TEXTO ÍNTEGRO: CRISIS CLIMÁTICA eleva 160% las MUERTES en SUDAMÉRICA

Los expertos precisaron que mientras la crisis climática escala, las compañías de combustibles fósiles siguen sus planes que conducirían a emisiones que superan ampliamente los objetivos del Acuerdo de París.

Varias veces se ha dicho y publicado la relación directa entre el cambio climático, provocado por el incremento de gases de efecto invernadero (GEI), producidos por el ser humano, y su impacto negativo en la salud. Pero un nuevo estudio evidencia en forma directa los problemas que genera particularmente en Sudamérica.

  • “En los países de Sudamérica el aumento del número de muertes relacionadas al calor ha incrementado en 160% solamente entre los periodos de 2017-2021, comparado con 2000-2004. Los efectos adversos se están acelerando y afectando de manera desproporcionada a las poblaciones vulnerables, tendencia que no hará más que continuar si no tomamos medidas inmediatas”, explicó la doctora peruana Stella M. Hartinger, durante la presentación para medios del Informe de 2022 de Lancet Countdown Sudamérica sobre salud y cambio climático, que por primera vez en la historia, saca un reporte enfocado exclusivamente en la región.

“Argentina, Brasil, Colombia y Venezuela tuvieron anomalías climáticas de hasta 2°C. Las olas de calor se han vuelto más frecuentes e intensas, y ponen en peligro la salud y la supervivencia de varios grupos etarios. En los últimos 10 años se han visto más intensas y más frecuentes olas de calor que pusieron en riesgo la vida de niños de menos de un año y de los adultos de más de 65. Las personas de todo el mundo sienten cada vez más el impacto del cambio climático en su salud y bienestar, y estas crisis agravadas están amplificando esos daños. Sin embargo, los gobiernos y las empresas de países de ingresos altos y bajos siguen dando prioridad a los intereses de los combustibles fósiles”, amplió el informe firmado también por la coautora Yasna Palmeiro-Silva, investigadora de la Universidad Católica de Chile y del London College y autora del reporte.

Y lanzó un ultimátum: “Nuestro Informe 2022 rastrea la relación entre la salud y el cambio climático en cinco dominios clave y 43 indicadores, lo que revela que el mundo se encuentra en un momento crítico. Una adicción persistente a los combustibles fósiles está amplificando los impactos en la salud del cambio climático y agravando las crisis simultáneas de energía, costo de vida, alimentos y COVID-19 que enfrentamos”.

Para los expertos que elaboraron el crítico documento, el cambio climático está exacerbando la inseguridad alimentaria, los impactos en la salud del calor extremo, el riesgo de brotes de enfermedades infecciosas y los eventos climáticos extremos que amenazan la vida.

“El retraso en la adopción de energías limpias ha dejado a los hogares dependientes de combustibles sucios, vulnerables a la pobreza energética y expuestos a niveles peligrosos de contaminación del aire derivada de los combustibles. Estos impactos se están agravando con las múltiples crisis simultáneas de la actualidad”, añadieron durante el lanzamiento internacional del Informe de Sudamérica 2022 del Lancet Countdown sobre salud y cambio climático “The 2022 South America Report of The Lancet Countdown on health and climate change”.

Este evento fue organizado por Lancet Countdown Sudamérica, el Centro Latinoamericano de Excelencia en Cambio Climático y Salud de la Universidad Peruana Cayetano Heredia y la Organización Panamericana de la Salud.

El lanzamiento del informe, que reúne información de 12 países (Argentina, Bolivia, Brasil, Colombia, Chile, Ecuador, Guyana, Paraguay, Perú, Uruguay, Venezuela, y Surinam), contó con la colaboración de 28 investigadores de 21 instituciones académicas y agencias de la ONU incluidas la Organización Panamericana de la Salud (OPS). El mismo tiene un triple propósito: difundir evidencias científicas sobre cómo el cambio climático está afectando la salud de los sudamericanos, alentar el compromiso de los países y las personas de la región, y desafiar a los países a responder con acciones concretas basadas en la evidencia presentada.

