Opinión. MARIO CAMPOS
Ayer VIERNES en México pasó algo inédito. Más 65 mil personas se conectaron simultáneamente, un viernes en la noche y hasta entrada la madrugada, en un ejercicio de diálogo que duró más de 10 horas, y que convocó de forma espontánea a muchas de las voces destacadas de la vida pública del país. ¿Y la pregunta es por qué?
Descartemos tres falsas razones.
1. Fue por Loret. Lo de anoche, pese al nombre del Space #TodosSomosLoret, no se trataba de una persona en concreto pues miles que no necesariamente simpatizan con la persona o su trabajo, se decidieron unir.
2. Fue por los periodistas. En México llevamos años viendo el asesinato de periodistas, tan solo cinco en lo que va de este año, y en ningún caso se había generado una reacción así.
3. Fue por la legalidad. Las leyes no son nuestro fuerte, desde el semáforo que vemos como adorno hasta las mordidas cotidianas, la defensa de la legalidad nunca ha sido el gran motor de la movilización social.
¿Entonces qué pasó?
Que López Obrador cometió delante de todos un acto de abuso de poder del tamaño del estadio Azteca. Y si algo ha movido a México durante las últimas décadas es la convicción de que no está bien que el poderoso use todo lo que tiene para abusar.
AMLO irritó y asustó a miles cuando delante de todos señaló a una persona en particular, cuando dió órdenes a empresas privadas para que le rindan cuentas, cuando acosó a instituciones públicas para que actúen en contra de alguien que le incomoda.
No es que sea nuevo, es que nunca antes se había mostrado en vivo.
AMLO, ayer, encarnó el abuso de poder que incluso él mismo alguna vez combatió.
López Obrador provocó lo mismo que en su momento generó su intento de desafuero, que hizo que incluso quienes no comulgaban con él salieran a defenderlo porque no estaba bien que una sola persona quisiera decidir quién podía ser candidato presidencial y quién no.
¿Qué viene ahora?
Eso está por verse pero ayer se movieron varias cosas.
Se construyó un piso común en el que millones podemos estar de acuerdo, más allá de simpatías y fobias, y es que el poder de presidente debe tener un límite.
Se evidenció que los damnificados del sexenio son muchos, en la cultura, los medios, la economía, y ayer por primera vez se vieron las caras unos a otros.
Se notó, por vez primera en el sexenio, que si bien el presidente tiene un amplio respaldo, no son pocas las personas que están muy preocupadas, porque el Space hizo lo mismo que cualquier marcha física, generó sentido de pertenencia – así fuera por un momento – y provocó una idea de respaldo que hasta ningún crítico había sentido.
Por eso vendrán más expresiones de malestar, porque quien asistió se vio acompañado y sabe que algo está pasando en el país y que lo puede decir.
El tiempo dirá qué impacto tuvo lo de anoche pero al menos por ahora parece que esta vez, en la poderosa narrativa del AMLO invencible y moralmente superior, algo se rompió.