Aristóteles afirmaba que el hombre es un zoon politikon, o sea, un animal por naturaleza, que nace con una cierta disposición natural hacia la sociedad. Por el contrario Tomás Hobbes consideraba que ese axioma aceptado comúnmente era falso, que el error provenía de un estudio “demasiado ligero de la naturaleza humana”; consideraba que el origen de las sociedades más grandes y durables no reside en la reciprocidad amable y amistosa entre los individuos, sino en el temor mutuo de los hombres respecto de los otros.
Como sea, al existir hombres existen en consecuencia sociedades y si existen éstas se hace necesaria la organización y la distribución del ejercicio del poder en la toma de decisiones. La política es pues el arte de hacer frente a los problemas sociales, o de evitarlos (Bunge).
Los principales actores dentro de nuestra democracia representativa son los partidos políticos, quienes a través de sus plataformas electorales presentarán ante la ciudadanía, en las correspondientes campañas electorales, sus propuestas de gobierno respecto de los problemas que les aquejan cotidianamente no sólo como comunidad sino como proyecto de nación. En otras palabras, son los partidos políticos que a través de sus candidatos tienen en sus manos la decisión de las metas como nación y el establecimiento de los mecanismos más pertinentes para la conducción del proceso social.
Las plataformas políticas representan mapas ideológicos de las propuestas políticas que tienen los partidos frente a problemáticas sociales concretas. ¿Pero qué pasa cuando estas plataformas no constituyen más que un simple trámite ante las autoridades electorales? ¿Cuando la ideología de estos partidos no es acorde con lo que sus propias plataformas plantean?
Las ideologías de los partidos políticos permiten reducir la complejidad social, sirven como ejes orientadores para los ciudadanos de las prioridades y preferencias que presentan frente a la problemática social.
Sin embargo, acudimos desde hace varios años al espectáculo de una política vacía. Una política caracterizada por un desdibujamiento de los mapas ideológicos de los partidos políticos que sirvan como referentes en la discusión de propuestas viables que mejoren las condiciones de seguridad, educación, empleo y bienestar social. Que justifiquen de alguna manera los sacrificios sociales, sufridos desde hace varias décadas.
Los partidos políticos rigen sus conductas no a partir de una propuesta política seria para la ciudadanía, sino a partir de un pragmatismo político y en consecuencia de una serie de alianzas electorales con partidos que ideológicamente representan lo opuesto a sus plataformas electorales. Así, somos testigos de alianzas entre el PT, de izquierda, con el PAN, de derecha. O del PRD con Nueva Alianza, donde los orígenes mismos como partidos responden a lógicas antagónicas.
La consecuencia lógica es una falta de identificación ciudadana con los partidos políticos. Pues los primeros ya no ven en éstos una posibilidad real en donde proyecten sus intereses y valores, sus preferencias y sus miedos.
Si a ello agregamos una conducta sistemática de las dirigencias partidistas de elegir como propuestas a los cargos de elección popular a sus amigos y familiares, no nos sorprenda entonces que cada vez más los ciudadanos no asistan a votar y manifiesten un rechazo sistemático por la política y los políticos.
Néstor Vargas Solano – Ex presidente del Instituto Electoral del Distrito Federal