“Gobiernos y empresas continúan priorizando los combustibles fósiles por encima y en detrimento de la salud de las personas, poniendo en peligro un futuro habitable. Los gobiernos continúan subsidiando los combustibles fósiles por cientos de miles de millones de dólares anuales, sumas comparables a sus presupuestos totales de salud. Mientras tanto, una profunda falta de financiación socava una transición justa hacia una energía asequible, saludable y sin emisiones de carbono. Si bien una renovada dependencia excesiva de los combustibles fósiles podría asegurar un futuro fatalmente más cálido con impactos en la salud exacerbados, una respuesta baja en carbono centrada en la salud ofrece una oportunidad renovada para lograr un futuro en el que las poblaciones del mundo no solo puedan sobrevivir, sino prosperar”, agregaron.

Los expertos precisaron que mientras la crisis climática escala, las compañías de combustibles fósiles siguen sus planes que conducirían a emisiones que superan ampliamente los objetivos del Acuerdo de París. “Si se cumplen, sus estrategias podrían encerrar al mundo en un futuro fatalmente más cálido. El mundo se enfrenta a una coyuntura crítica. Una respuesta alineada y centrada en la salud a las crisis agravadas aún puede brindar un futuro en el que las personas no solo puedan sobrevivir, sino prosperar”, sostuvieron.

  • Mortalidad por calor: El estudio presentado prueba el aumento de muertes relacionadas al calor desde el año 2000, que ha tenido una tendencia al alta en países como Brasil, Argentina, Colombia y Venezuela, los lugares más afectados en términos de muertes atribuibles totales. Sin embargo, en los países donde más ha crecido este indicador en comparación con el año 2000 son Ecuador (1477%), Guyana (328%), y Chile (225%).

“Las poblaciones vulnerables (ancianos y niños menores de 1 año) enfrentaron 3.700 millones de días de olas de calor más que amenazaron la vida en 2021 que el registro anual entre 1986-2005, lo que los puso en riesgo agudo de estrés por calor, insolación y otros efectos adversos para la salud física y mental”, indica que estudio que también menciona el valor en dinero que genera la mortalidad a causa de las temperaturas extremas registradas: “es el equivalente al ingreso promedio de 485.000 trabajadores en 2021″.

Esto también se evidencia en una reducción de la productividad laboral. Trabajar en el calor se ha vuelto tan imposible que la pérdida potencial asociada a esta baja de productividad en 2021 fue equivalente a 22.000 millones de dólares. Las pérdidas de la región asociadas por la reducción de la productividad debido al calor en 2021 fue de US$22.000 millones, con los sectores de la construcción y la agricultura como los más afectados, el 68% del total de la región de 420 millones de habitantes.

Las personas que sufren el calor están expuestas a descompensaciones cardio y cerebrovasculares y empeoramiento de las condiciones respiratorias, además de agravar cualquier otra comorbilidad. Además, señalan con preocupación la expansión de enfermedades virales relacionadas con las olas de calor como el dengue, que aumentó alrededor de un 35% en el periodo entre 2012-2021, frente a lo que sucedía entre 1951 y 1960.

“Para agravar el aumento del riesgo de dengue que suponen los cambios climáticos, los países templados del Cono Sur son muy vulnerables a los efectos graves del dengue, impulsados principalmente por la rápida urbanización. Argentina y Uruguay experimentaron un aumento de la vulnerabilidad entre 1990 y 2019. El cambio climático está afectando la distribución y transmisión de muchas enfermedades infecciosas, incluidas las transmitidas por vectores, los alimentos y el agua. La idoneidad climática para la transmisión del dengue aumentó en un 11,5 % para Aedes aegypti y en un 12,0 % para Aedes albopictus desde 1951–60 hasta 2012–21″.

Esto se sostiene con la epidemia récord de dengue que tuvo el país en 2020 y que actualmente está transitando cifras elevadas que pueden peligrosamente acercarse a ese triste número registrado hace tres años. Incluso, enfermedades como la fiebre chikungunya y el zika también se han incrementado en la región, con Paraguay y Brasil como foco mayoritario.

Finalmente, el reporte indica que a pesar de que Sudamérica es solo responsable del 6% de las emisiones que genera el cambio climático a nivel mundial, reducirlas traería beneficios para la salud de su población.

“El 39% de las emisiones de la región provienen del sector energético y esa quema de combustibles fósiles se está convirtiendo en una mortal contaminación del aire. Sumados, en los 12 países analizados, la exposición a material particulado 2.5 o PM2.5 ― partículas tan pequeñas que tienen un diámetro hasta veinte veces más pequeño que el de un cabello ― causó 37.000 muertes solo en 2020, siendo los países más perjudicados Chile y Perú”, sostiene el informe.

