AMÉRICA LATINA necesitará 64,000 MLLS de DÓLARES para impulsar la TRANSICIÓN ENERGÉTICA: Moody’s

América Latina ha sido catalogada como una de las regiones estratégicas para la transición global a fuentes de energía renovable.

  • La transición energética en América Latina requiere de nuevas redes de transmisión, para lo cual los mercados regionales deberán ejecutar grandes inversiones. Para ser precisos, según Moody’s, para el periodo 2024-2035 el gasto en estas redes alcanzará unos 64,000 millones lo que impulsará el desempeño de la región en la descarbonización, ya que «está camino a volverse más limpia».
  • «Las iniciativas de planificación y los marcos institucionales de los gobiernos latinoamericanos son clave para desbloquear inversiones esenciales en la ampliación de las redes de transmisión, no solo para integrar más energías renovables en la matriz energética de la región, sino también mejorar la confiabilidad de los sistemas», argumentó la clasificadora.

Y añadió que, para descarbonizar aún más las cadenas de suministro de energía, «será necesario realizar grandes inversiones en el desarrollo de las redes y la mejora de los sistemas en los próximos años». En esa línea, apuntó que las inversiones serán lideradas por Brasil con nmontos por encima de los 30, 000 millones, seguido por Chile y Perú.

Principales mercados

En el caso de Brasil, el gobierno prevé realizar dos subastas competitivas en el año por un total de 4,500 millones de dólares, la cual se sumará a la licitación por 3,200 millones de dólares de julio pasado y la de 4,500 millones de dólares de diciembre que fue la concesión «más importante en la historia de las subastas de transmisión del país».

  • Brasil se está centrando cada vez más en la generación de energía eólica y solar, ya que el país cuenta con enormes cantidades de ambos recursos. Sin embargo, el extenso territorio presenta obstáculos para la transmisión y distribución, sobre todo para conectar la producción de energía renovable en el norte y noreste con las áreas de alta demanda en el sur y sureste del país», apuntó Moody’s.
  • En el caso de Chile, este mercado pretende aumentar la planificación y participación de las partes interesadas en su red de transmisión mediante subastas de proyectos por 1,000 millones de dólares en 2024.
  • Así, el país espera expandir su limitado sistema de transmisión, cuyo objetivo de seguirle el ritmo a la rápida expansión del sector eléctrico ha generado recortes sin precedentes y problemas financieros en las empresas orientadas a la generación de energía renovable.

«En 2023, Chile tuvo recortes de energía solar y eólica equivalentes a 2,375 gigavatios-hora (GWh) —un 60% más frente a 2022—, que representaron más del 9% de la producción total generada a partir de diversas fuentes. Esta producción no ingresó al sistema eléctrico de Chile, en parte debido a la sobreoferta de energía del país y al lento crecimiento de la demanda», explicó la clasificadora.

Chile se encuentra entre los principales países del mundo en cuanto al potencial de energía solar y atrae grandes inversiones en energía solar y eólica. El plan de transición energética del país prevé un suministro de energías renovables del 80% para 2030 y la integración de estas fuentes renovables en la red sin desestabilizarla. Sin embargo, «la geografía de Chile requeriría miles de kilómetros de líneas de transmisión para conectar la producción solar en el desierto de Atacama en el norte con la demanda de energía en el centro y sur del país».

Finalmente, sobre Perú apuntó que Proinversión prevé que las subastas de transmisión adicionales alcancen un valor de inversión de unos 9, 000 millones de dólares a fines de 2024.

  • «La fuente de energía renovable del país es mayormente hidroeléctrica, complementada por una industria de energía solar en expansión gracias a la abundante luz solar del país. Sin embargo, el amplio acceso del país a las reservas de gas del yacimiento Camisea en la región de Cuzco frenará el crecimiento de la energía solar. Perú ahora promueve el gas natural a través de una nueva propuesta de ley cuyo objetivo es acelerar la construcción de gasoductos a través de la inversión pública», señaló la firma.

Con todo este contexto, las subastas planificadas en América Latina para desarrollar nuevos proyectos de transmisión en 2024 «generarán más de 7, 000 millones de dólares en posibles nuevas inversiones, una cifra acorde a los proyectos adjudicados en 2023».

