En las últimas semanas el tema de la migración ha dominado a la opinión pública, pero en esta vorágine informativa hemos olvidado a las miles de personas en México que han sido desplazadas internamente por el crimen organizado; la mayoría de ellos no han recibido la ayuda adecuada del gobierno, quien insiste en aplicar la política de la indiferencia.
En la Segunda Conferencia Regional de Asuntos Humanitarios de las Migraciones Forzadas en Bogotá, Colombia, Sarnata Reynolds —una asesor principal en materia de derechos humanos de Refugees International (RI)— presentó un informe sobre estos desplazados titulado «Víctimas invisibles de México».
El documento es el producto de la investigación de campo realizada por RI en México en mayo y junio de este año, y en él se establece que las personas desplazadas por las organizaciones criminales comparten tres características:
Primero, que huían de la violencia extrema en la forma del asesinato, el secuestro o la desaparición de al menos un miembro de la familia; segundo, que se enfrentaron a graves problemas económicos después del desplazamiento, incluyendo la dificultad para encontrar trabajo; y tercero, que habían perdido tierras y propiedades, sin recibir ningún tipo de compensación económica.
De acuerdo con RI, los grupos criminales en México buscan control de la tierra para el cultivo de plantas utilizadas para producir drogas, el control de los recursos naturales y el establecimiento de las rutas de tráfico.
La organización también encontró que muchos desplazados internos salieron de sus comunidades amenazados directamente por los criminales, mientras que otros habían huido de la violencia causada por las disputas territoriales entre grupos rivales, las ofensivas militares, o batallas con las milicias de autodefensa.
Aunque las cifras de estos desplazados internamente varían, un estudio de la casa encuestadora Parametría estima que un millón 650 mil personas huyeron de sus hogares entre 2006 y 2011.
Según el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), 160 mil personas fueron desplazadas solo en 2011, y los estados con las mayores tasas ese año fueron Chihuahua, Tamaulipas, Nuevo León, Durango, Sinaloa, Michoacán y Guerrero, todos con una significativa presencia de cárteles de la droga.
De estas áreas, la cordillera de la Sierra Madre en Sinaloa se ha visto particularmente afectada; cuando el Cártel de Sinaloa y la organización Beltrán Leyva comenzaron a luchar por el control de la zona en 2011, los residentes fueron forzados a trabajar con los delincuentes o salir. Miles huyeron de las montañas.
Según la Comisión de Derechos Humanos de Sinaloa, 25 mil personas dejaron su hogar en un período de varios meses en 2012. El gobierno mexicano se negó a reconocer la magnitud del problema.
Es más, tratando de minimizar el papel de los carteles de la droga, las autoridades mexicanas informaron que sólo cinco mil habían huido, y quiso ocultar el problema atribuyendo este fenómeno a una grave sequía. Algo que desmintió RI en su trabajo de campo.
Otro caso preocupante son los miles que han huido de Ciudad Juárez, Chihuahua. Entre 2008 y 2012, el cártel de Juárez y el cártel de Sinaloa se enfrentaron por el control de la ciudad, y de acuerdo con un estudio de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, alrededor de 230 mil personas abandonaron el área entre 2007 y 2010. La mitad intentó entrar a los Estados Unidos.
El gobierno mexicano no ha hecho lo suficiente para proteger y apoyar a estos migrantes internos; quiere ocultar este grave fenómeno para no afectar sus cifras alegres en torno a la supuesta baja de la criminalidad.
En 2013, México aprobó una ley para indemnizar a las víctimas de la delincuencia organizada y violaciones de los derechos humanos, pero lo cierto es que no quedó claro si la ley abarcará a los desplazados internos que huyeron a causa de un temor creíble de violencia, por lo que estos mexicanos siguen a la deriva.
Estos casos seguirán sucediendo ya que el ingrediente vital aquí —como en muchos aspectos humanitarios—, es la falta de voluntad política para organizar una respuesta adecuada. Lástima. Gracias y buen inicio de semana.