Opinión Dr. Arturo López Flores*
Una cosa está clara: la política en México ha alcanzado un grado de vacuidad nunca antes alcanzado. La sucesión presidencial, que generalmente es aquel donde cada años chocan debates y proyectos y donde las fuerzas políticas y las personalidades que los representan los plasman en forma programática y de agenda, ha sido vaciado de todo contenido.
¿Qué hacer ? ¿Deberíamos retirarnos a la esfera privada, como esa mitad de ciudadanos que ya no votan , y mirar como espectadores esta cuarta transformación de una política difunta, o asumir el reto de dar sentido al compromiso? Una cosa es cierta: es tiempo de reflexión, de previsión, de inventario de lo que sigue siendo fundamental tras décadas de fracasos de políticas públicas y derrumbe de ideologías.
Por eso debemos convocar a las mujeres y hombres de la Alianza Va por México, que pueden verse tentados a abandonarlo todo ante los escombros de sucesivos fracasos y creer que su familia política es un suscriptor ausente, a cuestionar las referencias, los valores, que irreductiblemente siguen siendo nuestras marcas, nuestra identidad profunda.
Por mi parte, veo cuatro valores cardinales que deben establecer nuestra razón de ser. Si hay un valor que ha salido reforzado de la pandemia que hemos atravesado es la empatía, que no confundo con el culto a la emoción. La sociedad de consumo, y su corolario que es el individualismo triunfante, y, poco a poco, acabaron con el sentimiento de alteridad. La indiferencia hacia los demás ha encontrado su mejor aliado en el discurso de Andrés Manuel López Obrador, que ha ofrecido a sectores enteros de la población un pasaporte de víctima. Es bastante simple: la palabra » respeto » nunca se ha usado de manera tan incorrecta e indiscriminada.y nunca tanto quitado a nuestros ciudadanos la dignidad necesaria para su desarrollo. Cada vez más mexicanos sienten, de hecho, una degradación social. Se sienten, a menudo con razón, obstaculizados en su carrera profesional, mal considerados e incluso impotentes para ofrecer un futuro a sus hijos. En definitiva, tienen el profundo sentimiento de ser un objeto más que un sujeto en este mundo donde la economía globalizada está desregulada y la Europa de los sueños tecnocratizada hasta el absurdo.
La humildad es el valor humanista por excelencia, el que nutre el curso más íntimo de nuestra Historia y que hace que México se construya contra los régimenes autoritarios. Es la antítesis del comportamiento de los reyesuelos que nos gobiernan y que han vuelto de todo sin haber ido a ninguna parte. De siglo en siglo, estos permanecen sin cambios. Fueron ellos quienes, por su gusto por los privilegios y las prebendas, querían una reacción nobiliaria que provocó la Revolución Mexicana.La humildad requiere valentía: la de aceptar las propias faltas y reconocer que la inteligencia colectiva es mucho más eficaz que las vacilaciones de un solo hombre. Es un valor imprescindible cuando atravesamos crisis y tormentas, y hemos visto lo mucho que ha faltado últimamente.
La transmisión es, sin duda, el valor más atacado y, sin embargo, nutre nuestra humanidad común. Lo encontramos en la educación pero también en la necesaria solidaridad entre las generaciones y la preocupación por el mundo que dejaremos a nuestros hijos. Cuando no hay más herencia, no hay más heredero. La transmisión expresa también este vínculo íntimo entre prospectiva e historia: no podemos proyectarnos hacia el futuro sin incluir la transmisión de los valores que conforman nuestra identidad, del patrimonio que constituye nuestras raíces, y que va por la persona, por la familia, para todas las comunidades comenzando por la comunidad nacional. Para ello, debemos creer en la capacidad del hombre para crear,de un discurso en decadencia que impide toda novedad o toda ruptura cuando es necesario.
Es sobre la fuerza de estos valores cardinales que finalmente podremos construir, no un catálogo de medidas, sino un proyecto que tenga sentido, cree sociedad. La desesperación y la indiferencia que se han manifestado por varias elecciones nos obligan a reconstruir un ideal que nos trascienda y nos permita construir finalmente el México del siglo XXI .
**Dr. Arturo López Flores, politólogo mexicano egresado de la Sorbona de París