  • Las fuentes de energía renovable, especialmente la eólica y solar, se están expandiendo exponencialmente en la región, según comentó la clasificadora, esto finalmente genera una diversificación de las curvas de despacho de energía. «Este crecimiento podría continuar en los países que alinean las políticas públicas con las iniciativas privadas para respaldar los compromisos con los objetivos de descarbonización».

En ese sentido, Moody´s indicó que «Brasil y Colombia ya dependen en gran medida de la energía hidroeléctrica para generar electricidad y, entre los países de América Latina, invierten cada vez más en otros recursos renovables, sobre todo en fuentes de energía eólica y solar. El próximo salto de Colombia en la generación de energía eólica y solar refleja su baja base comparativa con respecto a 2022», apuntó.

Otros mercados

El mercado argentino también está intentando atraer inversiones para reforzar su sistema de transmisión, «aunque la incertidumbre política y económica retrasará la confianza de los inversionistas y la ejecución de esta agenda», advirtió Moody’s.

  • La Secretaría de Energía anunció en 2023 un plan de expansión que implicaría una inversión de 6,900 millones de dólares para sumar 3.6 gigavatios (GW) de capacidad eólica y solar, además de líneas HVDC y varios proyectos específicos para mejorar la conexión.

En tanto México, la segunda economía de la región es un mercado que «se está quedando atrás en sus planes de transición energética, ya que no ha realizado suficientes inversiones en transmisión», lamentó la agencia de clasificación.

Y dijo que el país «no cuenta con planes robustos de transición y se espera que continúe dependiendo mucho de la generación de energía termoeléctrica, gran parte de la cual proviene de exportaciones de gas natural de Estados Unidos».

  • A la fecha, el mercado norteamericano «no presenta un marco regulatorio» para inversiones privadas en el sector de transmisión. Sin embargo, la Comisión Federal de Electricidad, la principal compañía eléctrica del país anunció planes de inversión en 2023 de más de 7,000 millones de dólares en líneas de transmisión hasta 2029.

Finalmente, Colombia presentará un mayor crecimiento de la energía eólica y solar a medida que disminuya el papel de la energía hidroeléctrica. No obstante, «los nuevos proyectos eólicos offshore que se subastarán en 2024 enfrentan obstáculos sociales debido al lento desarrollo de la red en el departamento de La Guajira, donde viven personas que pertenecen a culturas indígenas: el principal objetivo de dichos proyectos. Si bien el recurso solar de Colombia está más disperso en todo el territorio y tiene menos restricciones de red, estos proyectos también han enfrentado desafíos sociales, ambientales y legales».

Una transición energética que no sea importada

En los últimos 80 años, el producto interior bruto por habitante a nivel mundial se ha casi quintuplicado. Pero, paralela y “lamentablemente, las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) se ha multiplicado por siete debido a este crecimiento formidable del ingreso por habitante y al aumento de la población”.

  • Esta es una de las primeras frases con las que inicia el último Reporte de Economía y Desarrollo (RED) de CAF – banco de desarrollo de América Latina y el Caribe, que, por primera vez, le pone la lupa a la transición energética justa que necesita la región. Un camino que, si se hace bien, no solo les permitirá a los países desarrollarse, sino hacerlo de manera sostenible.

América Latina y el Caribe, explica Lian Allub, economista principal de la dirección de Investigaciones Socioeconómicas de CAF y coautor del informe, aún tiene un rezago en desarrollo si se compara con los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), sufre de un fuerte problema de desigualdad, y sus emisiones, que solo representan alrededor del 11% a nivel mundial, no vienen en su mayoría del sector energético:

  • Para 2019 casi el 65% provenían del cambio y el uso del suelo. Pero esto no la hace inmune al cambio climático. Por eso, este último informe que presenta CAF y que se lanza este jueves en la Universidad Adolfo Ibañez en Santiago de Chile, gira en torno a hacer una transición energética que no sea heredada o importada. Sino una, dice Allub, “que no les dé la espalda a los viejos problemas de desarrollo y a las necesidades de la región”.
  • La pista para lograrlo se esconde en un concepto fundamental: el desacople. “Típicamente e históricamente, el crecimiento económico ha generado aumento de las emisiones responsables del cambio climático”, explica Fernando Álvarez, también autor del informe y economista senior de la misma dirección que Allub en CAF. “Así que el desacople es lograr crecimiento económico sin que las emisiones crezcan”.
  • Aunque el concepto suena sencillo, lograrlo no lo es. Y una transición energética en Latinoamérica y el Caribe no solo requerirá el cambio a un sistema con menos combustibles fósiles y más renovables no convencionales, sino evoluciones que van desde cómo se determina la tarifa de la energía, pasando por de dónde obtiene los ingresos la región hasta el rol que tienen las personas como consumidores.