Y agrega: “Un clima cambiante tiene implicaciones profundas para la salud humana, con olas de calor más frecuentes y eventos climáticos extremos, patrones cambiantes de enfermedades infecciosas y la exacerbación de los desafíos de salud existentes en todo el mundo. Los indicadores en esta sección rastrean cómo estos impactan en la salud humana”.

  • Según el estudio de The Lancet, el clima más seco y cálido está creando condiciones cada vez más adecuadas para el inicio y la propagación de incendios forestales, poniendo en riesgo la salud y la seguridad de las personas. La exposición humana a días de peligro de incendio muy alto o extremadamente alto aumentó en el 61% de los países entre 2001 y 2004 y entre 2018 y 2021.
  • En tanto, las sequías ponen en riesgo la seguridad alimentaria y del agua, amenazan el saneamiento, afectan los medios de subsistencia y aumentan el riesgo de incendios forestales y transmisión de enfermedades infecciosas. En promedio, un 29% más de la superficie terrestre mundial se vio afectada por sequías extremas durante al menos un mes al año en 2012–21 que en 1951–60.

Las consecuencias de la sequía y calor extremo se evidencia en la frecuencia cada vez mayor de las olas de calor también afecta la provisión de alimentos: 98 millones de personas más reportaron inseguridad alimentaria de moderada a media en los 103 países analizados en 2020, en comparación con el promedio de 1981-2010. Esto amenaza con agravar los impactos en la inseguridad alimentaria de la pandemia de COVID-19 y las crisis energéticas y del costo de vida: “Las cambiantes condiciones medioambientales suponen una amenaza para la producción; la duración media de la temporada de crecimiento de cultivos del trigo de primavera, trigo de invierno, el maíz, la soja y el arroz disminuyó en un 2,5%, 2,2%, 1,6%, 1,3% y 0,4%, respectivamente comparado con la línea de bases 1981-2010″.

Los autores también dejaron espacio para la salud mental. Pese a que “no hay un indicador global o regional, en el reporte aparece su importancia”, dijo Hartinger. “Hay ansiedad climática entre los jóvenes, pero es algo difícil aún de mensurar por lo que debemos estar preparados y echarle un ojo”, explicó. “Los problemas de un cambio climático que erosiona el bienestar psicosocial varían desde desórdenes mentales comunes a problemas mentales severos y suicidios. Solo uno de cada cuatro personas con algún desorden mental en América del Sur recibió tratamiento de algún tipo”, remarcó la experta.

Carnes rojas y calidad del aire, contaminan y ponen en peligro

A pesar de que Sudamérica es solo responsable del 6% de las emisiones que genera el cambio climático a nivel mundial, reducirlas traería beneficios para la salud de su población. El 39% de las emisiones de la región provienen del sector energético y esa quema de combustibles fósiles se está convirtiendo en una mortal contaminación del aire. Sumados, en los 12 países analizados, la exposición a material particulado 2.5 o PM2.5 ― partículas tan pequeñas que tienen un diámetro hasta veinte veces más pequeño que el de un cabello ― causó 37.000 muertes solo en 2020, siendo los países más perjudicados Chile y Perú.

Lo paradójico es que los Gobiernos siguen dándole subsidios a los combustibles fósiles, incluso por un valor total que equivale al 10% del gasto en salud de toda la región. El país que lidera esta tóxica lista es Venezuela, que le otorga el equivalente al 85% del presupuesto de salud nacional, seguido de Ecuador (29,2%), Bolivia (23,5%) y Argentina.

Una relación similar se da con el consumo de carnes rojas. Mientras el 24% de las emisiones de Sudamérica vienen del cambio del uso del suelo, donde la ganadería cumple un rol relevante, el 23% de todas las muertes atribuibles a dietas desequilibradas en la región se ha relacionado con un alto consumo de carne roja, procesada y productos lácteos. “Reducir al mínimo el consumo de carne roja, según las directrices dietéticas, no sólo ayudaría a evitar estas muertes, sino que también reduciría las emisiones de gases de efecto invernadero relacionadas con la cría de ganado y las prácticas agrícolas asociadas”, apunta el reporte.

  • Diagnóstico y solución: Como en otros informes de este tipo, el reporte se esfuerza no solo por trazar un diagnóstico, sino que del mismo modo enfatiza soluciones posibles que se deben poner en marcha cuanto antes.

