, Deneuve pasó como una exhalación por la alfombra roja.
Tal vez, quién sabe, seguía contrariada por haber protagonizado contra su voluntad la última portada del semanario satírico «Charlie Hebdo»: una caricatura que se burla de su físico y que la compara con un paquete sospechoso en la alfombra roja del festival.