A esto se suma que, por ser una región heterogénea, no se tratará solo de una transición sino de muchas. “Cada país experimentará la transición energética con la velocidad que le convenga, adoptando estrategias y políticas adecuadas a su realidad y sus posibilidades”, es una de las conclusiones que lanza el informe.

Oferta: duplicar la electrificación

Aunque las diferencias entre países son varias, Álvarez cree que hay una especie de mantra que se podría aplicar a toda la región: duplicar la electrificación. Es usual escuchar que América Latina tiene una matriz eléctrica baja en emisiones, ya que su principal insumo son las hidroeléctricas, no los combustibles fósiles. Pero la electricidad es solo uno de los muchos tipos de energía que consume América Latina.

También está la energía del transporte, que implica gasolina y otros combustibles líquidos, o el gas que se usa para cocinar. Ambos ejemplos son energías, pero no son energía eléctrica.

  • Dejando eso claro, lo que también hay que saber es que el 20% del consumo energético de la región viene de la generación eléctrica, y aunque es un porcentaje que está ligeramente por debajo a la de los países de la OCDE (22%), la región tiene la ventaja que esta electricidad, en un 57%, viene de fuente renovables, lo que supera el promedio mundial (36%).
  • Con esa garantía de que se trata de una matriz eléctrica baja en emisiones, hay que “pensar en un futuro en el que el 40% de la energía de América Latina y el Caribe venga de la electricidad”, insiste el experto, ligándolo a algo que también menciona el informe. “En el escenario de compromisos anunciados de la Agencia Internacional de Energía, la tasa de electrificación para la región asciende al 41% en 2050″.

Esto implica algunos retos lógicos, como superar la intermitencia de un sistema eléctrico cuyo insumo son factores variables – como el agua, el viento y el sol –, o crear infraestructura para transmitir y distribuir la electricidad (la red eléctrica de la región es de 20 kilómetros por cada 10.000 habitantes y para lograr un escenario de cero emisiones netas en 2050, requerirá el doble).

  • Pero también hay otros desafíos no tan lógicos. Por ejemplo, el informe propone modificar la fórmula de cómo actualmente se saca la tarifa de la energía, ya que esta está pensada bajo las reglas de los combustibles fósiles. “Ante la penetración de las renovables no convencionales”, dice el documento, una buena practica sería la de “incluir los esquemas de precios diferenciados por bloques horarios”.
  • La transición, por parte de la demanda de la energía, también implicará otros cambios importantes. El documento de CAF destaca mejorar los sistemas energéticos para que no existan fugas tan grandes – ya que al transformar energía térmica en electricidad hay perdidas en promedio del 56% – y apostarles a combustibles bajos en emisiones, haciendo énfasis en el hidrógeno y el combustible de origen agropecuario.

Demanda: el reto de las industrias de difícil descarbonización

Pensar en electrificarlo todo viene con un talón de Aquiles: hay industrias claves para el desarrollo de los países, como la del cemento, el acero y el químico, que necesitan cantidades tan altas de calor que la electricidad no es suficiente. Por esto son llamadas industrias de difícil descarbonización. “La industria genera el 11% de las emisiones directas y el 24% de las emisiones energéticas de América Latina y el Caribe.

De estas, los subsectores del cemento, el acero y el químico representan el 57%”, alerta el informe. Esto, en otras palabras, significa que, incluso en el escenario climático más anhelado, algo de combustibles necesitarán las matrices energéticas de la región. Pero como dice Allub, la conclusión no es pensar que hay que quedarse de brazos cruzados, sino, de nuevo, “pensar en desarrollar combustibles de bajas emisiones, como los biocombustibles – cuidando de que no compitan con la seguridad alimentaria – el hidrógeno verde”, y no descartar una tecnología que, según el informe, aunque aún es incipiente, será necesaria: la captura de carbono.