Por un lado, dice que “en los últimos diez años, las poblaciones de todos los países de la región han visto su salud cada vez más afectada por los peligros relacionados con el cambio climático. Esta tendencia no hará más que continuar si no se toman medidas inmediatas de mitigación y adaptación al cambio climático”.

Pero enseguida agrega que los planes de descarbonizar la economía, para reducir las emisiones de gases contaminantes en línea con los objetivos de Naciones Unidas, “no solo ayudarán a la región a cumplir sus compromisos en virtud del Acuerdo de París, sino que también proporcionará importantes e inmediatos beneficios para la salud”.

“Estos indicadores muestran cómo el cambio climático provoca graves impactos en la salud en la región, y la importancia de la preparación y la prevención, acelerar nuestros esfuerzos hacia una transición con cero emisiones de carbono y la necesidad de compromisos financieros para responder a los retos que impone el cambio climático”, finalizó Hartinger. La clave en definitiva es dar el cambio climático como un hecho, hacerles caso a las previsiones de los científicos y adaptar también los sistemas de salud a los problemas que vienen.

No se trata solo de los impactos a sobrellevar, sino de prepararnos al nuevo mundo que trae el cambio climático. Según el informe, los sistemas de salud de Sudamérica no parecen estar preparados para ello: “Solo el 10% de la financiación en salud de la región, que equivale a 36 millones de dólares, está pensada para adaptarse al cambio climático. Sólo Brasil ha desarrollado un Plan Nacional de Adaptación para la Salud hasta 2021, mientras que otros países — Argentina, Colombia, Chile y Perú — reportan tenerlos listos, pero no fueron presentados o están en fase de desarrollo”, concluye el informe.

“Está claro que los sudamericanos deben actuar ya para proteger la salud de sus poblaciones frente a los riesgos sanitarios cada vez mayores que plantea el cambio climático. Los gobiernos deben asignar fondos para proteger la salud de las poblaciones locales y tomar medidas para la transición a cero emisiones de carbono”, aseguró la doctora Hartinger.

Además de este duro panorama, la revista especializada en salud enfatizó posibles soluciones a la crisis del clima: “Los planes de descarbonizar la economía, para reducir las emisiones de gases contaminantes en línea con los objetivos de Naciones Unidas, no solo ayudarán a la región a cumplir sus compromisos en virtud del Acuerdo de París, sino que también proporcionará importantes e inmediatos beneficios para la salud en la región”.

Y finalizó: “Aunque la generación total de energía limpia sigue siendo insuficiente, alcanzó niveles récord en 2020 y las fuentes de carbono cero representaron más del 80% de la inversión en generación de electricidad en 2021. Por primera vez, el empleo directo e indirecto en energías renovables superó al empleo directo en la industria de extracción de combustibles fósiles, que registró 10,5 millones de empleados, lo que reafirma que la energía renovable podría respaldar la recuperación económica y la seguridad laboral, ahora y en el futuro.

El compromiso público con los aspectos de salud del cambio climático está en su punto más alto. La cobertura de la salud y el cambio climático en los medios aumentó cada año. Ha habido una mayor participación de los líderes mundiales, con el 60% de los países llamando la atención sobre el cambio climático y la salud en el Debate General de la ONU de 2021, probablemente debido a una mayor conciencia a raíz de la pandemia de COVID-19″.

El cambio climático afecta a la producción de alimentos

El cambio climático puede interferir en el crecimiento, aprovechamiento y contenido nutricional de varios alimentos, como el trigo, el arroz, el maíz y la soja. Eso causa pérdidas económicas considerables para productores y gobierno, pero además aumenta el riesgo de inseguridad alimentaria y sus consecuencias para la salud.

Las largas sequías y el aumento de las temperaturas ya dejaron marcas en la agricultura sudamericana. Los productores de Brasil y Argentina, principalmente, han sufrido pérdidas de producción que han afectado tanto a las exportaciones como al consumo interno.

  • En los últimos años, la región también ha visto un aumento de la inseguridad alimentaria, impulsada por la mayor frecuencia de fenómenos climáticos extremos. También influyen los conflictos políticos, las recesiones económicas, la pandemia del Covid-19 e incluso la guerra de Ucrania.
  • Según el informe sobre el estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo, publicado por las Naciones Unidas, por lo menos 117,3 millones de personas en América Latina — el 21% de la población de la región — no tuvieron acceso a suficientes alimentos en 2020.