A esto, agrega Álvarez, hay que incorporarle una pieza de la que el mundo climático también habla mucho: la economía circular.

“Hay que transformar los procesos industriales. Por ejemplo, utilizar chatarra para producir acero reduciría las emisiones”. El insumo del acero, usualmente, es el mineral de hierro que se pone en hornos que llegan a altísimas temperaturas y que son alimentados con combustibles fósiles. Pero, si el insumo es la chatarra, se puede utilizar un horno de arco eléctrico, cuya fuente es la electricidad.

Incluso, el documento de CAF señala que “algo que distingue a América Latina y el Caribe del resto del mundo es que ambos métodos de producción [mineral de hierro y la chatarra] se utilizan en proporciones similares. Esta diferencia y el hecho de que la matriz eléctrica de la región sea relativamente limpia explican, en parte, que sus emisiones por tonelada de acero producida sean menores que el promedio global”. En 2019, esas emisiones fueron un 12% menores que en el resto del mundo y 25% inferiores a las de China.

En cuanto a la demanda, el informe también habla de otras transiciones importantes, como promover la eficiencia energética en los hogares y cambiar la tecnología con la que se cocina. Pero hay una recomendación que podría parecer inesperada.

En transporte – que genera el 12 % de las emisiones directas y el 25 % de las emisiones energéticas de la región – el informe propone apostarle más a un urbanismo que le permita a las personas usar un transporte público eléctrico y moverse en bicicleta, por encima de los carros eléctricos.

  • Por lo menos, en cuanto al transporte en la ciudad. ¿Por qué? “Los ingresos de la región no dan para carros eléctricos, demandan una infraestructura de carga que no existe y no resuelven un gran problema: el tráfico”, comenta Álvarez. Y hay una cifra que lo respalda. “Para un latinoamericano y caribeño promedio, pagar un auto que funciona con combustibles fósiles requiere entre 6 y 14 años de ingreso, mientras que para el vehículo eléctrico más barato hacen falta casi 17 años”.
  • Este informe de CAF es una señal clara que la transición energética en América Latina y el Caribe necesitará de grandes apuestas y no son, necesariamente, las que están haciendo Europa o Estados Unidos. Se trata de una transición con oportunidades y desafíos propios. Una que, a la vez que garantice la energía limpia, no olvidé la transición de empleos, de ingresos, de regulaciones, pero que, sobre todo, no deje atrás una lucha histórica de la región: la de la desigualdad.

Transición energética de Latinoamérica puede frenarse por una geopolítica frágil

De acuerdo con Bloomberg Línea, América Latina ha sido catalogada como una de las regiones estratégicas para la transición global a fuentes de energía renovable.

  • Sin embargo, una geopolítica frágil y los conflictos en Ucrania y Gaza, están acentuando la dependencia de los combustibles fósiles y limitando la inversión en proyectos de energía limpia más complejos.

“Los riesgos geopolíticos son uno de los factores más importantes que afectan el panorama energético, en particular los conflictos y las perturbaciones en los mercados petroleros clave. Estos eventos impulsan una necesidad generalizada de desarrollar caminos hacia las emisiones netas cero y disminuir la dependencia”, dijo Valeria Vásquez, analista senior de Control Risks.

  • El año pasado, la capacidad de las fuentes renovables aumentó casi un 50% a nivel global, de acuerdo con la Agencia Internacional de Energía (AIE), pero en la práctica, según la consultora, no hay una verdadera transición si el consumo y las inversiones en combustibles fósiles siguen aumentando.
  • En la actualidad, tanto la guerra de Rusia en Ucrania como la inestabilidad en Oriente Medio, que repercute en la volatilidad de los precios de la energía y la interrupción del suministro energético, figuran entre los principales riesgos energéticos.

“La competencia geopolítica por la autosuficiencia también será un elemento clave para fomentar la transición energética, aunque con algunos desafíos que superar”, añadió Vásquez.

El dilema constante de los combustibles fósiles

La AIE espera que el punto máximo en la demanda de combustibles fósiles se alcance en 2030, pero de acuerdo con Controls Risks, otros actores de la industria creen que esta es una evaluación “demasiado pesimista”, pues los proyectos de petróleo y gas a gran escala se siguen implementando en todo el mundo.

  • Productores tradicionales y emergentes de combustibles fósiles como Oriente Medio, Estados Unidos, Canadá, Brasil y Guyana, mantienen incentivos financieros a corto plazo para no reducir gradualmente su creciente producción, ya que disfrutan de los beneficios del aumento de las exportaciones.

“Una buena parte de las principales economías de América Latina dependen en gran medida de los combustibles fósiles. Países como Brasil y México tienen cuentas fiscales que dependen de ingresos petroleros, dificultando la transición para abandonar la industria extractiva sin generar perturbaciones económicas significativas”, precisó Vásquez.

  • Es así como los precios relativos de los combustibles se convierten en un obstáculo para la transición energética, pues las decisiones geopolíticas, como las perspectivas de seguridad energética, muestran que este tipo de materias primas siguen siendo una opción favorable para países y empresas, según la información compartida a este medio.

Debilidad económica y baja cooperación internacional

Las proyecciones de crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) de la región oscilan entre el 1,6% y el 2,1% para 2024, de acuerdo con diferentes organismos internacionales. Sin embargo, la Cepal, uno de los centros que actualiza estas perspectivas, ha reiterado que la región se mantendrá en una “senda de bajo crecimiento”.

  • El bajo desempeño económico se ha caracterizado también como un limitante para una correcta transición energética y el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de cara a 2030 y 2050, por las altas inversiones que deben hacer los países y su baja liquidez.
  • Para cumplir con las metas de reducción de emisiones de carbono propuestas en Latinoamérica, la AIE estima inversiones sustanciales que deberían llegar a los US$150.000 millones en 2030, y quintuplicarse hacia 2050.
  • “Los países de la región ya tienen una ventaja en materia de transiciones seguras y sostenibles hacia la energía limpia. Apoyarse en estas transiciones impulsaría el crecimiento de las economías locales y colocaría al sistema energético mundial sobre una base más segura”, dijo el director ejecutivo de la AIE, Fatih Birol.

Pero uno de los retos, según la Agencia, es enfocar la transición energética en las personas y garantizar su acceso, pues una transición más rápida a tecnologías de energía limpia reduce los costos para los hogares, facilitando poner fin a los subsidios a los combustibles fósiles, aunque los costos iniciales de ingreso pueden ser más altos.

  • Para Vásquez, los países que enfrentan restricciones presupuestarias podrían priorizar las necesidades económicas y sociales inmediatas “sobre las inversiones a largo plazo en energía renovable”. Incluso, dijo, las economías más grandes de la región que tienen voluntad política de acelerar la transición energética, “a menudo tienen dificultades para asignar fondos suficientes para iniciativas de energía sostenible debido a sus limitaciones presupuestarias”.

Pero además, la cooperación internacional entre los países de la región todavía no es suficiente y son, en gran medida, “retóricas”, de acuerdo con la experta.

Un ejemplo es la Organización Latinoamericana de Energía (OLADE), que, a pesar de algunos avances, carece de las capacidades necesarias para hacer cumplir la ley y los compromisos vinculantes. Desde una perspectiva geopolítica, la competencia de las principales potencias, incluidos Estados Unidos, China y la UE, también obstaculiza la cohesión y los esfuerzos regionales.- Valeria Vásquez, analista senior de Control Risks

El potencial de otras materias primas en América Latina

De acuerdo con la firma de inversión Ofi Invest AM, la transición energética elevará el uso de materias primas imprescindibles para diferentes proyectos como el cobre, el níquel, el zinc y el plomo, favoreciendo el precio de estas y otras materias primas, según informó Funds Society.

  • La propia AIE, incluso, ha llamado la atención sobre el potencial significativo para un mayor desarrollo de la bioenergía y de los recursos solares y eólicos de alta calidad en la región, con la posibilidad de cubrir la demanda energética total con fuentes renovables hacia 2030.

“Uno de los materiales clave es el litio, cuya demanda seguirá aumentando a medida que aumente la adopción de vehículos eléctricos (EV) y sistemas de almacenamiento de energía renovable a nivel mundial. En México, destaca la decisión del gobierno de nacionalizar el litio (…) aunque plantea preocupaciones sobre la capacidad de la industria para alcanzar su máximo potencial sin la participación total del sector privado”, destacó Vásquez, de Control Risks. /Agencias-PUNTOporPUNTO

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