“El cambio climático ejercerá una presión adicional sobre los sistemas alimentarios”, afirma el informe de The Lancet, destacando como amenazas para la producción las sequías más intensas y prolongadas, los fenómenos meteorológicos extremos, el aumento de las temperaturas, el incremento de CO2 en la atmósfera y el acortamiento de los ciclos de producción agrícola. En resumen, alertan para “una grave amenaza para la seguridad alimentaria de la región” y, por tanto, para la salud de sus habitantes.

Estas son las predicciones climáticas para América Latina en 2023

América Latina y el Caribe conocen bien los cambios repentinos de temperatura. También tienen experiencia en vivir los fenómenos de El Niño y La Niña, un patrón climático caracterizado por temporadas cálidas, en el primer caso, y un enfriamiento, en el segundo, que le han pasado factura a esta parte del continente. Según Raúl Salazar, jefe de la Oficina regional para las Américas y el Caribe de Naciones Unidas para la Reducción del Riesgo de Desastres, “la región ha asumido el 53% de las pérdidas económicas globales” relacionadas a estos acontecimientos.

De hecho, el año que acaba de pasar, 2022, estuvo marcado por un fuerte fenómeno de La Niña en varios países. En Colombia, explica Diana Giraldo Méndez, investigadora del equipo de acción climática Alianza Bioversity (CIAT), las lluvias en algunos casos llegaron a ser 60% superiores a los promedios, lo que llevó al Gobierno a declarar el estado de emergencia. Mientras “en países como el sur de Brasil, Argentina y Chile las condiciones de intensa sequía por el fenómeno de La Niña han afectado los cultivos, secando ríos e impactado la generación hidroeléctrica”.

Pero este fenómeno no ha terminado. Como cuenta Franklyn Ruiz, parte del Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales de Colombia (Ideam), los pronósticos meteorológicos apuntan a que culmine solo hasta finales del primer semestre, por lo que en ese país las lluvias continuarán. Pero se trata, también, de una de las temporadas frías que más se ha prolongado. “La Niña, que comenzó en septiembre de 2020, no se ha ido. En Centroamérica y el Caribe las lluvias seguirán por encima de los promedios”, sentencia Giraldo. “Aunque tiene algo excepcional y, de confirmarse las predicciones, sería el primer fenómeno en este siglo que dure tres años”, agrega la experta.

Estas son algunas claves de lo que podría suceder a nivel climático en la región durante el 2023 y cómo algunos países se están preparando.

  • Lo que se sabe sobre El Niño: Tras el fin de La Niña y especialmente hacia el oeste de Suramérica, hay un 82% de probabilidad de que se dé un periodo estable entre los meses de marzo, abril y mayo, explica Ruiz, del Ideam. Es decir, esos serían meses ni de muchas lluvias ni de sequía. Pero, más adelante, comenta, “hay más posibilidades de que sé de un evento cálido”, ya que, para agosto, septiembre y octubre, hasta el momento hay una probabilidad del 66% de vivir un fenómeno de El Niño.
  • Sin embargo, y como lo comenta el doctor Ken Takahashi, investigador científico del Instituto Geofísico de Perú, a estas alturas del año, las predicciones aún tienen mucha incertidumbre, por lo que “los países deberían esperar hasta los pronósticos de mayo para tener una mejor idea si nos dirigimos a un Niño”.

¿Por qué los expertos insisten en la prevención?

Si hay algo en lo que coinciden todos los expertos es que la prevención y los mecanismos de atención temprana son claves para evitar males mayores. En palabras de Salazar, “garantizar un mundo seguro de cara al futuro climático es el mayor bien público que pueden ofrecer los Gobiernos”. Takahashi añade: “Es importante que los países cuenten con una cultura de prevención y que reduzcan la vulnerabilidad de su ciudadanía. Las predicciones de El Niño y La Niña pueden servir para complementar y reforzar dichas medidas”.

  • Entre las recomendaciones principales destacan tres. La primera está relacionada con mejorar las métricas de adaptación y gestión de riesgos responsables de medir la emergencia climática. “Una mejor gestión minimiza los efectos adversos y crea oportunidades para transformar los sistemas y las sociedades”, explica Salazar.
  • La segunda medida que se ha de reforzar es el empoderamiento de las comunidades, ya que son las zonas rurales y remotas las que más suelen verse afectadas. “Las comunidades deben tener fácil acceso a la información sobre los riesgos climáticos, los impactos asociados y el costo de la inacción, para apreciar mejor las afecciones de sus acciones”, dice.

Además, Salazar apunta que es importante invertir en sistemas de infraestructura sostenibles y resilientes. Giraldo, del CIAT y candidata a Doctorado de la Universidad de Reading, de Reino Unido, también defiende que los agricultores tomen sus propias decisiones en base a la información climática y sus demandas “independientemente de su nivel de alfabetización”.

“Es por ello que hemos venido trabajando en los Servicios Integrados Participativos de Clima para la Agricultura (PICSA). Además, los jóvenes en el campo son generadores de cambio en sus comunidades”, dice.

Es tal la importancia que recibe este enfoque que el 28 de febrero se celebrará la VIII Plataforma Regional para la Reducción del Riesgo de Desastres en las Américas y el Caribe, en Punta del Este, Uruguay, para ampliar la conversación sobre la ciencia y la tecnología aplicada a los desastres. “Es una pieza fundamental en la construcción de sociedades más resilientes, seguras y con un futuro mucho más próspero y equitativo”, dice Salazar.

¿Se está preparando la región?

La experiencia y la presencia de estos fenómenos ha ido mejorando la gestión de la región. En América Latina se han producido importantes inversiones para fortalecer las instituciones especializadas y se han creado otros sistemas de alerta temprana y mejorado otros protocolos que se crearon en los años 80.

Sin embargo, cada país ha tomado iniciativas propias. Grinia Jesús Roldán, subdirectora de predicción climática de del Servicio Nacional de Meteorología e Hidrología del Perú (Senamhi) explica que en el país se han elaborado diferentes planes de acción y que ya existen políticas públicas para la gestión de riesgos. “Lo que hay que mejorar es el traslado de estos a los planes locales, porque los mecanismos nacionales ya existen”.

  • Giraldo es optimista con el plan de acción del próximo lustro en la región, anunciado por el secretario general de Naciones Unidas en la COP 27 para garantizar que cada persona esté protegida por sistemas de alerta temprana dentro de cinco años. Este esfuerzo estará liderado por la Organización Meteorológica Mundial (OMM). Con una inversión inicial de 3.100 millones de dólares. “Esta estrategia tiene cuatro pilares de trabajo que nos permite anticipar eventos como tormentas, olas de calor, inundaciones y sequías”, explica Giraldo.

Por otro lado, se han creado Mesas Técnicas Agroclimáticas (MTA) en 11 países de la región (Honduras, Colombia, Guatemala, Nicaragua, El Salvador, Panamá, Paraguay, México, Ecuador, Perú y Chile). Estos espacios de diálogo permiten integrar a múltiples actores (agricultores, científicos, academia y representantes del sector público y privado) para mejorar la toma de decisiones.

Actualmente, existe una red de 64 MTA, 420 actores participando activamente y 500.000 agricultores accediendo a esta información. “Son parte de la estrategia regional para la gestión del riesgo de desastres en el sector agrícola y la seguridad alimentaria y nutricional”, explica por correo la experta.

¿Es el cambio climático lo que está detrás de El Niño y La Niña?

Una de las cosas que aclara Franklin, del Ideam, es que en países como Colombia el tiempo anual aún está más determinado por la variabilidad climática e interanual, asociados a los eventos de El Niño y la Niña, que por el cambio climático global. Por ejemplo, mientras organizaciones meteorológicas internacionales han clasificado a 2022 como uno de los cinco años más cálidos desde que hay registro, en Colombia se trató de un año normal, sin mayores anomalías en cuanto a su temperatura. Y es que la temperatura que sentimos se da por una mezcla de factores que varían a nivel más local.

En cuanto a la relación que hay entre el cambio climático y este tipo de fenómenos, lo cierto es que la ciencia no ha llegado aún a un consenso. A pesar de que informes como los del Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC) señalan que eventos como El Niño han tenido mayor fuerza, magnitud y frecuencia desde 1950, no se sabe si esto está relacionado con el cambio climático provocado por las actividades humanas. Lo que sí advierte este panel de expertos en su último reporte es que la variabilidad de las lluvias relacionadas al Niño y la Niña se puedan amplificar después de 2050 en escenarios donde no se reduzcan drásticamente las emisiones de gases de efecto invernadero./Agencias-PUNTOporPUNTO

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